En una escala del 0 al 10, ¿qué nota le pondrías a tu felicidad? Los estudios demuestran que si le pones nota a tu felicidad, pero no haces nada por mejorarla, apenas mejorará a lo largo de tu vida. Si no haces nada, ¡nada cambia! Si quieres ser más feliz, ¡ponte manos a la obra! Es el consejo que la escritora y filósofa Elsa Punset nos da en su último libro, Felices (Editorial Destino), donde nos desvela cuál ha sido el secreto de la felicidad a lo largo de la historia y las diferentes culturas. Desde la antigua Roma hasta Japón y la India, te sorprenderá ver cómo cosas tan simples como una charla con un buen amigo, escuchar música o rodearnos de plantas son la clave para un mayor bienestar. Apunta estas pistas que nos ofrece la autora.
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1. Elige ser feliz
El filósofo Epicuro fue revolucionario en su época por esta idea tan sencilla: “¿por qué retrasas tu felicidad? No esperes, ¡elige ser feliz!” ¡Pero claro, nuestro cerebro programado para sobrevivir es como teflón para lo positivo, y velcro para lo negativo… Para ello, Epicuro nos dice: de entrada, olvida el pasado, ¡no lo arrastres contigo! ¿Por qué vas a ser infeliz ahora, simplemente porque lo fuiste hace un tiempo? ¿Tus padres fueron malos padres? ¿No has podido tener algo que querías? ¿Un amigo te ha hecho daño? No sigas sufriendo por ello, ¡vuelve al presente!
2. Respira, sonríe, ve despacio…
Está probado: todas las emociones dejan una huella en el cuerpo. Y al revés también funciona: ¡cada gesto y expresión corporal tiene un impacto sobre nuestras emociones! Sin embargo, si lo dejamos a su aire, nuestro cerebro programado para sobrevivir tiende a fijarse en lo negativo y a olvidar la importancia de los gestos y las actitudes más positivas. Así que, cada día, respira hondo, sonríe y ve despacio. Ánclate en el presente y saca tiempo para escribir una nota a un ser querido, para dar una llamada a un amigo, para celebrar con alguien un instante de bienestar…
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3. “¡Todavía no sé en qué puedo convertirme!”
¿Podrías describirte en 4 palabras? Todos tenemos una idea de quién creemos ser: impacientes, aburridos, creativos, generosos… Pero, ¡cuidado! Cuando nos describimos, sólo estamos describiendo cómo nos comportamos a diario, ¡nada más! Cambiad vuestros hábitos, ¡y cambiaréis de forma de ser! Hay que ser como el granjero que cultiva sus tierras: apuntaos a nuevas actividades, mirad el mundo desde una perspectiva diferente, cambiad de pensamientos… Cuando estamos abiertos al cambio, cada mañana es una oportunidad de pensar: “¡Todavía no sé en qué puedo convertirme!”
4. Celebra cualquier etapa de tu vida, no solo la juventud
La tiranía de la edad es un prejuicio profundo y arraigado, basado en el instinto evolutivo que premia la juventud física, esto es, el atractivo sexual y la fertilidad. De hecho, el paso a la madurez es algo relativamente nuevo: a principios del siglo XX, ¡la media de vida estaba en torno a los 49 años! Pero ese altar a nuestra juventud biológica implica el desprecio a la transformación de las personas a lo largo de toda la vida, y muchas personas se adentran con temor y vergüenza en esas etapas. ¡Rechaza el edadismo! Quienes escribimos y leemos estas palabras, tenemos la suerte de estar vivos para hacerlo. ¡No renuncies a nada solo por tu edad! Celebra pues cada logro, haz ritos de pasaje, enfréntate con curiosidad a tus cambios de etapa (pequeños y grandes) porque ellos te permiten abrir nuevas puertas, descubrir nuevos mundos.
5. Sal de tu zona de confort: pon en práctica un walkabout
Cuando llegan a la adolescencia, los aborígenes australianos tiene un rito de paso, duro y especial, llamado walkabout: se van a vivir solos al desierto durante seis meses. Ponlo en práctica y “engaña” a tu cerebro, que probablemente percibe el cambio como algo peligroso y cansado… Para emprender un “walkabout”, es decir, un tiempo de soledad en el que te estás buscando y retando a ti mismo, ¡no es necesario ir al desierto! Puedes hacer un viaje solo, retarte a hablar en público, ir solo a una fiesta, presentarte a desconocidos… Descubrirás y conquistarás tus recursos como un viajero sabio.
