Desde el lugar en el que vivimos, el agua que bebemos, el aire que respiramos, los edificios que habitamos… Todo nuestro entorno influye y tiene una huella medioambiental en nosotros. Así, la contaminación de las grandes ciudades y la escasez de espacios verdes, no sólo están afectando al clima y la biodiversidad, sino que también tiene repercusión sobre la salud de las personas -siendo los niños, ancianos y enfermos los grupos más vulnerables a estos cambios-. ¿Sabías, por ejemplo, que solo en España, la contaminación atmosférica se cobra la vida de 16.000 personas al año, lo que supone cuatro veces más que las producidas en accidentes de tráfico?
Estudios recientes, como el publicado por el Observatorio DKV de Salud y Medioambiente, apuntan a la contaminación y otros factores ambientales, junto a un estilo de vida poco sostenible, como las causas que explican el aumento de determinadas enfermedades, como el asma y las alergias, el cáncer infantil (vinculado a la exposición al humo del tabaco), o la radiación ultravioleta como principal detonante del cáncer de piel.
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“De hecho, cada vez se diagnostican más pacientes en los que ninguno de los padres eran alérgicos, achacando esta tendencia al cambio climático, polución y contaminación, hipótesis higienista, etcétera”, explica la doctora Mª Carmen García Avilés, alergóloga del Hospital Universitario HLA Moncloa. ¿La razón? El Comité de Aerobiología de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) apunta a que las partículas que desprenden los motores diésel y las calefacciones de las ciudades crean un ambiente hostil para las plantas y éstas para defenderse producen proteínas de estrés que hacen más agresivos los pólenes de zonas contaminadas de las ciudades, ocasionando mayor alergenicidad. Por otro lado, la escasez de lluvias también incrementa la contaminación y, al mismo tiempo, las afecciones respiratorias.
La Organización Mundial de la Salud también lleva años alertando de las consecuencias de la exposición a estos y otros riesgos ambientales, que condicionan nuestra vida incluso mucho antes de nacer. El plomo del aire, el mercurio de los alimentos, así como algunas sustancias químicas (como los plaguicidas utilizados en la agricultura), pueden tener efectos a largo plazo como infertilidad, abortos espontáneos y defectos de nacimiento.
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Ciudades enfermas
La contaminación del aire en las ciudades es, sin duda, uno de los mayores problemas ambientales a los que nos enfrentamos. Actualmente, las ciudades generan el 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero, debido en gran medida a los motores de los vehículos y las calefacciones de los hogares y edificios, lo que contribuye a que, año tras año, la temperatura del planeta aumente. Y el problema va a más. Se estima que para el 2050, habrá más de seis mil millones de personas viviendo en megaciudades (el doble que ahora) y el tráfico se habrá triplicado. ¿Te imaginas las catastróficas consecuencias de vivir en un mundo que ha sobrepasado sus capacidades?
Pero, no hace falta viajar al futuro. Sin ir más lejos, una investigación realizada por Sanitas, gracias a la Big Data, establece la relación entre las visitas a los servicios de urgencias por problemas respiratorios y los altos niveles de dióxido de nitrógeno registrados en Madrid en los últimos años –una de las ciudades que más rebasa los límites establecidos, según la Comisión Europea-. Para la doctora Gema Díaz Nuevo, del Servicio de Neumología del Hospital Universitario de La Zarzuela, no cabe duda de que se trata de una evidencia más de “las numerosas enfermedades que pueden ser causadas por la polución. Los efectos de la contaminación pueden ser a corto y a largo plazo incidiendo en la mortalidad de los pacientes con afecciones respiratorias y cardiovasculares”. De hecho, los datos de la OMS son reveladores: solo en España se estima que al menos el 53% de la población respira aire contaminado, lo que provoca anualmente la muerte de 16.000 personas. Una de cada ocho de estas muertes está relacionada con el incremento de emisiones de CO2, que desde el inicio de la década de los años 90 ha aumentado casi un 50%.
¿Qué puedes hacer tú?
Conocer los riesgos que existen y cómo podemos prevenirlos es una de las claves para poder disfrutar de una vida más saludable. Toma nota de lo que puedes hacer tú por el cambio climático y por tu salud.
- ¡Muévete de forma sostenible! Uno de los grandes retos pasa por replantearnos el modo en el que nos desplazamos en las grandes ciudades. Si dejásemos el coche en casa y optásemos por otras alternativas sostenibles como el metro, la bicicleta, el carsharing (coches compartidos), o el alquiler de coches eléctricos por minuto, cada conductor reduciría entre 500 y 725kg de sus emisiones anuales de CO2, según datos del Mineta Transportation Institute.
- Practica la ley de las tres ‘R’: reducir, reutilizar y reciclar. Sigue siendo una de las herramientas más eficaces para colaborar con nuestro entorno. De media, un ciudadano español genera 1,5 kilos de basura al día; lo que supone algo más de media tonelada al año. ¿De verdad crees que no se puede hacer algo al respecto? Recuerda que, además de los servicios municipales de recogida de basura, tu ciudad cuenta con los llamados puntos limpios, donde depositar todo tipo de componentes tóxicos: aparatos electrónicos, aceite de cocina, baterías de coche, pinturas, medicinas…
- Haz tu casa más ecológica. No son necesarias grandes inversiones; sino pequeños gestos que contribuyen al medioambiente. Por ejemplo, evita las luces halógenas y las bombillas incandescentes, ya que son las menos eficientes, y apuesta por las LED; elige electrodomésticos de clase A o superior, que consumen menos; utiliza cargadores solares para tus dispositivos electrónicos; reutiliza materiales reciclados para tus creaciones decorativas…