El amianto o asbesto es el nombre que recibe un conglomerado de minerales metamórficos de fibras largas y resistentes. Estas características, unidas a que son fácilmente separables, flexibles y resistentes a las altas temperaturas, han hecho de este material uno de los grandes aliados en la construcción, fabricándose desde tejas hasta cementos o azulejos con él.
Los efectos adversos del asbesto sobre la salud fueron documentados ya en Roma en el Siglo I, cuando Plinio el Viejo describió las repercusiones que sufrían quienes tejían ropa con amianto. A pesar de que la Historia lleva años reflejando lo negativo del uso de este producto, no fue hasta 1906 cuando se describió oficialmente el primer caso de fibrosis pulmonar por amianto en Londres y en 1935 ya se relacionaba directamente la exposición a este material con el cáncer del pulmón.
¿Cuál es el problema?
Lo que ocurre con el amianto es que cuando el material se deteriora o se trabaja directamente con él sin protección, las microfibras que lo componen quedan suspendidas en el aire. Son precisamente estas partículas la base del problema, ya que cuando se introducen en el cuerpo humano a través de la respiración ya no se pueden eliminar. La acumulación de esta sustancia es en sí misma la causa del problema, ya que es lo que provoca enfermedades en los órganos respiratorios como el cáncer de pulmón y el mesotelioma, que se pueden manifestar hasta varias décadas después de haber estado en contacto con el material.
Amianto en Europa y España
En nuestro país la industria del amianto se afianzó de la mano de la marca cuyo nombre puede sonar mucho más familiar que el oficial: uralita. Su capacidad aislante -a nivel tanto térmico como sonoro- lo fácil que era darle forma y su resistencia al fuego lo convirtieron en uno de los materiales más usados de una España que, en 1960, comenzó a industrializarse masivamente. Placas para techos, tubos de conducción de humos, tuberías o contenedores de agua eran solo algunas de las piezas hechas con amianto con las que se construyeron la mayoría de los edificios y fábricas hasta bien entrados los años 90.
Lo cierto es que en 1978 el Parlamento Europeo ya declaró la uralita como una sustancia cancerígena y, aunque a raíz de este hecho el material fue prohibiéndose paulatinamente en el continente, en aquel momento en España solo se retiraron las variedades conocidas como azul y marrón, que se consideraban las más perjudiciales. En 1999 la Unión Europea fue un paso más allá y prohibió la comercialización y el uso del asbesto, aunque esta norma tardó tres años más en aterrizar en el territorio nacional, donde el uso, la producción y la comercialización se prohibieron en el 2002.
Momento actual
En la actualidad hay más de dos toneladas de amianto repartidas por construcciones de toda España, siendo un riesgo constante y confirmado para la salud no solo de quienes trabajan en los edificios que lo contienen sino también para sus familias, ya que es un material que queda fácilmente prendido en la ropa.
Retirar este material de los sitios que lo contienen es una tarea tan complicada como costosa y no hay un plan nacional que contemple una acción global para atajar el problema, sino que la decisión de cómo solucionar cada caso es de competencia municipal.
En los últimos meses el colectivo de trabajadores de Metro Madrid es uno de los más activos en la lucha para la eliminación de esta nociva sustancia de su entorno de trabajo ya que, a fecha de hoy, todavía hay cerca de 100 vagones de una flota de 2.322 que fueron construidos con amianto.