Diversos estudios indican que, entre los años 2015-2020, las enfermedades alérgicas pueden llegar a afectar al 50 % de la población general de los países desarrollados. Por ello, en los últimos años hemos visto importantes avances científicos y mejoras en el tratamiento de las enfermedades alérgicas (medicamentos, inmunoterapia específica). Estos progresos científicos en alergología contrastan con la falta de esfuerzos para erradicar los innumerables mitos y creencias que circulan sobre la alergia.
“En el caso de los niños, es frecuente pensar que la alergia va a desaparecer con la edad. Aunque es cierto que esto puede ocurrir en algunos casos, no suele ser la norma, sino más bien la excepción”, advierte el doctor Alberto Álvarez-Perea, del Servicio de Alergología del Hospital Materno Infantil Gregorio Marañón (Madrid). Este experto señala los mitos más extendidos en nuestro país sobre alergias primaverales y sobre los tratamientos que se utilizan para mejorar sus síntomas y ofrece la explicación por la que deben desterrarse urgentemente.
¿Qué es la alergia primaveral?
La alergia es una reacción anormal que se produce cuando el organismo entra en contacto con determinadas sustancias provenientes del exterior llamadas alérgenos. Los más comunes se encuentran en los pólenes de plantas (gramíneas y olivo), en los ácaros del polvo, en hongos, en los pelos de animales, en el látex, en algunos alimentos y en medicamentos. El sistema inmunológico es el encargado de proteger nuestro cuerpo de las infecciones y de otras agresiones. Pero cuando este no funciona correctamente, una de sus manifestaciones son las alergias.
“El cuerpo reacciona de forma exagerada ante sustancias que deberían ser inocuas, como el polen o los ácaros. Esto se puede reflejar en muchos órganos: en la nariz (rinitis) o en los ojos (conjuntivitis), por poner un ejemplo”, detalla el experto. Se producen enfermedades alérgicas. Las más frecuentes son la rinitis, la conjuntivitis, el asma bronquial extrínseca, la dermatitis atópica, la dermatitis de contacto, la urticaria, el angioedema, la anafilaxia, la alergia a alimentos, la alergia a medicamentos, la alergia a látex y la alergia a himenópteros.
Con respecto a las alergias respiratorias causadas por los pólenes, el doctor Álvarez-Perea explica que estas suelen ser estacionales, es decir, que sólo se dan cuando el polen causante de la alergia está presente en el aire. “En nuestro país, los pólenes que producen alergias con más frecuencia son el de las gramíneas y el de los olivos. Estos dos tipos de planta polinizan en los meses de primavera (entre abril y mayo, principalmente). Por ese motivo, la mayoría de los alérgicos a pólenes en España tienen síntomas en ese período, y a estos síntomas, que incluyen picor de nariz, picor de ojos, estornudos, lagrimeo, mucosidad nasal, tos, dificultad para respirar, etc, se les llama coloquialmente alergia primaveral”, subraya.
Seis mitos sobre los tratamientos para las alergias
- Las alergias se heredan. Falso. “Las alergias tienen un componente genético, por lo que es más frecuente tener alergia si los padres la sufren. Sin embargo, lo que se puede heredar es la tendencia a ser alérgico, no la alergia a algo concreto”, suscribe el experto.
- Los productos caseros pueden acabar con los síntomas de la alergia. Falso. “Estos productos que se anuncian como tratamiento para la alergia no están avalados por la ciencia. Son preparados homeopáticos, jalea real, tabletas de pólenes, miel… En este apartado entran también los remedios caseros como los vapores de eucalipto o el hábito de poner una cebolla partida en la habitación durante las horas de sueño”, asegura el doctor.
- Si los síntomas mejoran con un antihistamínico, significa que tengo alergia. Falso. “Los antihistamínicos son tratamientos que actúan frente a unos síntomas concretos, que pueden estar desencadenados por alergia o por otras enfermedades, como un catarro común”, advierte el alergólogo.
- Debemos huir de los corticoides a toda costa. Falso. “Es frecuente que los pacientes y algunos médicos seamos propensos a la “corticofobia”, o miedo a los corticoides. Es importante distinguir los corticoides que se administran por vía sistémica (en pastillas, o pinchados) de aquellos que se utilizan inhalados o en espráis nasales, que no comparten los efectos secundarios y riesgos de los primeros. En cualquier caso, todos los fármacos tienen efectos adversos. Lo que es importante es utilizarlos sólo en aquellas ocasiones en los que sus beneficios superan a los posibles perjuicios”, indica Alberto Álvarez-Perea.
- Los tratamientos pierden efectividad si se utilizan durante mucho tiempo. Generalmente, no. “En el caso de la inmunoterapia, que es un grupo de fármacos que es conocido coloquialmente como las “vacunas antialérgicas” que se administran mediante inyecciones, gotas o pastillas, se intenta “reeducar” al sistema inmunológico para que deje de reaccionar frente a los pólenes que producen la alergia. Son tratamientos prolongados, que duran varios años, pero que si se pautan adecuadamente son de gran eficacia. Pueden reducir la aparición de síntomas hasta llegar a hacerlos desaparecer”, explica el alergólogo. Lo mismo ocurre con los aerosoles nasales de corticoides: “No tienen efecto inmediato y deben utilizarse de continuo durante la primavera”.
- Los antihistamínicos curan la alergia respiratoria causada por el polen. Falso. El doctor explica: “Existen 2 formas de tratarla de forma eficaz y avalada científicamente: con inmunoterapia y con tratamiento sintomático (antihistamínicos, corticoides o broncodilatadores). Este tratamiento se centra en mejorar las manifestaciones de la alergia, pero no cura la enfermedad.
Ante la sospecha de una alergia, lo adecuado es dirigirse a un especialista en Alergología. Los alergólogos son los únicos especialistas que se forman para reconocer, diagnosticar y tratar las alergias, mediante un programa de especialización que dura cuatro años y un proceso continuado de formación.
El alergólogo requerirá hacer una historia clínica detallada. Para ello, preguntará cuándo suceden los síntomas, desde cuándo, en qué consisten, si se relacionan con algún desencadenante, etc. Es frecuente que, según los datos que se obtengan en la historia clínica, se hagan unas pruebas en la piel (conocidas popularmente como “pruebas de la alergia”), pruebas para ver la función pulmonar (espirometría), análisis de sangre, exámenes de radiología... También ayudará a desterrar mitos y a solventar todas las dudas que pueda tener el paciente.