Valéry Huynh llegó de su Camboya natal a Francia, con apenas 16 años. Con un antepasado de exitosos comerciantes chinos a sus espaldas, supo hacer fortuna. Y terminó dándose el gusto de su vida: compró un castillo coronado por dos torres y rodeado por un viñedo de 43 hectáreas en Saint-André-du-Bois, cerca de Burdeos, en la región conocida como la 'pequeña Toscana francesa'.
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De encontrar la propiedad se encargaron sus dos hijas, las empresarias Mélanie y Amélie, mitad camboyanas, mitad francesas, que, a la postre, dirigieron la transformación del edificio, virtualmente abandonado por sus anteriores propietarios, durante 15 años.
"Este château es el fruto de una larga búsqueda. Queríamos que la finca tuviera un viñedo, pero lo que no esperábamos es que fuera la casa familiar de un pintor tan ilustre como Henri de Toulouse-Lautrec. El hecho de que fuera su última morada nos pareció un tesoro. Incluso se habla de un tesoro escondido aquí, ¡pero aún no lo hemos encontrado! Cuando descubrimos este lugar, en 2013, tuvimos la visión del castillo de la Bella Durmiente. Era, de hecho, un 'bello durmiente' que ha sobrevivido a cinco siglos de historia", nos cuentan nuestras anfitrionas.
Las tareas de restauración estuvieron guiadas, dicen, por un espíritu casi que de mecenazgo, y el arquitecto Laurent Negretti se hizo cargo de la rehabilitación, respetando su arquitectura original y convocando a artesanos, pedreros y carpinteros de la zona que supieran renovarlo sin dañar su alma histórica.
Enamorado de Francia
—¿Qué decidió a su padre a comprar este castillo, hubo alguna razón personal o histórica que le motivara?
—Enamorado de Francia (se casó con una francesa) y del arte, la cultura y la gastronomía del país, nuestro padre soñaba con una finca vinícola y un lugar cargado de historia.
—El hecho de que este lugar estuviera vinculado a una figura tan emblemática como Toulouse-Lautrec ¿también desempeñó un papel importante en su decisión?
—El hecho de que esta casa perteneciera a la madre de Henri fue la guinda del pastel y, aunque teníamos nuestras dudas sobre la envergadura de las obras de reno vación que requería este proyecto, la idea de que este ilustre pintor hubiera vivido aquí nos bastó para convencernos.
—¿Cuáles son los elementos más destacados o singulares de su arquitectura, que lo hacen tan especial?
—La arquitectura se caracteriza por una mezcla de estilos: es una casa señorial del siglo XVI, con elementos renacentistas en sus ventanas ajimezadas y tejados de gran pendiente. Y en el XIX fue remodelado, añadiendo toques más clásicos, a la Viollet-Le-Duc, y modernizando ciertas partes. Los elementos arquitectónicos se integran perfectamente en su entorno vitícola, con dependencias y bodegas que atestiguan su pasado, y la piedra rubia (piedra de Frontenac), típica de la región, refuerza su anclaje en el paisaje bordelés.
—La restauración que han hecho es impresionante. Háblennos de ella.
—El château existe desde hace cinco siglos, por lo que la renovación debía respetar los materiales y códigos de la época. Para los suelos, por ejemplo, hemos utilizado únicamente piedra local de Saint-Macaire. El interiorismo, obra de Isabelle Stanislas, también está en consonancia con el lugar, al tiempo que se añadió una dimensión contemporánea. La boutique, que antes ni siquiera existía, parece ahora una biblioteca. Los espejos de la sala de recepción se han tratado con mercurio, para conseguir un efecto envejecido natural y, en los techos, se han instalado perfiles luminosos de acero inoxidable. El patio, tal y como existe ahora, no era nada del otro mundo. El tejado de la bodega corría el peligro de derrumbarse, y el ala este estaba completamente abandonada, por lo que era imposible acceder a la segunda planta, que milagrosamente seguía en pie. En el momento de la adquisición, sabíamos que nos embarcábamos en un proyecto de transformación muy largo, que acaba de llegar a su fin.
—¿Cómo es la vida dentro del castillo?
