Victoria Cobeña (www.victoriacobena.com) llega al paisajismo desde la arquitectura, que es la carrera que estudió en la Politécnica de Madrid. Posteriormente realizó su Máster de Paisajismo en Noruega y, actualmente, tiene sus bases en Oslo (Noruega) y en Madrid, realizando proyectos sobre todo en nuestro país, especialmente en la región mediterránea. Entre las principales inquietudes de esta profesional está ‘impactar’ a la sociedad a través de la concienciación de que los jardines son una fuente de bienestar para las personas y para el planeta. Junto a esta experta comprobaremos que el paisajismo de estilo mediterráneo y el escandinavo conjugan muy bien
Diseño híbrido o cómo tomar lo mejor de ambos mundos
Victoria reconoce que cuando comenzó a trabajar existían más dicotomías entre el diseño de jardín mediterráneo y el nórdico, pero, con el tiempo, se han ido rompiendo. Veamos las principales diferencias que señala la paisajista:
- Lo que hace único al jardín mediterráneo es la sensorialidad, ese deleite de aromas, colores, el manejo del agua (que heredamos de los romanos y árabes con fuentes y acequias)… Todo esto fomenta la socialización en el exterior.
- El jardín escandinavo tiene el foco puesto en la sostenibilidad y la mitigación de los efectos del cambio climático a través, por ejemplo, de la gestión del agua de lluvia, los proyectos se abordan siempre con soluciones basadas en la naturaleza. En ellos prima la belleza de lo salvaje, con plantas y elementos que hace que se mantengan sin excesivos cuidados.
La gran dualidad radica en que los exteriores nórdicos son un 100% de funcionalidad, su estética surge como resultado de esa funcionalidad. Pero iremos viendo, con los consejos de la experta, en qué puntos la fusión de ambos estilos es todo un acierto.
Respeto a la naturaleza
En ambas modalidades de jardín es vital marcar la estacionalidad, la temporalidad, que se reconozca bien con las plantas si nos encontramos en la florida primavera o el frío invierno. Son los jardines naturalizados (también llamados new perennial) que emplea plantas perennes, gramíneas ornamentales y especies nativas o adaptadas al entorno local, creando paisajes asilvestrados menos estructurados que los conocidos tradicionalmente.
El paisajista holandés Piet Oudolf es la figura más influyente en el desarrollo y la popularización de este estilo que, en lugar de centrarse en la floración de temporada, valora la textura, la forma y los cambios estacionales de las plantas, logrando mantener el interés visual de los exteriores durante todo el año. Este estilo favorece una estética más libre. Pero es que, además, “con esta estrategia se fomenta el uso de especies resistentes, de bajo mantenimiento y con beneficios ecológicos, como el soporte para polinizadores”, subraya Victoria.
Un jardín sostenible, clave en la cultura nórdica
Los escandinavos tienen muy interiorizado que la selección de plantas del jardín debe atender a la biodiversidad, es decir, la selección botánica debe servir de sustento y cobijar a la fauna local, como aves e insectos polinizadores. En la propuesta, el proyecto de paisajismo lo firma Albert Castejón.
Además, existe mucha preocupación por cultivar sin requerir mantenimiento y por gestionar el agua de lluvia de manera sostenible. El agua de tormentas se recupera y almacena en estanques temporales o en los llamados jardines de lluvia que sirven para mitigar los efectos del cambio climático y protegernos frente a inundaciones. Victoria cuenta: “este concepto nórdico podría aplicarse en España y aprovechar ese agua almacenada para riego o incluso depurar las aguas grises de la casa y darles otro uso en el jardín. Trabajo mucho con los elementos de agua, como láminas o fuentes, que además refrescan el ambiente en verano, por lo que hacen más agradable su uso en el clima mediterráneo”.
Por otro lado, en nuestro país deberíamos prestar más atención a la iluminación, para ser más respetuosos con el medio ambiente. Además, para crear efectos más teatrales, necesitamos encontrar el equilibrio perfecto entre luz y sombra. La paisajista considera que en el paisajismo español la iluminación es, a menudo, demasiado alta. Y reclama “un balance entre luz y oscuridad, para no contaminar lumínicamente”.
Jardines sensoriales de los que pueden aprender en el norte de Europa
Los jardines son una fuente de bienestar para las personas y para el planeta y en la cultura mediterránea, un lugar muy sensorial del que disfrutar de su hermosa estética, de las fragancias, del tacto, del ‘ambiente’.
A pesar de que en el norte de Europa no pueden gozar de tanta temporada de coloridos y flores, poco a poco sí están adoptando más formas de disfrutarlo durante más meses al año, pues la conexión con la naturaleza proporciona salud. También incorporan el agua, sobre todo, en estanques temporales para la gestión del agua de lluvia que además aportan a la decoración del jardín láminas de agua que reflejen los estratos altos y creen una estampa de lo más bucólica y especial. Es un ejemplo de cómo se puede enfatizar un efecto estético de algo puramente funcional.
