Ubicada en el pintoresco entorno montañoso de Moncalieri, en el norte de Italia y a tan solo cinco kilómetros de Turín, "Villa Silvio Pellico", también conocida como "Vigna Barolo", se erige como un símbolo de la tradición aristocrática italiana. Gracias a sus residentes, es una combinación de una villa piamontesa con un toque francés y siciliano, lo que le otorga un encanto único.
La mansión, construida en 1785, fue propiedad del marqués de Barolo y, curiosamente, más tarde fue rebautizada con el nombre de su secretario, Silvio Pellico, quien, de forma inesperada, se convirtió en un icono de la reunificación y el patriotismo italianos.
Algunas estancias fueron diseñadas por Renzo Mongiardino, famoso por crear las residencias más deslumbrantes de la segunda mitad del siglo XX, como la del barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza, Aristóteles Onassis, Gianni Agnelli y Lee Radziwill
Los Barolo ampliaron la residencia con adiciones tempranas de estilo neogótico, así como una capilla y un pequeño castillo. También plantaron un jardín romántico y kilómetros de setos de boj. Parte del terreno fue rediseñado en la década de los 50 por el célebre arquitecto paisajista Russell Page, conocido como "el Mozart de los jardines".
Y si el jardín es una maravilla, los interiores de la mansión no se quedan atrás. Algunos de ellos están diseñados por Renzo Mongiardino, famoso por crear las residencias más deslumbrantes de la segunda mitad del siglo XX, como la del barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza, Aristóteles Onassis, Gianni Agnelli y Lee Radziwill.
La impresionante mansión fue adquirida en 2007 por sus actuales propietarios: Emanuele y Raimonda Gamna. Emanuele es un renombrado abogado, autor de La importancia de ser un Agnelli, un relato sobre los enredos y escándalos que siguieron a la muerte de Gianni Agnelli, mientras que Raimonda es la última descendiente de la más ilustre familia de príncipes sicilianos, los Lanza Branciforte di Trabia.
El padre de Raimonda, Raimondo Lanza Branciforte di Trabia, fue el hijo ilegítimo de Giuseppe, príncipe de Scordia, y de la princesa Madda Spada Potenziani y único heredero de la Casa de Trabia, cuya vida parece un relato de película. De hecho, fue Luchino Visconti quien le presentó a su mujer, la madre de Raimonda, la actriz Olga Villi. Sin embargo, pese a que este "gentiluomo" inspiró al mismísimo Domenico Modugno, Raimonda no llegó a conocer a su padre.
Su marido, Emanuele, han sabido aportar un toque distintivo a la villa integrando algunos elementos barrocos en la decoración, típicos de sus palacios natales. La pareja ha puesto en valor esa sensación de casa de campo europea all’antiqua, con muebles y pinturas que evocan la alegría de épocas pasadas, manteniendo su legado y encanto histórico vivo. Junto a los anfitriones, nos recibe Ottavia Casagrande, una de las dos hijas del primer matrimonio de Raimonda.
—Raimonda, ¿cómo encontrasteis esta casa?
—Ambos conocíamos esta casa desde la infancia. Éramos amigos de la familia y, a menudo, nos invitaban cuando estábamos en Piamonte. Hace 20 años, estábamos buscando una casa de fin de semana y fue entonces cuando nuestros amigos nos llamaron para decirnos que, lamentablemente, deseaban vender y que éramos los "candidatos ideales". La primera visita de Emanuele fue en 1968, un día de invierno soleado tras una copiosa nevada; era como en un cuento de hadas. Yo tengo un recuerdo similar, pero de los viejos rosales.
—¿Hicisteis algún cambio en la casa o en el jardín?
—La casa ha sido completamente amueblada con nuestras cosas, pero el espíritu permanece inalterable. Creo que hemos mejorado el contenido. El jardín, en cambio, se ha conservado con las replantaciones necesarias. El jardín es mi principal ocupación, pongo toda mi creatividad en él y me ocupo del cuidado minucioso de este jardín tan complejo... siguiendo las indicaciones de Russell Page.
—¿Qué recuerdos guardas de tu tiempo en Sicilia y cómo influyeron en tu vida posterior?
—Pasé en Sicilia menos tiempo del que me hubiera gustado. Nací en Roma y luego me mudé a Génova, Cortina d’Ampezzo... Pasé muchos veranos de mi infancia allí y después heredé en Trabia, cerca de Palermo, un monumento renacentista increíblemente bello junto al mar, el lugar que más he amado en mi vida, adorado por mi padre. Me dolió mucho cuando tuve que venderlo, en el año 2000.
