El consumo de ensaladas de bolsa se ha disparado en los últimos años, condicionado en parte por un cambio en los hábitos de consumo: la falta de tiempo, la comodidad y rapidez con la que vivimos... Y es que, si nos paramos a pensar en sus ventajas: su bajo precio y una mayor vida útil, la manera tan fácil de prepararlas (ya que vienen lavadas y cortadas) y ser una alternativa lo más saludable a la comida rápida cuando comemos en la oficina o tenemos prisa, hace que la mayoría prefiramos esta opción a las ensaladas con producto fresco.
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Sin embargo, tal y como han puesto de relevancia algunos estudios recientes, las ensaladas preparadas podrían ser un caldo de cultivo para algunas bacterias como la Salmonella o la Escherichia Coli, especialmente si, desde su recolección hasta nuestra cocina, se rompe la cadena de frío que hace que el producto se conserve en perfectas condiciones.
Sobre esta cuestión, la nutricionista y colaboradora de ¡Hola!, Marta Lorenzo, nos hace algunos apuntes interesantes a tener en cuenta:
- Mejor volver a lavar. Supuestamente, al ser un producto envasado sometido a procesos de higienización y control en una atmósfera modificada (donde se introducen gases como nitrógeno o dióxido de carbono que impiden el crecimiento de bacterias), se trata de un producto seguro que no debería provocar ningún tipo de intoxicación. Sin embargo, se ha evidenciado contaminación e intoxicación de Escherichia Coli y Salmonella relacionado con el consumo de algunas bolsas de ensalada. Por tanto, no está de más lavar de nuevo las hojas de lechuga o verduras que vayamos a comer. Aunque, realmente, lo más importante para la prevención, es mantener correctamente la cadena de frío.
- Si lo que buscas es nutrientes, mejor consume verduras crudas y frescas. Un error frecuente es pensar que porque estamos comiendo verdura ya estamos ingiriendo un alimento altamente nutritivo; pero esto no es del todo cierto. Lo primero que tenemos que saber es que, cuando lavamos las verduras, existen pérdidas de vitaminas hidrosolubles (complejo B y vitamina C); las cuales, como su nombre indica, son solubles en agua y, por ello, el agua las arrastra. Si encima el proceso de lavado al que se somenten es más intenso, la pérdida es mucho mayor. Es por ello que siempre se recomienda un mayor consumo de verduras crudas y frescas. Además, cuanto más tiempo pase desde que la verdura se corta y más tiempo esté almacenada, mayor pérdida nutricional.
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"Mi mejor recomendación, por tanto, es que las verduras se consuman principalmente frescas, dejando un porcentaje bajo de las raciones diarias de la dieta a alimentos conservados. Si es verdad que hay ciertos alimentos como, por ejemplo, los canónigos o la rúcula, que son difíciles de encontrar sino son envasados, por lo que su consumo podría formar parte de ese pequeño porcentaje. Cuidado, eso sí, con el consumo abusivo de ensaladas ya preparadas con otros ingredientes, ya sean enlatadas o envasadas en plástico. Las primeras suelen llevar añadidos como conservantes (sal y aditivos) o azúcares. Las segundas son un poco más saludables, pero debemos tener cuidado con las salsas que llevan; ya que suelen ser ricas en sal, haciendo la ensalada algo más hipercalórica y menos nutritiva.
Por último, también es importante mencionar un asunto que nos concierne a todos y es el impacto medio ambiental que supone el exceso de plástico que mantiene y conserva nuestros alimentos. Además de no ser muy saludable, supone un problema ambiental muy preocupante del que deberíamos intentar responsabilizarnos y poner cada uno nuestro grano de arena, evitando comprar alimentos envasados y dando prioridad a los frescos", añade la experta en nutrición.
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