Pocas personas de a pie conocen las siete tipologías de hambre que existen, que compartimos, en general, todos los seres humanos. Además de la que nos ocupa, también actúan el hambre mental, celular, de nariz, de boca, de estómago y de corazón. Términos que pueden resultar poco familiares, pero a los que es necesario poner atención. Más aún en la era Instagram, en la que las imágenes de comida apetecible invaden la red. Esta tendencia tendría relación directa con el fenómeno conocido como hambre visual, que, aunque pueda sonar a inofensivo, conviene saber controlarla.
Si en 2015 la revista científica Brain and Condition hacía público un estudio que afirmaba que podríamos engordar ante tanto hashtag sobre comida viral, hoy existen técnicas y profesionales que trabajan para reducir este aspecto que puede desembocar en un atracón. Marta García, psicóloga y experta en psiconutrición del Centro de Nutrición Julia Farré (www.centrojuliafarre.es), es una de ellas y propone dos opciones para hacerle frente.
¿Cómo ocurre?
El refrán "engorda más el ojo que la tripa" podría ser la respuesta más clara a la pregunta. La comida tiene la capacidad de influir en los sentidos y estos, a su vez, en nuestra mente. Se trata de una sensación de apetito por el simple hecho de ver comida, aunque en un principio estuviéramos saciados. Así lo explica la psicoterapeuta: "Estamos en un restaurante y sentimos que estamos llenos, pero de repente aparece un camarero con un carrito de postres. Entonces nos apetece probarlo". La publicidad o los propios restaurantes jugarían con este concepto: "cuidan la presentación de los platos o diseñan un envoltorio muy atractivo para crear ese deseo".
Consejos
Las redes sociales no colaboran en la tarea de renunciar a un dulce o a un simple plato apetitoso, de hecho, hacen más intensa la tentación. Además de los típicos tips como, por ejemplo, evitar rebuscar en la etiqueta #foodporn, consumir snacks saludables o no acercarse a los escaparates de las pastelerías muy a menudo, Marta García recomienda "controlar y conocer cómo desconecto de mi hambre real". Para ello propone dedicar un momento al día para alimentar la vista, es decir, mediante fotografías o contacto directo deberíamos disfrutar de aquello que sea belleza para nosotros, de forma que cuando nos encontremos ante una comida atractiva ya no nos seduzca. "Hay que realizar un ejercicio diario con aquello que nos resulte bello a nivel visual, no solo comida" aconseja la experta. Por último, considera importante que se adquiera un hábito en el que, una vez a la semana, se prepare una cena o un almuerzo completo para nutrir nuestra vista. En ella deberíamos cuidar desde la presentación de los productos a la cubertería. Un pequeño gran ritual.