1/1

Una vez que hayas acabado de colorear el mandala, puedes detenerte un momento a contemplarlo. Lo importante es fijarse en los colores, las formas, recordar cómo lo hemos dibujado y por qué hemos elegido precisamente esos colores. No hay que ser perfeccionista al pintar, sino simplemente liberar la mente y disfrutar del trabajo.

Más sobre: