Tal vez nunca te lo has planteado, pero existe una relación directa entre las alergias y el tabaco. Y es que aunque la utilidad de los antihistamínicos, los antialérgicos y las vacunas preventivas para paliar los efectos de los alérgenos es conocida, podríamos afirmar que existe otra fórmula menos conocida y más económica que ayuda a muchas personas a superar estas molestias: dejar de fumar.
Congestión nasal, ojos rojos, conjuntivitis, estornudos... Para evitar que se desencadenen estas manifestaciones o al menos intentar atenuar su impacto, es importante que el paciente adopte determinadas medidas y según el doctor Pedro Ojeda, director de la Clínica Ojeda de Asma y Alergia, dejar de fumar es una de ellas. ¿La razón? El humo del tabaco contiene 4.700 sustancias químicas que aumentan la facilidad del alérgeno de penetrar en el organismo, consiguiendo que impacte de una doble manera sobre las vías respiratorias. “El humo del tabaco es un claro irritante de las mucosas respiratorias”, explica el especialista, quien añade que también provoca “una mayor exposición de la mucosa a los alérgenos, al disminuir su capacidad de eliminación de la mucosidad que sirve como depurador del aire que respiramos”. Como resultado, se prolonga la permanencia del alérgeno en la mucosa y, por lo tanto, se produce el recrudecimiento de los síntomas en los fumadores.
¿Y los fumadores pasivos?
También las personas con alergia que se exponen de manera indirecta al humo del tabaco presentarán un agravamiento de la sintomatología (aunque cierto es que no de forma tan acentuada como los primeros), y se puede dar también una mayor resistencia al tratamiento con antihistamínicos. Según el doctor Ojeda, “el alérgico puede notar que sus síntomas de irritación de los ojos, congestión nasal o estornudos, e incluso el asma, empeoran con la exposición indirecta al humo de tabaco.”
Además, apunta el doctor, “hay estudios que demuestran claramente que la exposición de bebés y niños pequeños a humo de tabaco dentro de la casa, e incluso que los bebés nacidos de madres fumadoras, comportan mayor riesgo de padecer problemas respiratorios a lo largo de su desarrollo, entre ellos el asma”.
Más vale tarde que nunca
De todo ello se desprende que la medida más inteligente para los alérgicos sería dejar de fumar, preferiblemente en las semanas previas a la llegada de la primavera, pero el doctor Pedro Ojeda sostiene que nunca es tarde para dar este paso y anima a hacerlo también una vez que ha comenzado esta estación.
En este sentido, recuerda que una vez tomada la decisión de superar la adicción, sólo un pequeño porcentaje de personas consigue dejar de fumar por sí mismo. “La gran mayoría necesitará una orientación profesional, el empleo de medicamentos que disminuyan los efectos de la adicción a la nicotina cuando ésta se retira y el apoyo y refuerzo psicológico y social durante el proceso de cesación e incluso una vez abandonado el consumo. Para ello, la recomendación es que estas personas busquen la ayuda profesional”, aconseja el experto.
Gracias al apoyo que el paciente recibe en estas unidades, las posibilidades de éxito para dejar de fumar aumentan considerablemente. Si además, las visitas al médico se complementan con una terapia farmacológica adecuada, algunos estudios evidencian que se pueden prevenir 1 de cada 16 muertes prematuras por enfermedad cardiovascular entre fumadores.