A pesar de ser uno de los nutrientes básicos de nuestra alimentación, junto con las proteínas y los carbohidratos, tratamos de evitar las grasas porque las asociamos con el aumento de peso y el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.
Pero no todas las grasas son malas para la salud. Es más, algunas son beneficiosas y necesarias. Lo importante es distinguir las saludables de las que no lo son si se toman en exceso. Hasta hace poco hacíamos una distinción muy sencilla: las grasas vegetales se consideraban buenas, y las animales no tanto.
El aceite de palma y nuestra salud
En los últimos años ha habido progresos en los estudios científicos sobre los alimentos y, a día de hoy, que una grasa sea vegetal no la convierte en beneficiosa. El aceite de palma es el claro ejemplo de grasa vegetal que ha demostrado no ser nada saludable. Este aceite tiene en su composición un 50% de grasas saturadas, mientras que el resto de aceites vegetales suelen tener un 15%. Consumido en exceso, eleva el colesterol malo (LDL) en nuestra sangre, lo que aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.
Aún así, el aceite de palma se sigue utilizando de manera habitual, especialmente en productos alimentarios y en cosmética. Además, hasta hace un tiempo, la legislación permitía que apareciera el concepto de “grasas vegetales” en los alimentos, sin especificar cuáles, por lo que consumíamos aceite de palma sin tener ninguna conciencia de ello. Por suerte, la legislación cambió y ahora podemos detectar, leyendo los ingredientes, la presencia de aceite de palma en cualquier alimento.
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El aceite de palma y el medio ambiente
Además de lo poco recomendable que es para nuestra salud, la forma de producirlo tampoco es muy amiga del medio ambiente, ya que las plantaciones de palma aceitera, de la cual procede, provocan la deforestación de miles de hectáreas de selva tropical cada año y la pérdida de la biodiversidad en esas zonas.
El motivo principal es que su cultivo solo puede darse en los trópicos. En estas zonas es donde únicamente se dan las condiciones necesarias de humedad y temperatura para su crecimiento. Y en muchos casos se tala regiones naturales protegidas para sustituirlas por inmensas plantaciones de palmeras.
El aceite de coco ¿una alternativa?
Toca preguntarse si el aceite de coco es una alternativa saludable al aceite de palma. La respuesta no es sencilla, porque ambos aceites tienen un porcentaje elevado ácidos grasos saturados. De hecho, el contenido en grasas saturadas del aceite de coco es del 85%.
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El conflicto está en que estas grasas también tienden a aumentar el llamado colesterol bueno (HDL), producido por las lipoproteínas de alta intensidad, y que tiene un efecto positivo sobre nuestra salud. Parece claro que no merece aumentar el colesterol bueno a costa de aumentar el malo. Pero en un estudio reciente de la Universidad de Cambridge, realizado con 94 personas, los investigadores comprobaban con sorpresa que el aceite de coco aumentó el colesterol bueno de los participantes el triple que el aceite de oliva, además de no aumentar el colesterol malo. Con todo, no recomiendan excederse para nada en su consumo, porque aún no consideran que estos datos permitan dar barra libre, ni mucho menos, al consumo de aceite de coco, y recomiendan combinarlo con otro tipo de grasas, como la que encontramos en el aceite de oliva, soja o girasol, o en alimentos como el aguacate y el salmón.
El aceite de coco y el medio ambiente
En principio su cultivo no perjudica al medio ambiente, pero es cierto que su consumo es muchísimo menor que el del aceite de palma. En el caso de que este se disparara, las condiciones de cultivo son exactamente las mismas: se trata de monocultivos que solo pueden producirse en zonas tropicales. Y transportarlos al resto del mundo supone una elevada emisión de gases contaminantes.
En cualquier caso, como hemos dicho, su consumo a día de hoy es bastante minoritario y no resulta tan devastador, ni de lejos, como el aceite de palma.
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