Los pequeños gestos diarios importan, y mucho, aunque muchas veces no seamos conscientes de todo lo que podemos hacer para cuidar el planeta. Solo es cuestión de conocer cuáles de nuestras rutinas diarias pueden dejar de ser contaminantes si sabemos detectarlas.
Ducharnos y lavarnos los dientes sin cerrar el agua
Lo sabemos, dejar el agua correr el agua de la ducha sin preocuparnos por el tiempo que transcurre es un hábito inconsciente que arrastramos desde la infancia, cuando no existía la preocupación por preservar los recursos naturales como el agua. Pero los litros que caen desperdiciándose por el desagüe son incontables.
Lo mismo ocurre al lavarnos los dientes. Para cepillártelos no necesitas ver cómo caen los litros de agua ante tus ojos. La mejor opción es llenar un vaso de agua y utilizarlo para el enjuague.
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Usar un desodorante en aerosol
Los aerosoles contienen altas cantidades de CFC (clorofluorocarbono), que resulta muy contaminante para la capa de ozono. Y aunque en los últimos años se ha reducido y controlado el uso de elementos tóxicos en los desodorantes (y en las lacas, en los ambientadores…) sigue siendo preferible utilizar formatos en crema o barra.
Poner la lavadora a media carga
Cada ciclo de lavado consume más de 100 litros de agua. Sin duda, merece la pena esperar a llenar la lavadora antes de ponerla a funcionar. Solo tienes que pensar en los cientos de litros de agua que puedes ahorrar si reduces tus lavadoras semanales a la mitad. Y es tan sencillo como esperar a llenar el tambor. Por otro lado, es importante saber que las lavadoras son el electrodoméstico que más energía consume: tiende al aire libre siempre que puedas y limita el uso de la secadora a aquellas ocasiones que sea realmente necesario.
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Dejar los electrodomésticos en “stand by”
Esta función, que te permite usar el mando distancia de la tele, consume más energía de la que imaginas. Si te resulta muy pesado prescindir de él durante el día, acuérdate de apagarlo al menos por la noche. Estarás ahorrando como mínimo un 20% de energía. Tampoco es necesario dejar el móvil cargando toda la noche. Con solo un par de horas conectado puede alcanzar la carga máxima, sin gastar energía de manera innecesaria.
Tirar un chicle al suelo
Un chicle está compuesto casi en su totalidad por plástico. Lo que saboreamos al mascarlo es un porcentaje mínimo de azúcar, colorantes artificiales y aromatizantes. Cuando tiramos un chicle al suelo resulta muy difícil de limpiar y tarda un mínimo de 5 años en descomponerse. Además, los pájaros pueden confundirlos con comida y asfixiarse al intentar tragar uno.
Volar un globo y dejarlo escapar
Un globo que sale volando por los aires tiene muchas posibilidades de acabar en el estómago de un animal que se lo encuentre en su descenso. Puede tratarse de un ave o de un pez si llega al mar. Distintas organizaciones, como Ballons Blow, nos advierten de que la ingesta del plástico de los globos puede provocar la muerte de estos animales por indigestión o asfixia.
Tirar las pilas a la basura
Las pilas son elementos altísimamente contaminantes, que pueden tardar hasta mil años en degradarse y contaminar hasta 3000 litros de agua. Casi todas las pilas contienen mercurio, uno de los metales más tóxicos que existen y, si entran en contacto con el agua, la contaminan gravemente, afectando a los animales y plantas que viven en ella. Cuando tengas que deshacerte de alguna, asegúrate siempre de que va a parar a uno de los contenedores especiales que existen para ellas.
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