A veces nos cuesta pedir ayuda a los demás aunque lo necesitemos, e intentamos solucionar las cosas a solas para no decirle nada a nadie. La mayoría de las veces esto ocurre porque pensamos que pedir ayuda es propio de personas débiles y que alguien fuerte, en nuestra misma situación, no lo necesitaría.
Lo curioso es que cuando actuamos así no estamos en lo cierto: son las personas fuertes, con una buena autoestima, las que no tienen ningún problema en pedir ayuda porque no se sienten cuestionadas al hacerlo. Y, además, son conscientes de que ni ellas (ni nadie) son capaces de lograr todo por sí mismas y de que todos necesitamos, en más de una ocasión, la ayuda de los demás.
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Inconvenientes de no pedir ayuda
Como acabamos de decir, es imposible conseguir todo aquello que nos proponemos o necesitamos sin contar con la ayuda ocasional de los demás. Por lo tanto, no pedir nunca ayuda quiere decir que te estás limitando y te estás privando de alcanzar metas y objetivos, tanto en el ámbito personal como en el profesional. Y esto afectará a tu autoestima y a la confianza en ti misma, porque pensarás que no eres capaz de conseguir lo que te propones cuando, en realidad, solo necesitabas el apoyo de otra persona.
Si nunca cuentas con los demás, te pierdes la experiencia de crear vínculos de confianza con otras personas a través de la colaboración mutua. Estos vínculos son muy necesarios para nuestro bienestar y para forjar un entorno confortable a nuestro alrededor.
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Qué nos impide pedir ayuda
Podríamos decir que, en términos generales, lo que nos impide pedir ayuda es el miedo. Y este miedo puede ser a muchas cosas: a mostrarnos vulnerables, a admitir delante de los demás que no somos personas capaces, a resulta molestos sin motivo, a sentirnos dependientes de los otros… Además, también experimentamos el miedo al rechazo, a que nos digan que no. Pero aunque alguna vez te haya pasado, lo cierto es que el mundo está lleno de personas dispuestas a ayudarte si eres capaz de pedirles que lo hagan.
También puede ocurrir que nos dé miedo “deber” un favor que no sepamos o no queramos devolver. O, y esto también pasa, porque nos gusta poder quejarnos de nuestra mala fortuna, y si alguien nos ayudará a resolver nuestro problema (o problemas) ya no tendríamos de qué quejarnos.
Qué tengo que hacer para pedir ayuda
Aunque no te lo parezca, en realidad es muy sencillo: sencillamente di qué necesitas, sin rodeos ni excusas y, por supuesto, por favor. Has de sentirte segura y confiada al hacerlo, porque te mereces pedir ayuda. Todos nos lo merecemos. Y tú también. Así que no malgastes el tiempo cuando sabes que la solución a un problema pasa por pedir la colaboración de otras personas.
Confía en la persona que tienes delante y no anticipes que su respuesta va a ser negativa. Y, en cualquier caso, acepta con generosidad tanto un sí, como un no, como un tal vez. Si te has atrevido a pedir ayuda a pesar de tus temores, ya has hecho mucho por ti, independientemente de la respuesta que hayas obtenido.
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