Es necesario incluir frutas y verduras en nuestra alimentación diaria si queremos gozar de buena salud. Y es que estos alimentos tienen muchas propiedades imprescindibles para el buen funcionamiento de nuestro organismo, ya que mejoran nuestras defensas y nos previenen de muchas enfermedades.
Sin embargo, antes de llevarlas a casa, tanto las frutas como las verduras pueden contaminarse con muchos agentes patógenos: unos por estar expuestas directamente a los agentes de nuestro entorno, y otros por los pesticidas altamente contaminantes a los que se someten en el proceso de siembra y cultivo.
Por lo general, las frutas y verduras se consumen crudas y esto implica un mayor riesgo para la salud, por eso resulta muy importante aprender a lavar y desinfectar muy bien este tipo de alimentos, con el fin de disminuir notablemente el riesgo de sus diferentes contaminantes, que pueden estar presentes en la suciedad, el proceso de almacenaje, el transporte y, como hemos dicho antes, el uso de químicos y pesticidas con los que son cultivados.
Algunas cosas que hay que tener en cuenta
Lavar las frutas y verduras es una tarea aparentemente sencilla, que no requiere un gran esfuerzo, pero sí hay algunos aspectos importantes que deberías tener en cuenta:
- No podemos lavar en cualquier agua los alimentos frescos. Ha de ser agua potable, lo que significa que no nos sirve el agua de lluvia o el agua de una piscina, si estamos al aire libre.
- Debemos limpiar el área donde vamos a lavar las frutas y verduras. Del mismo modo, tenemos que asegurarnos de que el recipiente al que vana ir, una vez lavadas, está limpio también. También han de estarlo los cuchillos y utensilios que utilicemos para cortarlas.
- Lava muy bien tus manos antes de manipular la frutas y verduras. La higiene personal es fundamental para evitar la contaminación de todo tipo de alimentos.
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No todas las frutas y verduras se lavan igual
Pero es cierto que hay algunos pasos de lavado que son comunes a todos estos alimentos. Por norma general todos las frutas y verduras han de ser lavadas bajo el grifo del agua corriente, sin usar detergentes ni jabones porque podrían quedar restos en los alimentos. En la mayoría de los casos hay que lavarlas antes de pelarlas, como es el caso de las peras o los tomates. Pero hay excepciones, como brócoli o la coliflor, que necesitan librarse primero de hojas y tallos para que las flores puedan limpiarse bien.
Frutas y verduras de piel surcada o gruesa
En ejemplares como la naranja, el melón, la patata o tubérculos y raíces como el nabo, la zanahoria, la remolacha o la chirivía, que tienen la piel más gruesa y pueden tener surcos, se recomienda utilizar un cepillo mientras las lavas bajo el chorro de agua, para eliminar todas las impurezas que no se pueden retirar con las manos.
También es importante en este caso pelar las piezas después de lavarlas, si tenemos pensado retirar su piel. Si por el contrario vamos a consumirla, podemos hacerlo tranquilamente después de haber utilizado el cepillo para limpiarla.
Para el secado de las piezas se recomienda utilizar toallas desechables de papel. Así evitas que los microorganismos existentes en paños de cocina se traspasen a los alimentos.
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El lavado de piezas pequeñas
Para este tipo de frutas y verduras es conveniente utilizar un colador mientras las dejamos bajo un grifo de agua potable. Mientras cae el agua es necesario frotar las piezas con las manos. Repite esta acción un par de veces por lo menos. Al igual que con las frutas y verduras anteriores, se recomienda secarlas con papel desechable con mucho cuidado de no estropear la consistencia de cada pieza. Puedes lavar así las fresas, uvas, arándanos y otras frutas y verduras de escaso tamaño como como los guisantes o las habas.
El lavado de las verduras de hoja
Son las más difíciles de limpiar porque cada hoja debería lavarse muchas veces. Antes de empezar, se recomienda retirar los tallos y hojas superficiales para usar aquellas que no estaban expuestas al exterior.
Llena un recipiente de agua potables y coloca cada hoja después de pasarla por el grifo. Déjalas ahí en remojo durante cinco minutos. En ese tiempo se despegarán de las hojas los restos de tierra y los pequeños insectos adheridos. Podemos añadir un poco de sal o de vinagre a este proceso para eliminar posibles microorganismos. En este caso, la recomendación para el secado es utilizar un colador para evitar que se estropeen las hojas.
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