—Te han descrito como una mujer fuerte y sofisticada, cualidades arquetípicas de la mujer siciliana tradicional. ¿Están en lo cierto?
—Mi familia siciliana era bastante "sui generis" y vivía en muchos otros lugares, aunque mi bisabuela, la mítica princesa Giulia, nacida Florio, es un ejemplo constante en mi vida; ella era obstinada, fuerte, extremadamente inteligente y jamás se rendía ante las adversidades.
—¿Cómo es la decoración de la casa?
—Emanuele es piamontés y todo en la casa tiene ese toque afrancesado, y me gusta. Aporta suavidad a la decoración. Yo soy responsable de los colores y también de algunos objetos que vienen de las casas de mi padre en Palermo, como el Palazzo Butera y Villa Trabia, que, por supuesto, son los detalles que más valoro.
Emanuelle
—¿Cuándo os conocisteis Raimonda y tú?
—De adolescentes. En 1970, en la fiesta de Nochevieja que dieron las hijas de Maria Sole Agnelli (entonces condesa Teodorani) en una estación de montaña.
—Pasó tiempo hasta que os convertisteis en pareja... ¿Cómo es ahora vuestra vida juntos?
—¡Una pesadilla! (Risas). Nos peleamos y nos adoramos. Después de 40 años, somos bastante complementarios. La administración, el dinero y el mantenimiento de la casa siempre han sido mis tareas. La fantasía, la de mi mujer. Y ambos amamos a la familia y las visitas.
—Vivís rodeados de uno de los jardines más bellos del mundo.
—Considero esta casa un refugio contra cualquier amenaza y, de hecho, este lugar ha cumplido bien con la tarea que le encomendamos: es un mundo autosuficiente donde todo es armonioso y proporcionado. Sin duda, es una fiel imagen de nosotros.
—¿Es lo que queríais?
—Claro que sí. Este lugar es completamente nuestro, tanto por dentro de la casa como fuera. Hemos conservado todas sus hermosas características, pero, al mismo tiempo, esta casa es diferente a la que era cuando llegamos. Más acogedora y, quizás, más impactante.
—¿Cuál es tu lugar favorito en el jardín y en la casa?
—En el jardín, el banco blanco sobre el césped, con vistas a los cedros del Líbano de 500 años; ahí está toda la armonía. En la casa, amo la biblioteca recién creada en el último piso, bajo el techo, una especie de almacén lleno de recuerdos y libros, libros, libros…
—¿Qué le pides a la vida?
—Es simple. Que este pedazo de paraíso sea nuestro por otros 30 años. ¿Es mucho pedir?
Habla Ottavia
—Te graduaste en Drama y Artes Teatrales en Goldsmiths College, y has trabajado en teatros de Francia, Inglaterra, Italia y Rusia. ¿Has heredado la vena artística de tu abuela Olga?
—Recuerdo ir al teatro para ver a mi abuela sobre los escenarios cuando era niña. Entre bastidores, en el camerino... Era una señora muy elegante y misteriosa, así que supongo que sí, me causó una gran impresión. A mí, en cambio, me gusta un teatro más innovador, que se salga de los límites de lo convencional. Suena paradójico, pero el teatro es una de las formas de arte más vanguardistas en la actualidad, mucho más que el arte contemporáneo, por ejemplo.
—Has escrito dos libros: "Mi toccherà ballare", coescrito con tu ma-dre, y "Quando si spense la notte" (ganador del Premio Matteotti en 2019), ambos dedicados a la figura legendaria de tu abuelo. ¿Cómo convenciste a tu madre para que colaborase en tu libro y qué ha significado para ti hacerlo?
—¡No tuve que convencerla! ¡Ella me obligó! Siempre solía reflexionar sobre el hecho de que nunca había conocido a su padre. Entendí entonces que era un tema muy importante para ella. Así que me senté un día y escribí su historia. Para ella.
—¿A qué te dedicas ahora?
—En este momento, escribo para "Il Corriere della Sera", "Il Sole 24 Ore" y "Domani". Recientemente, he producido el programa de televisión ZigZag, dedicado a lugares únicos en todo el mundo y a las personas que los amaron, disponible en streaming, y también, todos los veranos, dirijo el festival de teatro Sciaranuova, en la bodega Planeta, situada en la ladera del monte Etna.