6. Consigue un entorno acogedor sin gastar más
¡Decorar es mucho más que crear ambientes bonitos! La vida no nos programó para vivir encerrados en espacios reducidos, diminutos, alejados de la vida natural. ¡Acabamos así por las presiones sociales y económicas que dominan nuestras vidas! Pero de forma más o menos sutil, el entorno influye poderosamente en nuestras emociones. Un entorno acogedor puede conseguir que nos sintamos más relajados, más seguros, más creativos... Y no, no se trata necesariamente de gastar más dinero, sino de optimizar el espacio en el que vivimos. Algunas ideas: las ventanas con vistas naturales tienen un impacto benéfico en el cerebro, si no las tienes pon plantas, o imágenes de plantas en tu casa. La chimenea también le sugiere al cerebro calor y vida. Si no tienes una, enciende velas y evita las luces artificiales demasiado crudas. Tampoco coloques tu mesa de trabajo de espaldas a una puerta: inconscientemente, te sentirías menos seguro. Y rodéate de belleza: pon fotos, cuadros o frases que te inspiren y te arranquen una sonrisa.
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7. Empieza a escribir tu propio diario
Un excelente hábito para ayudarnos a superar las inevitables crisis y dificultades de la vida es escribir un diario. ¿Por qué? Porque poner las cosas negro sobre blanco nos ayuda a entenderlas, a poner distancia emocional y reflexión, a saber que podemos encontrar soluciones a muchos problemas. A través de la escritura, también podemos vigilar nuestros hábitos y fortalecernos gracias a nuestra propia experiencia. Una sugerencia que seguía el famoso filosofo Marco Aurelio cuando escribía sus diarios: cuando escribas, no uses solo la primera persona -yo-, usa también “tú, ellos, nosotros”-… Te servirá para despersonalizar la experiencia que estás describiendo y tomar una sana distancia. Cuando analizamos una situación desde múltiples perspectivas, logramos una mente más flexible.
8. ¡Renuncia voluntariamente a un placer durante unos días!... (por ejemplo, al café)
Una de las estrategias más sencillas de llevar a cabo —y, sin embargo, sorprendente y divertida—, es aprender a renunciar a algo temporalmente, aunque no te haga falta hacerlo. ¿Por qué? Porque el cerebro se acostumbra a las cosas, sobre todo a las cosas agradables… y, al final, dejamos de disfrutarlas como al principio. Así que haz como los filósofos estoicos: renuncia durante unos días a algo que disfrutas de forma habitual. Por ejemplo, ¡el café! Verás como cuando vuelvas a hacerte una taza de café, lo disfrutarás de nuevo mucho más, ¡con más ganas, más agradecimiento, y una capacidad más intensa de disfrute!
9. Conecta con el mundo real a través de la música
Imagina que has nacido en una cueva: estás atado a un muro y solo ves sombras. Como no puedes salir, crees que esas sombras son el mundo real. Con esta imagen, Platón quería recordarnos que nuestros sentidos, siempre limitados, son las cuerdas que nos atrapan y no nos dejan ver más allá de sus confines... ¿Quieres experimentar el mundo desde perspectivas menos racionales, menos limitadas y rígidas? ¡Es fácil! Sumérgete en una pieza de música. Elige, nos dice Platón, una pieza instrumental, y durante la audición cierra los ojos e intenta experimentar esta música de forma no racional: no la juzgues, déjate llevar, intenta convertirte en esa música, ser música…
10. El mejor remedio es un buen amigo
Desde hace siglos, los sabios griegos y romanos recomendaban, para ser felices, el poder de la amistad. Y nuestro mundo contemporáneo les da la razón: la soledad mata, y nada afecta tan negativamente al envejecimiento como la falta de relaciones sociales positivas. ¿Y lo que más dispara nuestra capacidad de superar obstáculos? ¡El afecto de los demás! No hace falta que nos rodeemos de muchos amigos, sino de algunos amigos que nos conocen y quieren bien. Si no los tienes, ¡ponte esa meta! Para conseguirla, descubre nuevas aficiones o practícalas con otras personas, en clubes, viajes organizados, charlas y talleres variados… ¡Un buen amigo es una gran fuente de felicidad!