Estas semillas se obtienen de la planta del lino, la misma de la que se extrae el tejido para fabricar textiles o el aceite de linaza. Las dos variedades más conocidas y consumidas son las de tono dorado y marrón/rojizo. Si son de color blanco o verde quiere decir que han sido cosechadas antes de tiempo y si, por el contrario, son oscuras rozando el negro significa que las han recolectado mucho después de lo que correspondía. Estas últimas, las de color negro, no deben ser ingeridas en crudo.
El lino es una fuente de ácidos grasos Omega3, Omega 6 y Omega 9; de vitaminas B y E y de minerales como hierro, calcio, potasio y magnesio. Su altísimo contenido en fibra (27 g por cada 100 g de semillas), unido a las propiedades anteriores hacen del lino uno de los ‘superalimentos’ más completos que existen, siendo la fuente vegetal más rica que se conoce -nutricionalmente hablando-.
Todas estas cualidades se traducen en una serie de beneficios que justifican el boom que este alimento está viviendo en los últimos años:
Ayuda a controlar el colesterol
El altísimo contenido en Omega 3 hace de estas simientes un aliado perfecto para el control de los niveles de colesterol. La Universidad de Cambridge ha publicado dos estudios en los que queda demostrado el efecto directo entre el consumo de las semillas de lino y la bajada de estos. El colesterol es una de las mayores causas de riesgo de accidente cardiovascular por lo que mantenerlo a raya es una clara ventaja para la salud.
Favorece el tránsito intestinal
La cantidad de fibra que contiene el lino mejora de manera directa el tránsito intestinal. Además, una buena digestión está relacionada con una ventaja a la hora de perder peso por lo que, es habitual que algunos dietistas y endocrinos introduzcan el lino en los regímenes de adelgazamiento.
Es un potente antioxidante
La carga de vitaminas E y B y el Omega 3 lo convierten también en un gran suplemento de belleza, ya que tanto la piel como las uñas y el pelo se verán fortalecidas si se empieza a consumir lino de manera regular.
A pesar de su apariencia sencilla, para poder ‘exprimir’ todos los beneficios que esta pequeña semilla puede aportar a nuestra salud hay que saber cómo consumirla correctamente ya que, según como se ingiera, se pueden sacar más o menos partido a sus propiedades.
Lino molido
Es la opción en la que más aporte nutricional se puede obtener de este alimento. La semilla en crudo tiene una cáscara demasiado dura para masticarla con facilidad y los ácidos del estómago tampoco son capaces de deshacerla por lo que, de no tomarlo molido, el lino pasará por nuestro intestino sin hacer efecto alguno. El lino molido se puede espolvorear en cualquier comida, siendo común hacerlo sobre bebidas, ensaladas y yogures.
Lino con agua
Es la manera de tomarlo si el efecto que buscamos al ingerirlo es laxante. Estas semillas son ricas en mucílagos, unas fibras vegetales que al contacto con el agua crean una sustancia gelatinosa, que es la que hace del lino humedecido un gran aliado del buen tránsito intestinal. Aunque funcionan igual si se humedecen previamente que si se toman en seco y se bebe un gran vaso de agua después, una manera muy común de consumirlo es tras haberlo dejado en remojo durante toda la noche en un vaso de agua.
Lino seco
El lino es demasiado duro para consumirlo directamente entero y, aunque en cantidades adecuadas no es perjudicial, tampoco producirá beneficio alguno en nuestro organismo.
Aunque las propiedades beneficiosas de las semillas de lino están avaladas por numerosos estudios y expertos en nutrición, no podemos olvidar que no todos tenemos las mismas necesidades y que, según cuál sea el estado de nuestra salud, algo tan nutritivo como puede ser este alimento quizás no es lo que mejor nos sienta en un momento dado. Así, si sufrimos problemas como la diabetes, una cardiopatía, complicaciones intestinales o simplemente estamos esperando un bebé, es recomendable consultar con un médico antes de introducir el lino como un alimento habitual en nuestra dieta.