—Para nosotras, el castillo es sinónimo de vacaciones, tranquilidad y relax en familia. Es el lugar donde todos nos sentimos en paz, y el tiempo deja de volar y fluye más bien como un río lento. Es muy valioso para nosotras, porque tenemos una vida profesional muy ajetreada, y el tiempo libre y el descanso son un bien escaso. Aunque es también un lugar de negocios, la sensación es muy diferente cuando estamos pasando tiempo aquí con nuestras familias.
—¿Y cómo se organiza la vida familiar en un lugar tan grande y lleno de historia?
—Por supuesto que es un lugar grande, pero hay una parte histórica y otra moderna. De hecho, la zona donde nos alojamos es como una casa grande. Hay una sala de estar, una cocina y los dormitorios. No nos sentimos oprimidas por la grandeza de todo el castillo, aunque, cuando llegas a la propiedad y contemplas el edificio, sí impresiona. Este lugar forma parte del patrimonio francés, está vinculado a un artista importante y sentimos absolutamente la necesidad de preservar este legado para las generaciones venideras.
¡Un sueño!
—¿Cómo son sus días aquí y qué rutinas siguen para aprovechar su entorno histórico?
—Nos encanta levantarnos temprano, cuando los niños aún duermen, para salir a correr por los viñedos. Después, desayunamos con todos en el comedor, junto a la chimenea, ¡un sueño! También nos gusta ir a los mercados abiertos de los alrededores, como el de Cadillac. Al final del día, cuando atardece, llega el momento perfecto para hacer yoga y meditar en la Shala, donde a menudo nos acompañan los niños.
—¿Hay algún aspecto del edificio que les guste especialmente a sus hijos?
—Nos gustaría que la gente pensara que es la parte histórica del edificio, que les encanta, pero está la piscina, que es su favorita, especialmente en verano.
—Y, a ustedes, ¿les gusta compartir especialmente algún rincón con ellos?
—En otoño, nos reunimos todos alrededor de la chimenea para tomar infusiones y jugar a juegos de mesa; siempre es muy divertido. En verano, no pueden faltar los cócteles y el zumo de uva en la terraza sur del castillo.
—¿Tienen alguna tradición familiar que practiquen juntas y en familia?
—Halloween y el Día de Pascua. Es muy divertido esconder las golosinas de chocolate por los preciosos jardines, bosques y viñedos. Pueden estar una hora buscándolas, ya que la finca es bastante grande. En cuanto a Halloween, ¡el lugar encaja a la perfección!
—¿Cómo perciben ellos este lugar?
—Nuestros hijos saben que son unos privilegiados por poder vivir en un lugar que podría ser todo un museo. Además, que perteneciera a la familia de un artista muy famoso hizo que se interesaran por su obra y por el arte en general.
—¿Sigue siendo la figura de Toulouse-Lautrec una referencia en sus vidas cotidianas? ¿Hay alguna obra de arte, estilo o rasgo que se considere una referencia directa a su obra?
—Todo el château es una referencia a Henri, que pintó la figura del maestro bodeguero en una de las paredes del primer piso, que aún puede verse.
—Tienen ustedes uno de los viñedos más antiguos de la región.
—Efectivamente. La finca cuenta con ocho variedades de uva para los tintos y los blancos, en las 43 hectáreas, y la bodega, que está en conversión ecológica desde el año 2020, es una de las más antiguas en funcionamiento.
—Mélanie, usted ha desarrollado una marca de cosméticos. ¿Qué le inspiró?
—En parte, este viñedo. Hace ocho años, me alojé aquí con mi mejor amigo, que es cirujano plástico y experto en el cuidado de la piel. Contemplando las uvas y los pinos, pensamos en el increíble potencial de extracto antioxidante que nos ofrecía la naturaleza. Fue una de las ideas que utilizamos para crear Holidermie, que se basa en tres pilares: complementos alimenticios, cosméticos y herramientas.
—Y usted, Amélie, ¿hay algún mensaje que busque transmitir con su firma joyas?
—Quiero pensar en mis joyas como algo más que un adorno elegante. El nombre es Statement Paris porque es exactamente eso: hacer una declaración. Queremos que nuestros clientes se celebren a sí mismos con nuestras piezas, que celebren sus logros y los hitos de sus vidas. También veo mis creaciones como talismanes protectores que te protegen y te guían.