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Para comer se ha apostado por seis tableros corridos hechos con láminas de alma de haya y chopo que resultan muy ligeros y manejables. Así que se pueden redistribuir según las necesidades.
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La pared contraria a la cocina simula el bosque de hayas por el que el Francis y Luisa, propietarios del local, pasean habitualmente. Se ha conseguido con lamas verticales montadas de manera aleatoria.
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La madera, o mejor dicho, las lamas, protagonizan todo el local. Están en el suelo, en el resto de paredes, en las sillas… creando así un espacio homogéneo y monomatérico.
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Ya desde el exterior se evidencia que se trata de un local diferente. Y lo hace gracias a los amplios ventanales que dotan al espacio de luz y un interesante efecto de 'transparencia'.
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