Cuando practicamos algún deporte, nuestra mayor preocupación es la fatiga y la sensación de agotamiento que nos impide cumplir nuestros objetivos. Uno de los motivos de esta fatiga es la aparición del llamado ácido láctico, del que, seguro, todos habéis escuchado hablar. Siempre se le ha relacionado con las agujetas, pero hay diferentes opiniones al respecto.
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El ácido láctico se forma por la descomposición de la llamada glucosa en el metabolismo anaeróbico -es decir, sin oxígeno- en ejercicios como, por ejemplo, correr en unos 100 metros lisos o levantar pesas. Al ser de poca duración no hay problema porque el ácido láctico se reutiliza y no tiene porqué afectar. El problema es cuando se alarga la prueba y se va acumulando, o en el caso de una persona poco entrenada, ya que las fibras musculares se acidificarán y empezará a aparecer la fatiga y el agotamiento, impidiendo continuar con el ejercicio.
¿Podemos evitar la aparición del ácido láctico?
Claro que podemos, pero siempre que estemos entrenados y llevemos una buena alimentación. Sobre todo, importante, la recuperación y alcalinización tras el ejercicio. Daros cuenta que el ácido láctico acidifica nuestro organismo, un estado que nos puede derivar a lesiones y la aparición de enfermedades.
- Lee: ¿Por qué llevar una dieta alcalina?
¿Qué alimentos y hábitos debemos incluir en la dieta?
- Beber agua durante el entrenamiento (rompe y procesa el ácido láctico). Beber unos 250 ml cada 20 minutos. Antes o después de realizar ejercicio, recomiendo ingerir agua con zumo de limón, nos ayudará a alcalinizarnos.
- Tomar bicarbonato, si fuera necesario, disuelto en agua (cantidad en función del peso de la persona) para neutralizar el ácido láctico.
- Consumir alimentos ricos en agua y en vitaminas del complejo B.
- Comer alimentos más alcalinizantes, sin duda, la fruta y verdura. Por ejemplo, el aguacate, tomate, pomelo, naranja, sandía, etc. Muy recomendadas también tras realizar ejercicio las semillas de calabaza, girasol y lino (ayudan a reducir la acumulación de ácido láctico). Tampoco nos podemos olvidar de las almendras.
- Aumentar los niveles de magnesio: espinacas, acelga, col silvestre, nabo y frijoles, semillas de calabaza, sésamo y girasol, algas marinas, legumbres, germen de trigo y almendras.
- Consumir ácidos grasos insaturados procedentes del pescado azul como el salmón, atún, caballa y frutos secos.
- Nunca olvidarnos del aceite de oliva que, aparte de aportarnos energía, es un excelente alcalinizante.