Puede que ya hayas escuchado hablar del mindfulness, una técnica de meditación que nos ayuda a despejar la mente; y que tan de moda se ha puesto en los últimos tiempos en los estudios de yoga e, incluso, en la propia oficina a través de talleres de relajación. Pues bien, de esta tendencia que surge en Estados Unidos, nace el mindful eating, enfocada a prestar atención a cómo comemos para hacer nuestra alimentación mucho más saludable. Hablamos con la psicóloga Valeria Duarte del centro médico Emay (Grupo Aspy) donde imparte un curso para aprender a comer bien utilizando la meditación como herramienta.
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-¿Cómo puede ayudar la meditación a comer mejor?
La meditación centra la mente. La calma, la vuelve más aguda y la estabiliza. Muchísimas personas comen por una actitud ansiosa. Gracias a la práctica de mindfulness, esa ansiedad disminuye, comerás más para nutrir el cuerpo y menos por ansiedad y por impulso. Al cabo de un tiempo de práctica, el cerebro muestra más actividad en la zona de la corteza pre-frontal, relacionada con el autocontrol y la mejora en la gestión de las emociones (entre ellas el miedo y la ansiedad).
-¿Qué implica comer de forma consciente? Por ejemplo, a la hora de hacer la compra o elegir unos alimentos en lugar de otros. ¿Hace falta más formación sobre nutrición en la sociedad?
Comer de forma consciente quiere decir que nos tomamos más tiempo para reflexionar sobre los alimentos que queremos ofrecerle a nuestro cuerpo. En el taller hacemos un ejercicio de reflexión sobre cada uno de los alimentos que tenemos en nuestra despensa, nos preguntamos por qué motivo está allí. Si es por una compra impulsiva, porque tengo el hábito de comprarlo desde hace mucho tiempo, si es porque realmente es sano, o porque me gusta o porque será un recurso-salvavidas que nos hará sentir mejor el sábado por la noche cuando esté sola en casa… Hacemos preguntas sobre cómo te quieres sentir respecto a la comida y cómo quieres que sea tu relación con la comida. Responder esto de forma sincera y certera, es nuestra brújula personal para rediseñar nuestra relación con la comida. No hay una respuesta correcta, sino que la de cada persona es válida. Por eso a través del mindful eating, mucha gente baja de peso y se mantiene forma. Como no es una dieta, puedes comer lo que tú decidas, siendo consciente de que cada cosa que elegimos y llevarnos a la boca tiene su consecuencia en nuestro cuerpo, en nuestra manera de sentirnos y en nuestra autoimagen.
¡Por supuesto que hace falta más información sobre nutrición! Se espera que en 2020 el 60% de los habitantes del Reino Unido sufran de sobrepeso. El sobrepeso tiene una relación directa sobre las cardiopatías, que son una de las principales causas de muerte en los países desarrollados. Está claro que mientras una mitad del mundo se muere de hambre y el resto de sobrepeso algo muy especial nos pasa con respecto a la comida. Hoy, mucha tecnología (el coche, electrodomésticos, gadgets, etcétera) nos llevan a hacer menos esfuerzo físico y una vida más sedentaria. Además, cada vez nos tomamos menos tiempo para preparar nuestras comidas y para qué hablar de donde está nuestra mente a la hora de sentarnos a la mesa.
-Pero antes tenemos que entender por qué comemos como comemos. ¿Qué influencia tienen factores como el estrés, las emociones o nuestro entorno en la manera que nos relacionamos con los alimentos?
¡Exacto! Muchas veces la comida es mucho más que comida. Desde ese primer vínculo que fue tomar el pecho de nuestra madre a juntarnos en torno a una mesa a celebrar nuestras alegrías (en un cumpleaños, una boda, una graduación, la navidad…). Nos juntamos para comer y como punto de encuentro con los seres queridos. Pero, curiosamente, también comemos cuando nos sentimos solos (o desolados) y tristes. Hay comida en las reuniones de negocios, un ‘desayuno de emprendedores’, un cocktail, una comida de negocios… Comemos porque estamos nerviosos y ansiosos, comemos porque estamos aburridos, porque estamos tristes, porque en un evento social hay comida. Comemos porque es la hora de comer. Comemos porque “como he pagado por esta comida ahora no la voy a tirar” y si estamos en un buffet libre comemos de más porque es gratis.
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-Y a la hora de cocinar, ¿qué tenemos que tener en cuenta?
Me gusta recordar que no todo lo comestible es alimento (nutritivo). Hay muchas cosas muy industriales que no nos aportan nada bueno. Distinguimos entre hambre y ganas de comer. Distinguimos “lo que quiero” de “lo que necesito”. Muchas veces la mente no entrenada (por lo tanto impulsiva, sin autocontrol) desea imperiosamente un brownie o unas patatas fritas antes de la comida. Eso suele ser lo que quieres, pero lo que necesitamos a nivel nutritivo suele ser quizás algo más rico en vitaminas y proteínas.
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-¿Cómo diferenciamos el hambre física del hambre emocional?
Si como porque estoy triste, porque me siento vacía espiritualmente, porque me siento culpable, porque estoy ansiosa, puede ser que se parezca más a un atracón. ¿Y qué va a pasar cuando acabe de darme ese atracón? Pues que seguiré sintiendo esa emoción que pulsa por expresar algo, como trayendo un mensaje, que hasta que no sea escuchado -y no tapado con comida- seguirá pulsando por hacer llegar ese mensaje. Si me como un bote de helado porque mi pareja me ha dejado; cuando lo acabe, es muy probable que siga sintiéndome triste. Ese es el hambre emocional.
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-Por tanto, el cerebro y nuestra mente juegan un papel muy importante. ¿Cómo podemos entrenarlos para cultivar un estilo de vida más saludable y cambiar de hábitos?
Unos minutos de meditación al día (entre diez y veinte) tienen unos resultados concluyentes al cabo de ocho semanas, como está ampliamente probado. Cuando nos establecemos en el hábito de la práctica de mindfulness muchas cosas cambian y adquieren otro valor. Somos más conscientes de:
- El origen de los alimentos.
- De lo que elijo comprar y llevar a casa.
- La actitud mental con la que preparo las comidas.
- Lo que mi cuerpo realmente necesita para estar equilibrado, centrado, y sentirme bien.
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