Constantemente, estamos tomando decisiones. Qué ropa vamos a ponernos, qué nos apetece más para desayunar, o qué atajo coger para llegar antes a la oficina si vamos en nuestro coche. Todas estas elecciones son poco transcendentales y no solemos tardar más que segundos en decantarnos por una opción u otra. Sin embargo, otras son más difíciles y sí pueden repercutir en el curso de nuestra vida.
En estos casos, sería muy útil contar con una bola de cristal que nos asegurara que el camino que vamos a seguir es el correcto. Pero esto es ciencia ficción. Así que, por el momento, debemos confiar en la razón (nuestra mente), el corazón (las emociones) y las entrañas (el instinto y la intuición) para salir airosos y lograr que la opción por la que nos hemos decantado sea la más favorable. Siempre que nuestro cerebro no nos haya jugado una mala pasada.
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¿Cómo tomamos decisiones?
La toma de decisiones se puede definir como el proceso cognitivo mediante el cual seleccionamos una alternativa entre varias opciones existentes, considerando los resultados y sus consecuencias. Todo ello se lleva a cabo en la corteza prefrontral del cerebro, que analiza la información pasada y reciente, así como los estímulos sensoriales que recibe. Asimismo, se sospecha que además de la corteza prefrontal, existe una compleja red neural que también participa en la toma de decisiones.
Y en todo este proceso, puede haber un boicoteo. “A lo largo de nuestra vida, nuestro cerebro recopila información que almacena sin que nosotros seamos conscientes. Todos estos datos se graban como huellas y pueden condicionar nuestras decisiones”, señala la coach Ana García Villas-Boas, socia de Madavi. Por ejemplo, si en el pasado hemos sufrido por algo o hemos sabido de alguien a quién no le ha ido bien al tomar determinada decisión, sin ser conscientes de ello, podemos desecharla sin pararnos a valorar si podría ser conveniente o no.
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¿Por qué no me decido?
Por otro lado, hay personas que tienen una gran dificultad para decidirse. Son las ‘personas indecisas’, individuos que sufren debido a este problema y que pueden llegar a “perderse la vida”, alerta la experta, debido a su 'duda constante'. No saber tomar decisiones es siempre un problema que debe abordarse. "Si lo evitas, te debilitas y pierdes oportunidades a mansalva. Además, la indecisión provoca ansiedad, porque la indeterminación que lleva aparejada es muy ansiógena", alerta el psicólogo Rafael Santandreu.
Pero, ¿a qué se debe? “Tendríamos que analizar caso por caso pero, en general, suele responder a un perfil de personalidad insegura, con mucho miedo a fallar y al fracaso, que depende de las expectativas de los demás y no quiere defraudar. También puede deberse a que no ha sido educada para tener responsabilidades, se le ha podido sobreproteger, no se le ha permitido tener autonomía o se les ha castigado duramente el error”, indica Ana García Villas-Boas.
Santandreu insiste en la idea de que sentimos terror al fracaso. "Creemos que si fallamos será terrible, el fin del mundo. Y eso no es verdad. Podremos ser igualmente felices aunque fallemos porque necesitamos muy poco para gozar de la vida. Sólo la comida y la bebida del día. Así que los escenarios fallidos en realidad serán hermosos, oportunidades de gozar de otra manera", recuerda.
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Solucionarlo requiere un ejercicio de trabajo personal, ya sea con terapia con un psicólogo o con un coach. “El coaching puede ayudar a estas personas que tienen dificultades para decidirse. Por ejemplo, les apoyamos para identificar cuál es la fuente del problema, el miedo que les impide tomar decisiones y que les bloquea. También trabajamos para que puedan tener una visión más limpia de sus ideas y de los conceptos. Pero, a veces, hay traumas o problemas de conducta y personalidad que requieren otro tipo de intervención. En estos casos, les derivamos a un psicólogo”, señala Ana García.
Consejos para decidirte
La investigación previa es esencial. Cuantos más datos tengas, mejor. Por lo tanto, "antes de los 'pros' y 'contras', que es lo que solemos hacer todos cuando no sabemos qué decidir, hay que hacer llamadas, buscar por internet, hacer visitas, probaturas, plantear escenarios, hacer cálculos, hablar con expertos…", sugiere Rafael Santandreu.
- Recopila información. Investiga, analiza y valora todos los datos que puedas conseguir. Esto te ayudará a tener una idea más clara de lo que quieres.
- Reflexiona. Una vez hayas recopilado todos los datos, imagina cómo te ves o cómo será tu vida cuando tomes esa decisión. Reflexiona sobre el objetivo, identifica los obstáculos y mide las consecuencias.
- Costes y beneficios. Coge una hoja de papel (o un cuaderno) y escribe los pros y contras. Puedes hacerlo en dos columnas. Para ser más precisa, puedes realizar el mismo ejercicio durante días distintos para analizar las ventajas y desventajas.
- Busca la más favorable. Intentar acertar con la ‘mejor’ decisión puede bloquearnos. Por eso, lo más adecuado es que persigas la más favorable. Aquella que se adapta mejor a ti y al momento que estás viviendo.
- No hagas nada. En ocasiones, la decisión más acertada es no hacer nada. Esto no significa eludir responsabilidades, sino ser capaz de darse cuenta de que quizá este no sea el mejor momento para tomar una decisión. Y es que podemos estar 'emocionalmente secuestrados', es decir, dominados por emociones de enfado, tristeza, ansiedad o euforia, que condicionaría nuestra valoración.
- Tómatelo como un trabajo. Dedica mucho tiempo al proceso de toma de decisiones, incluso, prográmalo en la agenda. "Por ejemplo, todos los días de 12 a 14h, durante dos semanas completas, intenta tomar decisiones y tómatelo como un trabajo más. De hecho, suele ser el más decisivo en la vida de uno", asegura Santandreu.
- Pide ayuda. La terapia puede ayudar a 'iluminar', darte cuenta y traer a la consciencia aquello que te impide decidirte.
- No lo consultes con la almohada. Es el peor fallo en la toma de decisiones porque en realidad nos estamos engañando, postergando la decisión o evitándola. En estos casos, corremos el riesgo de ponernos nerviosos cuando se acerca la fecha y tomar una mala decisión.