Notarás que se te acelera el corazón, que una leve tensión se apodera de ti, que un escalofrío mezclado con una sensación de calor te recorre todo el cuerpo o incluso que te quedas sin respiración. Todo esto es lo que provoca un beso. Es más, según algunos biólogos, el contacto con los labios y la saliva de otra persona cuando se comparte una comunicación mental satisfactoria y la suficiente atracción física genera un efecto tan abrumador que podría compararse a una sobredosis de anfetaminas. Sin embargo, a través de los besos también podemos llegar a contraer enfermedades como la mononucleosis, popularmente conocida como “la enfermedad del beso”, pero no es el caso de la hepatitis C. Aprovechamos que hoy se celebra el Día Mundial de esta enfermedad para desterrar algunos mitos.
Aunque un 32% de los españoles así lo crea, la saliva no es una vía de transmisión de la hepatitis C. Tampoco lo son los estornudos o la tos, como también sostiene un porcentaje de la población. “La vía de transmisión fundamental de la hepatitis C es el torrente sanguíneo, es decir, por contacto directo con sangre infectada”, aclara Jesús Fargas, responsable de Relaciones Institucionales de la Federación Nacional de Enfermos y Trasplantados Hepáticos (FNETH).
Durante la presentación del informe “Percepción social de la hepatitis C en España”, promovido por Fundación MÁS QUE IDEAS y FNETH para identificar las áreas de intervención prioritarias para el control de la patología: la prevención, el diagnóstico y el estigma, los expertos han reconocido que, a falta de una vacuna que proteja de la hepatitis C, solo se puede reducir el riesgo de contraer dicha enfermedad fomentando un mayor conocimiento de la misma entre la sociedad.
Conocer los riesgos de la Hepatitis C, el primer paso para prevenirla
Las personas a las que se han destinado más campañas y esfuerzos en concienciación han sido los jóvenes. “Pero esto no son más que prejuicios”, asegura Juan Andrés Ligero, profesor asociado del Departamento de Análisis Social de la Universidad Carlos III de Madrid. El experto indica que, según ha revelado el estudio, los jóvenes mantienen mejor actitud preventiva y son perfectamente conscientes de las malas prácticas que pueden llevarles a contraer la hepatitis C.
El grupo de riesgo se traslada al colectivo de personas que supera los 55 años de edad. “Los mayores de 55 años y con menor nivel cultural están tienen una falsa sensación de seguridad que puede llegar a ser muy peligrosa”, advierte Juan Andrés Ligero. Ante esta situación, cabe destacar las prácticas que suponen un riesgo de contagio, por mínimo que sea:
- No se deben compartir enseres domésticos que puedan causar hemorragias, como cuchillas de afeitar o cepillos de dientes. Esto es algo que, según el informe, desconoce un alto porcentaje de encuestados. En concreto, un 28% comparte material de higiene.
- No curar heridas domésticas sin guantes. Y es que, las personas pueden estar infectadas por la hepatitis C y no manifestar síntomas y, en muchos casos, desconocer que son portadoras del virus. Puede producirse una transmisión si la sangre de quienes portan el virus y no presentan síntomas entra en contacto con la sangre o los tejidos de otra persona. Un 41% no utiliza guantes para cuidar heridas de otras personas.
- Realizarse tatuajes, perforaciones corporales o sesiones de acupuntura con material reutilizado. A fin de reducir el riesgo de contraer hepatitis C en aquellas situaciones en las que hay posibilidad de que se produzca un pinchazo en la piel, es conveniente asegurarse de que todo el material ha sido perfectamente esterilizado y se cumplen los protocolos marcados sanitariamente. En el caso de los tatuajes, por ejemplo, debes asegurarte que la tinta utilizada se abre delante de ti. De los riesgos derivados de estas prácticas es consciente el 84,1% de la sociedad, lo que significa que un 15,9% aún lo desconoce.
- Tener una relación sexual sin protección. La transmisión sexual es muy poco frecuente, pero no imposible. De hecho, el riesgo de transmisión a través de las relaciones sexuales podría ser mayor cuando una mujer tiene la menstruación o cuando uno de los miembros de la pareja presenta lesiones genitales. La encuesta revela que un 76% de la sociedad es consciente de que el preservativo evita contagios; sin embargo, solo el 24% de las personas utilizan el preservativo en todas las ocasiones. El resto percibe que el hecho de tener una pareja estable no expone a contraer la enfermedad por vía sexual.
La información, clave para mejorar de diagnóstico
El desconocimiento acerca de la hepatitis C, sus posibles repercusiones, vías de transmisión y formas de diagnóstico no solo contribuye a una deficitaria y preocupante concienciación social en materia de hábitos preventivos y estigmatización social asociada a esta enfermedad. Esto se traduce en que la detección precoz de la enfermedad sea más complicada y, por tanto, el horizonte de erradicación de la patología se vea difuso.
“De nada sirve que la ciencia haya conseguido avances históricos en la investigación de fármacos antivirales potentes si el 40% de la sociedad no sabe que la epidemia de la hepatitis C se cura”, lamenta Jesús Fargas. A este respecto, subraya que “aunque la enfermedad no se cura, la industria farmacéutica ha permitido eliminar al asesino silente, el virus de la hepatitis C, para que deje de ser una epidemia”.
Con respecto al diagnóstico, este informe establece que un 85% sabe que la hepatitis C puede detectarse a través de un análisis de sangre, pero sólo uno de cada cinco se ha realizado esta prueba, y en casi dos terceras partes lo hizo por iniciativa de terceras personas. Además, una de cada cinco personas no sabe que el hígado es el principal órgano afectado, más de un 30% no asocia la patología con la cirrosis y el cáncer de hígado, pese a que son sus complicaciones más frecuentes y las principales causas de muerte en personas con esta enfermedad.
El desconocimiento de la Hepatitis C alimenta el estigma hacia los pacientes
El desconocimiento sobre la hepatitis C no solo obstaculiza su erradicación, sino que potencia la estigmatización de los pacientes. Diego Villalón, presidente de MÁS QUE IDEAS, insiste en que “las actitudes estigmatizadoras hacia las personas con hepatitis C están relacionadas con el desconocimiento en torno a la enfermedad”. Según la investigación, las personas que más estigmatizan son mayores de 55 años y tienen estudios primarios. Estas personas también tienen una actitud baja de autocuidado hacia la salud y un menor conocimiento de la enfermedad. Frente a ellos, quien mejor conoce la patología tiene entre 30 y 60 años, estudios superiores, experiencias previas cercanas de enfermedad grave, una visión poco estigmatizadora de la hepatitis C y tendencia a desarrollar más prácticas preventivas.
La mayoría de las actitudes sociales inducen a responsabilizar al paciente de contraer la enfermedad por incurrir en actos como el consumo de drogas, algo que indudablemente afecta a su autoestima y calidad de vida. A este apartado corresponde una de las conclusiones más demoledoras del trabajo: que uno de cada cinco no contrataría, o lo intentaría evitar, a una persona con hepatitis C; siendo este el mismo porcentaje que no conviviría con una persona con esta enfermedad, o intentaría evitarlo.