La leishmaniosis o leishmaniasis canina es una enfermedad infecciosa causada por un tipo de parásito microscópico conocido como Leishmania infantum. El contagio, tanto en animales como en personas, se produce a través de la picadura de un tipo de flebotomo (un insecto menor de 4 mm y con un aspecto parecido al mosquito) que previamente ha picado a otro animal o persona infectada transmitiendo la infección a otro huésped.
Actualmente, la prevalencia de esta enfermedad está en torno al 70% en nuestro país y el mosquito se puede encontrar en toda la geografía española y en casi cualquier época del año, debido al calentamiento global. Sin embargo, es más abundante de mayo a octubre y hay más riesgo de picadura al amanecer y al atardecer.
Existe tratamiento para la leishmaniosis pero la mejor arma para combatirla es la prevención a través de pipetas y collares. También contamos con una vacuna. Sin embargo, hoy por hoy no ofrecen un 100% de protección. Asimismo, se pueden usar inmunoestimulantes como la domperidona, ya que también han contribuido al control y prevención de la enfermedad.
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Síntomas de la leishmaniosis canina
Los signos clínicos son muy variables y dependerán del grado de infestacion y de la localización del parásito. "Pueden comenzar por síntomas tan poco específicos como falta de apetito, pérdida de peso y falta de vitalidad. Tradicionalmente en la piel y el pelo es frecuente observar pérdidas de pelo alrededor de ojos, orejas, heridas de difícil cicatrización, crecimiento descontrolado de uñas o lo que llamamos hiperqueratosis plantar o mal estado de los pulpejos (yema de los dedos)", explica el veterinario Pedro Ruf, propietario de la clínica veterinaria Arganzuela y vicepresidente de Asociación Madrileña de Veterinarios de Animales de Compañía (AMVAC). En otras ocasiones pueden verse afectadas las articulaciones provocando cojeras intermitentes de difícil control. En formas crónicas, el riñón y el hígado pueden verse afectados, empeorando el pronóstico.
"Lamentablemente en ocasiones hay animales que actúan como reservorios de la enfermedad y que no desarrollan signos clínicos, por lo que es especialmente importante el chequeo anual que descartará los positivos sintomáticos y asintomáticos", advierte el especialista.
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¿Se ha contagiado?
Ante la sospecha de esta enfermedad se pueden realizar diversas pruebas para confirmar el diagnóstico: análisis para detectar la presencia de anticuerpos o una PCR que consiste en la amplificación del ADN del parásito (también mediante la extracción de sangre).
"Los test disponibles para la detección temprana de la enfermedad son cada vez más sensibles. Asimismo, las técnicas de detección más sofisticadas y precisas, como la PCR o el aspirado y citología de médula ósea, se utilizan para confirmar posibles casos dudosos", aclara el veterinario.
Pipeta, collar o vacuna
Existen diferentes maneras de prevenir la picadura del flebotomo. Lo más importante es consultar con nuestro veterinario de confianza sobre cuál es el método más efectivo en función de nivel de riesgo. Por ejemplo, si duerme en el jardín, si el lugar donde vivimos está considerada como zona de riesgo, así como nuestros hábitos y costumbres.
En función del riesgo recomendará collares, pipetas. Si el nivel de exposición es mayor es probable que recomiende la administración de una vacuna para prevenir la picadura del mosquito y el desarrollo de la patología. Otra medida recomendada "es descartar anualmente la presencia de la enfermedad aunque se usen medidas de protección, ya que el riesgo cero no existe.
Y es que "la detección precoz de la enfermedad permite que el tratamiento, pese a ser paliativo, mejore enormemente el pronóstico de supervivencia de las mascotas afectadas", recuerda Pedro Ruf. El pronóstico de la enfermedad dependerá del grado de afección de órganos internos. "Si se desarrolla una insuficiencia renal concomitante, el pronóstico es grave o muy grave", indica.
Los tratamientos actuales antiparasitarios no pierden eficacia con el agua si el animal se moja, siempre y cuando tomemos ciertas precauciones como, por ejemplo, esperar un par de días antes de bañar animal cuando se aplique la pipeta o no quitar el collar antiparasitario si la mascota se va a meter en el agua o lavar. Obviamente, nunca hay que frotar el collar con jabón, ya que entonces sí podría perder su eficacia.
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