Largas jornadas bajo el sol del verano, bruscos cambios de temperatura al caer la noche, lluvia e incluso, durante los meses más fríos, heladas, son el día a día de las tarimas de exterior de madera natural. Preciosas y capaces de transportarnos a un paradisíaco destino de vacaciones por sí mismas (si se complementan con una piscina o están cerca del mar, habrá que sumar a todas las agresiones anteriores también la acción de los productos químicos para la higiene del agua y el salitre), para conservarlas como vemos en la propuesta requieren un mantenimiento periódico. La buena noticia es que este es cada vez más sencillo y que te explicamos todo lo que tienes que saber para realizarlo.
En la imagen un modelo de Iki Parket situado junto a la piscina, y por lo tanto un pavimento que debe tener muy buen comportamiento frente al agua y ser antideslizante.
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Un buen punto de partida
Lo primero es lo primero: no todas las maderas son iguales y, a la hora de elegir una tarima de exterior, hay que tener esto muy presente. Los expertos aconsejan variedades de madera tropicales, como el ipé, el cumarú, la teka o el iroko, cuya dureza y cantidad de aceites naturales las hacen aptas para este uso.
No obstante, este tipo de maderas son costosas y, en ocasiones, su procedencia puede ser dudosa desde el punto de vista medioambiental, razones por las que se han popularizado las tarimas de madera de bambú (como la de la imagen, de Moso Bambú, en una original disposición en espiga), un material con una resistencia, durabilidad y diseño espectaculares que es sostenible por su propia naturaleza, ya que puede cosecharse cada 4-6 años, frente a otras variedades que pueden requerir hasta 100.
Por último, también hay variedades de madera más abundantes y económicas que las tropicales con acabados específicos, como los tratamientos térmicos o químicos, que las hacen aptas para su uso en exterior.
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La hidratación es la clave
La deshidratación es uno de los principales problemas que enfrentan todas las tarimas de exterior. Para que se entienda, podemos hacer un símil con nuestra propia piel: todos tenemos claro que si esta no se hidrata ni protege, se seca más rápidamente y, desde luego, no presenta el aspecto radiante que podría.
La madera natural a la intemperie requiere la aplicación periódica de aceites que penetren en profundidad, mantengan los poros saturados y creen una barrera protectora que, además de mantener su tonalidad natural, le ayudará a repeler el agua y la suciedad.
Para ello, y siguiendo con la ‘rutina de belleza’ de las tarimas de exterior, te recomendamos realizar una limpieza cotidiana con un producto que contenga aceite en su composición, de modo que al tiempo que la mantenemos limpia, le vayamos aportando una dosis de protección. De lo contrario, cada vez que la freguemos con un producto no específico para ello, se eliminará parte del aceite natural que contenga la tarima o, lo que es lo mismo, la iremos ‘desnutriendo’.
Son muchas las firmas que proponen este tipo de productos. La alemana Osmo, por ejemplo, cuenta con una completa gama, que complementa sus propias tarimas para exterior (en la imagen, una propuesta en la exótica madera de bangkirai).
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Mantenimiento periódico
Si bien una adecuada limpieza con productos que les aporten algunos nutrientes es básica para conservar las tarimas de exterior, esta no exime de realizar un tratamiento más en profundidad con cierta periodicidad.
Este suele consistir en aplicar a toda la superficie una capa de aceite para exteriores de calidad, como mínimo una vez al año y, preferiblemente, antes de la temporada de verano. De este modo, podremos disfrutar de la tarima en perfectas condiciones durante esta época en la que pasamos más tiempo al aire libre.
Si quieres un extra de protección, puedes optar por repetir el tratamiento al finalizar la temporada de calor, para que la madera encare los meses de frío y lluvia con la mayor protección posible.
‘Decking Oil’ de la firma Bona (en la imagen) trabaja penetrando en profundidad en la madera, para crear una barrera protectora y duradera que repele el agua y la suciedad. El aceite contiene filtros UV que bloquean la radiación nociva del sol, evitando que la madera se deteriore rápidamente. Es fácil de aplicar y seca rápidamente.
