Por muy healthy que una quiera ser, si nos dan a elegir entre un plato de acelgas y una porción de chocolate (y si pudiésemos responder con total honestidad), optaríamos por la opción del chocolate casi con total seguridad. Sabemos que las frutas y verduras son importantes y siempre benefician a nuestra salud, pero nuestro cerebro no parece querer darse por enterado.
El dulce provoca una sensación de placer y saciedad tan inmediata que, ante las dos opciones, el chocolate sale vencedor. Pero no nacimos odiando las acelgas y adorando el chocolate: hemos ido adquiriendo el hábito de comer una u otra cosa con el paso del tiempo y el cerebro ha elaborado tipos de respuestas diferentes para ambos tipos de alimentos.
Por suerte, un estudio realizado por la Universidad de Tufts demuestra que se puede entrenar al cerebro para que sienta el mismo deseo ante la comida saludable, y encuentre en un plato de menestra la misma satisfacción que en una tarta de chocolate. Con un poco de constancia, podemos hacer que nuestro cerebro sea feliz cuando comemos verduras. Solo hay que guiarle por el buen camino.
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Las verduras también tienen sentimientos
Aprovecha las comidas con amigos o las celebraciones para tomar platos que contengan verduras. El contexto, repleto de emociones positivas, por sí solo hará que te sepan mejor y, además, si tu cerebro asocia lo que has comido a una experiencia placentera recordará esa sensación cuando vuelva a tener ese plato delante, porque el aprendizaje sensorial es asociativo.
Reorganiza la cocina
Deja las verduras a la vista, tu cerebro de acostumbrará a ellas y le parecerán una buena opción cuando tengas hambre. Deja preparados tentempiés como zanahorias cortadas o apio en los estantes centrales del frigorífico junto al queso ligero o hummus. Será lo primero que te encuentres al abrir la nevera y, posiblemente, lo primero que comas.
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Llena tus platos de color
La verdura no es solo de color verde. De hecho, este color en el plato puede provocar el rechazo del cerebro cuando no está acostumbrado a comer vegetales de forma habitual.
Dale color a tus comidas y hazlas más atractivas y saludables con el blanco de los puerros, cebollas y coliflor; el naranja de la zanahoria, calabaza, y batata; el morado de la lombarda y las berenjenas; el rojo de los pimientos y el ruibarbo; y cómo no, el verde de las alcachofas, brócoli, calabacín, etc.
Haz saltar las alarmas
Las visitas al supermercado pueden ser muy tentadoras. Si además de comprar las verduras que te habías propuesto llenas tu carro con alimentos muy procesados y poco saludables, serán estos últimos los que te comas de manera más inmediata mientras los vegetales frescos se mueren de la risa en tu nevera. Lee las etiquetas de los productos que compres y escucha en tu cabeza cómo saltan las alarmas ante el exceso de azúcares y las grasas saturadas. Así podrás evitar que aquellos que no son saludables entren a formar parte de tu cesta de la compra.
Todos los cambios llevan tiempo
En concreto, 21 días, según los expertos. Haz que las verduras formen parte de tu vida de forma visible, que te resulten tan deliciosas como saludables y no decaigas en tu empeño. Y antes de lo que te imaginas no podrás vivir sin ellas sin necesidad de camuflarlas en croquetas o quiches.
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