El tabaquismo es un problema de salud pública de primer orden. A nivel mundial existen 1.200 millones de fumadores y se producen 6 millones de muertes cada año debidas al tabaco. Este hábito afecta especialmente a los países desarrollados. En el ranking de la Unión Europea, España es el 9º país con mayor número de fumadores (29% de la población). Pero la peor noticia es que el paulatino descenso experimentado tras la última modificación de la Ley Antitabaco se ha estancado: el retroceso en la cantidad de varones que fuman se ha visto compensado con el aumento del consumo de tabaco entre las mujeres, sobre todo en el grupo de las más jóvenes.
La mujer se ha incorporado tarde, pero con fuerza al hábito de fumar. Fuma por razones bio-psico-sociales, estrés, aburrimiento, frustración, imitación, socialización… Una vez enganchada, existe una serie de diferencias específicas que determinan la dependencia o la deshabituación tabáquica: la percepción corporal, el control del apetito, la regulación del estado de ánimo o el autoestima, entre otras. Esto ha generado un aumento considerable de casos de mujeres con problemas ginecológicos y reproductivos o con riesgo de desarrollar cáncer cervical, pero también ha propiciado un incremento de los porcentajes de cáncer de pulmón en el sexo femenino. La EPOC, una patología predominantemente masculina, es otra de las que cada vez afecta a más mujeres. Y es que, las enfermedades relacionadas con el tabaquismo se desarrollan a niveles más bajos de consumo en el sexo femenino.
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La EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica) aparece cuando se produce un daño irreversible en los bronquios debido al consumo prolongado de tabaco. Esta enfermedad se caracteriza por una obstrucción de los bronquios que no permite el paso del aire adecuadamente. Su relación causal con el tabaco es indiscutible: el 80-85% de pacientes con EPOC fueron fumadores. En España, la EPOC es la primera causa de muerte evitable. En 2015 fue la cuarta causa de muerte, matando cada año a unos 18.000 españoles.
Información y mensajes más incisivos, dos antídotos contra las campañas de la industria tabaquera
Las poderosas y potentes campañas de la industria tabaquera precisan de una acción política contundente. Son los gobiernos quienes, sin desfallecer, han de intervenir, legislar y velar por el cumplimiento de las medidas para el control y prevención del tabaquismo así como para la defensa de los derechos de los no fumadores, favoreciendo además la aceptación social al respecto. La estrategia para conseguir una sociedad sin tabaco requiere ir más allá de insistir en mensajes sobre los beneficios de dejar de fumar, prohibir la venta a menores, aumentar los impuestos sobre el tabaco, controlar la publicidad de las compañías tabacaleras, regular el contenido de los cigarrillos o priorizar los espacios libres de humo.
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Sin embargo, los gobiernos pecan de asignar escasos recursos a la asistencia e investigación en tabaquismo. De ahí que sea clave que, de forma generalizada, los profesionales sanitarios de todos los ámbitos de la salud –preventivo, asistencial y rehabilitador- se involucren en dar solución. ¿Cómo? Una de las principales estrategias pasa por un manejo más incisivo de la información; por conseguir que a la sociedad le dejen de llegar mensajes sutiles y permisivos en pro de una información más clara, directa y mordaz. Para que la sociedad interiorice que fumar no “perjudica seriamente la salud”, sino que “fumar mata”; para que tome conciencia de que el tabaquismo es una drogadicción, una enfermedad crónica de carácter adictivo y recidivante, con efectos catastróficos sobre la salud, perjudicial para la población infantil y para los fumadores pasivos.
Los datos no deben quedarse fuera de esta estrategia. Debemos evolucionar de la timidez en el ofrecimiento de datos a manifestar que el 80% de los cánceres en pulmón están relacionados directamente con el consumo de tabaco. Es la mejor forma de concienciar y tratar de prevenir el tabaquismo, enfermedad que se considera el problema más importante entre los susceptibles de prevención. La comunicación y el lenguaje empleado son clave para hacer que la sociedad tome conciencia de lo perjudicial que es el tabaco para la salud, los años de vida que resta y la pésima calidad de vida que genera.
Al margen de la comunicación, el profesional de la salud es un elemento básico para ayudar y acompañar a la sociedad fumadora en el proceso de deshabituación. Solo él dispone de las herramientas útiles y necesarias para conseguir la abstinencia y una calidad de vida “respirable”. El profesional trabaja la motivación y la autoeficacia como recursos propios del paciente; ayuda a romper con las reglas que la nicotina establece a través del hábito y la dependencia. Así que, si eres fumador o fumadora piensa en respirar, libre, sin humos, sin restricciones ni obstrucciones.
Respirar es vivir. ¡Vive respirando!
Zulema Gancedo, enfermera en la Unidad de EPOC y Tabaquismo en el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla (Santander)