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Si el estilo Giorgio Armani es sencillo, hermoso y calmado, el ático de Manhattan que acaba de adquirir está en las antípodas de su estética. ¿O no? Con un diseño neorrenacentista y algún toque ‘Beaux Arts’, una tendencia basada en el neoclasicismo francés que utiliza materiales como el hierro y el vidrio, este capricho inmobiliario del diseñador italiano, por el que ha pagado 15,8 millones de euros, posee elegancia y sofisticación, cualidades que también tienen sus colecciones. A sus 85 años, Armani sigue activo, demostrando que la sencillez también es ‘cool’ y que lo hermoso no está reñido con la funcionalidad. Su nueva casa es todo un ejemplo.

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El salón resulta de una belleza apabullante, ya que combina un coqueto aire francés con la atmósfera grandiosa de una iglesia. La ‘culpa’ de esta sensación la crean las grandes vidrieras con plomo y el mueble de madera tallada, que va de suelo a techo e integra una chimenea. Con parquet oscuro y divido en dos zonas, el estar delimitado por una alfombra se ha vestido en blanco y gris, dos de los colores, junto al negro, preferidos por el diseñador italiano. Sus techos altos y con molduras también son parte de la decoración de interiores.

 

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Lleno de luz natural y con unas vistas privilegiadas, las ventanas con vidrieras mantienen en el comedor ese aire grandioso que recorre la vivienda, y que se ve potenciado tanto por los techos de más de 3,5 metros como por los frisos de madera lacada. La nota de actualidad la ponen las sillas Luis XVI tapizadas en cuero marrón, a juego con el suelo de madera, y la mesa de cristal. 

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La relación del diseñador con este edificio no es reciente, ya que Armani posee otro piso en el mismo inmueble. Construido en 1929, y diseñado por el estudio de arquitectura Schwartz & Gross, el estudio SheltonMindel fue el encargado de su renovación. El proyecto buscaba actualizarlo y adaptarlo a la vida actual, sin perder en la transformación su espíritu original, gracias a detalles como las vidrieras, los techos altos o las estructuras y piezas de madera tallada.

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El contraste entre el blanco de las paredes y la madera oscura de piezas de mobiliario, puerta y pavimento, se establece como juego cromático en los distintos espacios públicos de este espectacular ático. En esta sala de ocio, el mueble bar es, sin duda, el protagonista absoluto. Con chimenea y un gran banco ubicado bajo las ventanas, cuenta con dos zonas: una con sillones junto al fuego y otra con cuatro sillas y una mesa redonda, ideal para una partida de cartas.

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Con un mobiliario de acero de aire industrial y un pavimento ‘look’ cemento, la cocina rompe el clasicismo imperante, con una imagen actual, donde prima la funcionalidad y la comodidad. El blanco de las paredes se sustituye por un amarillo huevo, más atrevido y moderno. Distribuida en L, se ha dispuesto una pequeña zona de office con una mesa redonda y dos sillas.

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La cama del dormitorio principal no tiene dosel, pero el arco bajo el que se cobija actúa como tal, creando una habitación donde sentirse como un príncipe o una princesa. Si la madera oscura dominaba el universo cromático de la nueva casa de Giorgio Armani en Nueva York, el color blanco, impoluto y clásico, se apodera de las habitaciones. Con vestidor, mullida alfombra y un agradable rincón de tocador, las ventanas se han dejado desnudas, sin cortinas, para que el paisaje se cuele dentro.

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En los dormitorios, la vivienda tiene en total cuatro, el estilo clásico se relaja con un mobiliario y una decoración más actuales. Pintado de blanco y sin cortinas, para poder contemplar Central Park desde la cama, en este dormitorio se ha creado un agradable rincón de lectura con una chaise longue. Llama la atención la desnudez de las paredes, solo rota con un cuadro, y la (casi) ausencia de adornos. 

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La terraza es uno de esos lujos que los pisos altos brindan. Con salida desde el salón y el comedor, sus 160 metros cuadrados permiten establecer varias zonas con distintos usos. El salón de exterior, delimitado visualmente por una alfombra de yute, mantiene el estilo sofisticado del interior y sustituye los típicos muebles de jardín en madera o fibras, por piezas en dorado con tapicería en color crudo. Las mesitas auxiliares y los pufs completan la composición de sofá y sillones. Por supuesto, las espectaculares vistas al Central Park son el otro elemento clave. 

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