Más allá de las crónicas de la época, lo que es seguro, según numerosos estudios posteriores que así lo han demostrado, es que gracias a la composición del yogur, un fermentado de la leche con más de cien millones de bacterias vivas (principalmente, Lactobacillus bulgaricus y Streptococcus thermophilus), facilita la digestión; considerándose uno de los mejores probióticos para cuidar de nuestra flora intestinal.
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Así, el incluirlo habitualmente en la dieta ayuda a estabilizar la composición de la microbiota, al tiempo que los microorganismos que viven en nuestro intestino convierten el azúcar de la leche (la lactosa) en ácido láctico, lo que frena el desarrollo de bacterias dañinas que como consecuencia de la descomposición de los alimentos se generan en el intestino. Es decir, el yogur, además de ser un alimento muy rico en vitaminas del grupo B, nos ayuda a combatir infecciones.
Entre otros beneficios, encontramos que el yogur facilita la asimilación de nutrientes, favorece la absorción de las grasas, combate las diarreas y el estreñimiento, disminuye el colesterol y reduce los efectos negativos de los antibióticos; sin olvidar que tiene calcio, magnesio y fósforo, los minerales indispensables para tener sanos nuestros huesos.
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¿Por qué otras razones debemos decir ‘sí’ al yogur en la dieta?
- El yogur y los lácteos, clave para hacer frente a los déficits de vitamina D actuales. El calcio y la vitamina D, dos nutrientes presentes en los lácteos (uno de forma natural y el otro normalmente añadido), han mostrado tener un papel preventivo de osteoporosis, según la Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética (FESNAD). Algo verdaderamente a tener en cuenta cuando cada vez hay más personas que tienen problemas para conseguir los niveles adecuados de vitamina D, también llamada ‘la vitamina del sol’.
- Puede tener efectos beneficiosos sobre las enfermedades infecciosas intestinales y respiratorias. Según el informe publicado por FESNAD, ‘La evidencia científica sobre el papel del yogur y otras leches fermentadas en la alimentación saludable’, diversos estudios han investigado la relación entre la ingesta de productos lácteos fermentados y la prevención o disminución de la incidencia de algunos de los procesos infecciosos más comunes, sobre todo de enfermedades gastrointestinales y respiratorias. Por ejemplo, parece existir relación entre el consumo de productos lácteos fermentados y el menor riesgo de padecer catarro común en personas ancianas y de infecciones gastrointestinales en niños.
- Para contrarrestar los efectos de los antibióticos. El consumo de yogur y otros productos lácteos fermentados antes, durante y después del tratamiento con antibióticos, podría disminuir el riesgo de sufrir diarreas asociadas al uso de antibióticos, ejerciendo un efecto preventivo.
- Tratamiento contra la bacteria Helycobacter Pylori. Los productos lácteos fermentados podrían actuar de forma sinérgica con el tratamiento médico estándar de erradicación de Helicobacter Pylori, una bacteria que infecta la mucosa gástrica y que puede llegar a producir desde una ulceración del estómago a una gastritis crónica. Así, el consumo yogur antes, durante y después del tratamiento contra la Helicobacter Pylori podría aumentar el efecto del medicamento entre un 5 y un 10%, según el informe de FESNAD.
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