Educar bien a un perro es esencial si queremos mantener una buena convivencia. Sin embargo, tanto si es la primera vez que tenemos una mascota en casa como si ya hemos tenido otras, es frecuente que cometamos errores en su educación. Probablemente, no seamos conscientes de ellos y, la mayoría, se deben al profundo amor que sentimos por nuestro animal de compañía. Sin embargo, no hay que olvidar que hay que poner límites y no humanizarles, puesto que puede repercutir en su bienestar.
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Los primeros días sí cuentan
Aunque pensemos lo contrario, un cachorro no es demasiado pequeño para educarle. Desde el primer día debemos enseñarle “normas para garantizar una buena convivencia. Por ejemplo, a no subirse a la cama si no queremos, que no nos moleste si estamos comiendo, etc. Después, podemos empezar a educarle para que haga pis en un empapador y, cuando pueda salir a la calle, a hacerlo fuera”, indica Alfons Pallars, adiestrador, etólogo y técnico en terapias asistidas con animales.
Humanizarles
Es muy perjudicial para ellos y, generalmente, el germen de futuros miedos, fobias o ansiedad por separación. “Cuando les tratamos como si fueran bebés, les sobreprotegemos o les mimamos más de lo debido, en especial cuando son cachorros, no les permitimos evolucionar e impedimos que se desarrolle adecuadamente la impronta”. Ésta es una fase que suele darse entre la tercera y la octava semana de vida. Es esencial para que el cachorro conozca el entorno, a sus congéneres, aprenda a relacionarse, interactuar y a encontrar su sitio. “Si ésta no se desarrolla adecuadamente, los animales pueden volverse miedosos y agresivos”, señala el experto.
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Perder la paciencia
Otro de los errores comunes que podemos cometer es no ser constantes. La educación de un perro o gato requiere paciencia y repetición, ya que de esta manera aprenderá un determinado comportamiento y evitaremos otros que puedan perjudicar la convivencia o su salud. Por ejemplo, "un perro, sea de la raza que sea, no nace sabiendo andar bien con la correa. Debemos enseñarle a que camine junto a nosotros, a que no se cruce, o no tire de ella etc, ya que su tendencia natural será tirar para olisquear o curiosear", recuerda el etólogo.
Castigarle
El castigo, los gritos o las reacciones exageradas pueden generar miedos y afectar al vínculo entre dueño y mascota. Antes de reprender su comportamiento, intenta practicar las órdenes de obediencia y premiar sus aciertos (refuerzo positivo). Otro error común relacionado con el castigo es enfadarte con tu animal después de una mala acción. “Si le castigamos o le gritamos después de haberse comido algo el animal no sabrá por qué estamos enfadados, ya que no asocia su acción con nuestra reacción. Lo ideal es anticiparnos y reforzar las órdenes como ‘no’, ‘suelta’, ‘quieto’. Un truco: podemos dejar trozos de comida en el suelo en un lugar donde lo controlemos y, cuando vaya a comerlo, dar la orden”, aconseja Pallars.
Premiarle siempre con comida
El refuerzo positivo y los premios tras una buena acción pueden consistir en caricias, alabanzas, etc, ya que el animal también entenderá que lo ha hecho bien. “Si le vamos a premiar con comida porque se trata de una orden más complicada es mejor darle una croqueta de su propio pienso para no desequilibrar su alimentación y aumentar el riesgo de que engorde”, advierte la veterinaria Gemma Baciero, de Royal Canin. Del mismo modo, tampoco debemos obsequiarle siempre, y menos si no ha hecho nada para ganárselo. “En la medida de lo posible, hay que intentar premiarles a cambio de algo, no porqué sí”, insiste el educador canino.
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Permitir que muerda
Durante el juego, nuestra mascota puede emocionarse y mordernos. No podemos permitirlo. De hecho, si observamos el comportamiento animal mientras están jugando, veremos que si uno hace daño a su compañero, éste se quejará e interrumpirá el juego. Esto es lo mismo que debemos hacer nosotros, es decir, hacerle notar que nos ha hecho daño y dejar de jugar con él, pero nunca utilizar la violencia para castigarle.
Despedirte como si fuera el último día
Se trata de otro error que cometemos muchos dueños de perros y que tiene que ver con nuestra tendencia a humanizarlos. "Las despedidas deben ser cortas y firmes, así como el saludo cuando volvamos a casa. De lo contrario, también estamos exponiendo a nuestro animal a que sufra estrés y ansiedad por separación”, alerta Alfons Pallars.
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Replicar nuestras medidas de higiene
“Un gato no necesita que se le bañe a no ser que esté muy sucio por alguna causa concreta. Y al perro no deberíamos bañarle más de una vez al mes”, recomienda Gemma Baciero. Por otro lado, tampoco es necesario que les cortemos el pelo en verano por el calor. “El pelo, siempre que no tenga nudos, es un aislante del frío o del calor”, recuerda la veterinaria.
Pensar que no pasan frío
Algunos perros, sobre todo los más pequeños, sí pueden pasar frío. Además, están acostumbrados a vivir con calefacción en el interior de las casas, por lo que no pasa nada si les ponemos un abrigo al salir para evitar los cambios bruscos de temperatura. “También podemos utilizar un impermeable cuando llueve si nos resulta más cómodo para no secarles después. Es difícil que se resfríen por la lluvia porque el pelo los protege, pero si tienen el pelo corto y pasan frío sí se puede debilitar su sistema inmunológico y ser más propensos a las infecciones, del mismo modo que puede ocurrirnos a nosotros”, indica Gemma Baciero.