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Suelos tratados con lasures o barnices
Al igual que sucede con los suelos de madera para interiores, los de uso en el exterior pueden tener diferentes acabados: desde los mencionados aceitados hasta lasures y barnices que pueden incorporar prestaciones adicionales, como puedan ser una mayor protección frente al desgaste producido por un tráfico intenso o incluso características antideslizantes, ideales para tarimas en torno a piscinas.
La tarima de la imagen se ha tratado con el impregnante ‘XWC5AA1’ de Milesi, específico para tarimas exteriores, que proporciona a las superficies de madera una protección especial, nutriéndolas para que se mantengan intactas y no se vuelvan grises, además de tener una excelente resistencia al desgaste y al tráfico frecuente de personas.
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¿Y si ya se ha estropeado?
Si no le has dedicado a la tarima de madera para exterior ni un mínimo de atención, lo más probable es que se haya vuelto gris por acción de los rayos ultravioleta, como mínimo, e incluso que hayan empezado a aparecer grietas (producidas por la sequedad). En ambos casos, será necesario llevar a cabo una restauración de la tarima, un procedimiento bastante más complejo y costoso que el simple mantenimiento.
Si la tarima se ha agrisado, será necesario lijar para eliminar la capa superior y aceitar o barnizar para recuperar la tonalidad deseada. En caso de que hayan aparecido fisuras, se puede aplicar masilla del mismo color de la madera y lijarla, de forma previa al acabado.
Y, si alguna lama ha llegado a romperse, no quedará más remedio que sustituirla. La de la imagen es una tarima ‘Exterpark Magnet’ de Yvyra, en madera de ipé, cuya característica más destacable es su fijación magnética, que permite diferentes diseños y una sustitución fácil de las lamas en caso de necesidad.
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¿Cuándo conviene contratar a un profesional?
El aceitado de mantenimiento de una tarima de exterior o la aplicación de un lasur (que no crea una película superficial como sí lo hacen los barnices) puedes hacerlo tú mismo, aplicando el producto con brocha o rodillo. En tal caso, ten en cuenta que hay que aplicar los productos en capas lo más finas y uniformes posibles, para evitar que los poros se obstruyan y acaben produciéndose peladuras o descamaciones.
No obstante, si hay que lijar la superficie (por ejemplo, para eliminar una capa anterior de barniz o para corregir desperfectos), es aconsejable contratar a un profesional. Y, por supuesto, en los casos en los que la tarima esté dañada y requiera reparaciones de fisuras o lamas completas, es imperativo solicitar que intervenga una empresa experta. Por ejemplo, la restauración de la tarima de ipé de la terraza de la imagen corrió a cargo de Barcelona Parquet.
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¿Quieres ahorrarte el mantenimiento?
Si eres de los que prefieren ahorrarse incluso el más sencillo de los mantenimientos de las tarimas de madera para exterior, hace ya tiempo que se vienen desarrollando alternativas ‘tecnológicas’ que hacen innecesarias estas tareas.
Las tarimas sintéticas, realizadas a partir de compuestos de madera y plástico (de ahí que también se las denomine tarimas WPC, por su siglas en inglés Wood Plastic Composite, o suelos de composite) las últimas propuestas de los fabricantes pasan por opciones estéticas cada vez más naturales y con imitaciones más fieles de la madera, sin olvidar cuestiones como la funcionalidad (la mencionada ausencia de mantenimiento es su auténtico caballo de batalla) y la sostenibilidad, ya que son soluciones duraderas realizadas a partir de subproductos de la madera y otros productos naturales. La de la imagen es la tarima sintética TopDuo en acabado teka, de Urban Deck.
Eso sí, conviene huir de las propuestas de menor calidad, que no solo pueden llegar a ser muy poco confortables (estos materiales suelen calentarse más que la madera natural y cuanto mejor sea su composición, más cómodos resultan) sino que también pueden estropearse por la acción de la intemperie.
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