Sabemos que somos lo que comemos, y que la dieta puede ayudarnos a mantenernos con mejor salud o, por el contrario, hacernos enfermar. De hecho, los expertos avisan: muchos tipos de cáncer parecen estar relacionados con una inflamación crónica que acaba dañando órganos y sistemas. Y, al parecer, nuestra alimentación juega un papel esencial en nuestro riesgo de sufrir cáncer de mama. Esto, al menos, es lo que se ha advertido en la última reunión en la que se dan a conocer los hallazgos más importantes relacionados con la oncología.
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Según el estudio del Grupo Geicam de investigación en Cáncer de Mama, que se ha presentado en el marco del 54º Congreso Anual de la Sociedad Americana de Oncología Médica (ASCO), aquellos alimentos y nutrientes que aumentan la inflamación podría incrementar el riesgo de tumores de mama, especialmente en las mujeres premenopáusicas y, en concreto, en los subtipos HER2+ y triple negativo.
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¿Qué es una dieta inflamatoria?
Se trata de un nuevo análisis de su estudio EpiGEICAM, que recopila información epidemiológica, incluida la dieta, de 973 casos de cáncer de mama de 23 hospitales españoles emparejados por edad y lugar de residencia. Este trabajo examina la asociación entre el Índice de Inflamación Dietética (DII®) (refleja el potencial inflamatorio de la dieta) y el riesgo de desarrollar cáncer de mama en función del estado menstrual y el subtipo histológico (el tipo de tumor).
Según la doctora Marina Pollán, jefe de Servicio de Epidemiología del Cáncer del Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III y miembro de GEICAM, “una dieta inflamatoria es aquella que incluye alimentos o nutrientes con efecto inflamatorio positivo (vitamina B12, carbohidratos, colesterol, grasas saturadas y grasas trans). La inflamación se relaciona con el cáncer en general y con el cáncer de mama a través de dos vías fundamentales: por un lado, en la respuesta inflamatoria se generan radicales libres que podrían dañar el ADN y favorecer la aparición de células cancerosas, y éstas se ayudan de la respuesta inflamatoria para su crecimiento”.
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Por contra, añade la experta, “una dieta antiinflamatoria incluye alimentos o nutrientes con efecto inflamatorio negativo como ajo, cebolla, jengibre, azafrán, cúrcuma, orégano y tomillo, té verde y negro, eugenol, fibra, magnesio, niacina, ácidos grasos omega 3, riboflavina, vitaminas A, C, D E, flavonoides e isoflavonas”.
¿Por qué es buena la dieta mediterránea?
Numerosos estudios ya han apuntado a la dieta mediterránea como una de las mejores para combatir el cáncer y, en concreto, el cáncer de mama. Según la doctora Pollán, "cuenta con alimentos ricos en nutrientes antiinflamatorios, por tanto, podría prevenir la aparición de tumores de mama, entre otras vías, por la de la prevención de la inflamación. Por ejemplo, el ajo y la cebolla son ingredientes fundamentales en este tipo de dieta, así como especias como el orégano o el tomillo, las frutas y verduras (ricas en vitaminas, fibra y antioxidantes) el pescado con alto contenido de ácidos grasos omega 3".
Otros estudios anteriores ya han señalado los beneficios de esta dieta. Es el caso de un estudio realizado en la Universidad Estatal de Ohio (Estados Unidos) y publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Science. Según esta investigación, este tipo de dieta podría evitar que la apoptosis, el mecanismo por el que nuestras células mueren de forma programada y se evita la aparición de tumores.
Al parecer, la dieta mediterránea no solo es buena para mantener un óptimo estado de salud, sino también para impedir que estas células tumorales, especialmente las que provocan cáncer de mama, se vuelvan inmortales. La clave la tiene un compuesto, la apigenina, un flavonoide (antioxidante) presente en alimentos como el perejil, el apio y el té de manzanilla, así como en frutas y verduras (todos ellos presentes en la dieta mediterránea). Esta sustancia es capaz de volver mortales a las células cancerosas y, por tanto, evitar la enfermedad.