Si bien la resiliencia es la capacidad de las personas para adaptarse y superar circunstancias difíciles en sus vidas, este término -muy de moda en la actualidad aplicado al ámbito de la psicología y el bienestar- también es extensible al urbanismo. De este modo, las ciudades resilientes son aquellas que están preparadas para el cambio y cuentan con medidas adecuadas para recuperarse de alguna crisis con el fin de aprender de ella y evitar que se repita. Además, este tipo de metrópolis promueven el bienestar de sus habitantes con pautas que beneficien de manera colectiva su estructura o funcionamiento.
Así, una agricultura apoyada por la comunidad, la peatonalización, unas redes de comunicación eficientes, el uso de biocombustibles o la promoción de sistemas públicos de transportes sostenibles como la bicicleta, serían algunos de los aspectos que la Fundación Rockefeller, a través de su programa 100 ciudades resilientes, considera necesarios para que una urbe sea considerada bajo este calificativo.
Desde los terremotos a las inundaciones, la inmigración o los ciberataques, todas las ciudades y sus habitantes son susceptibles de enfrentarse a una serie de problemas y tensiones, ya sean naturales o creadas por el hombre. Una serie de desafíos que surgen como resultado de la rápida urbanización, un clima cambiante y la inestabilidad política, entre otros, y de los que deben recuperarse rápidamente.
Con este fin, surgió en 2002 el programa internacional de resiliencia urbana ONU-Habitat, para el cual "una ciudad resistente evalúa, planifica y actúa para prepararse y responder a todos los riesgos, repentinos y de inicio lento, esperados e inesperados". Al hacerlo, están en mejores condiciones para proteger y mejorar la vida de las personas, conseguir un mayor desarrollo, fomentar un entorno sostenible e impulsar cambios positivos.
Barcelona, un ejemplo de ciudad resiliente
San Francisco, Ciudad de México, Atenas, Lisboa, Milán o París son algunas de las ciudades que podrían ser calificadas como resilientes y que la Fundación Rockefeller ha incluido en su lista. Pero entre ellas, tan solo figura una española, Barcelona. La capital catalana lleva años trabajando en este campo y se ha convertido en todo un referente a nivel internacional. Según su Ayuntamiento, a lo largo de la historia la ciudad ha realizado acciones de mejora en el ámbito urbano, tanto después de episodios climatológicos intensos, como a raíz de insuficiencias tecnológicas y de los servicios.
Aunque no se enfrenta a grandes riesgos naturales, como ocurre en otros lugares del mundo, sí está expuesta a riesgos más propios de las grandes ciudades como la concentración de personas o los incidentes en el ámbito tecnológico. De hecho, su eficaz metodología de trabajo y su enfoque innovador han hecho que ONU-Habitat la nombre sede de su programa de resiliencia urbana.