¿Por dónde empezar?
El primer consejo de Victoria antes de seleccionar las plantas que queremos incorporar en el exterior es observar las especies que se encuentran de forma natural en el entorno. Luego es importante analizar cada rincón. Por tanto, hay que insistir en que estas plantas que nos va a seleccionar la experta son generales, pero no van a servir necesariamente a cualquier jardín que se sitúe en el clima especificado.
Árboles, arbustos y plantas pequeñas en un clima mediterráneo
Para dar sombra durante todo el año son perfectos los árboles que no tienen hoja caduca. Así, pueden ser buena opción el olivo (Olea europaea) y una conífera: el pino (Pinus pinea), también conocido como pino parasol.
Por otra parte, el granado (Punica granatum) también es muy buena elección para el clima mediterráneo. “Como árbol puede crear un punto focal en el jardín, un punto de atención que actuará de manera diferente en cada una de las estaciones del año: un toque de color con sus flores en primavera, de porte elegante con sus hojas y a veces floraciones esporádicas en verano, en otoño los frutos y las hojas añaden una coloración de matices ocres y anaranjados y en invierno sus ramas desnudas aportan un carácter dramático y escultural que puede ser acentuado a través de la iluminación adecuada. Es una especie muy buena para atraer polinizadores, aves y contribuir a mejorar la biodiversidad”, opina Victoria.
Respecto a los arbustos, a pesar de no ser autóctono, el naranjo de México (Choissya ternata) es uno de los favoritos de la experta por su versatilidad, dado que se adapta a una variedad amplia de climas y es muy resistente a la sequía. Además, es una planta ‘multifunción’ que representa a la perfección esos principios del funcionalismo y eficiencia nórdicos y también aporta color y aromas. Por último y no menos importante: atrae a las mariposas, lo que lo convierte en una planta excelente también para el fomento de la biodiversidad.
La paisajista también suele combinar aromáticas, en especial las lavandas (Lavandula angustifolia) y las salvias (Salvia officinalis), puesto que combinar distintas variedades de estas especies hace jardines muy resilientes, aporta fragancia y permite escalar la floración de distintos colores.
La selección botánica de Victoria Cobeña en climas de montaña
Los climas de montaña están caracterizados por temperaturas bajas y más variabilidad térmica y precipitaciones que los continentales.
En jardines situados en regiones con estas características es importante jugar con los microclimas y crear espacios protegidos del viento y favorables tanto para las plantas como para las personas. En un clima de montaña en un entorno mediterráneo implica buscar especies resistentes a heladas y a la sequía, de alta rusticidad y, por tanto, muy resilientes.
La encina (Quercus ilex) es, en palabras de la experta, el gran representante del clima de la península ibérica, una especie de árbol resiliente que se adapta a una amplia variedad de situaciones climáticas. Y al no perder las hojas, proporciona sombra y estructura al jardín a lo largo de todo el año. La endrina (Prunus spinosa), por otra parte, es un árbol o arbusto que aportará a los exteriores interés estacional cambiante: floración blanca temprana de gran carácter ornamental y frutos oscuros en otoño, ambos grandes recursos para insectos polinizadores y aves. La endrina soporta las heladas, al igual que el árbol del amor (Cercis siliquastrum), del que vemos las ramas en flor. Se trata de una especie que resiste temperaturas de hasta -15º C y que, además, tiene bajos requerimientos hídricos. A pesar de que en invierno pierde las hojas, el árbol del amor presentará unas ramas desnudas que pueden llegar a ser muy escultóricas y bellas.
La jara blanca (Cistus albidus) es un arbusto aromático adaptado al clima de montaña. Y lo que no falta nunca en los proyectos de Victoria es una mezcla de vivaces. Para la montaña como la Sierra de Madrid podría funcionar muy bien el cardo azul (Eryngium bourgatii) junto a la lavanda, que al ser muy aromática logra conectar con nuestro olfato. Para aportar textura al jardín cuando la planta no está en flor es perfecta una milenrama (Achillea millefolium) con grandes hojas.
Respecto a los cubresuelos, funcionan bien el tomillo común (Thymus vulgaris) o el tomillo salsero (Thymus zygis).
Plantas idóneas (muy resilientes) en climas oceánicos
Aquí Victoria para realizar sus sugerencias toma como referencia el clima de la España más verde, como el del País Vasco, Cantabria o Galicia.
En este caso la paisajista propone una combinación que saque máximo partido al color del otoño y a la primavera temprana. “En este tipo de clima me inspira mucho las ciudades como Copenhague donde la explosión de color en otoño y al inicio de la primavera son un auténtico espectáculo”, manifiesta.
Un árbol que puede incluirse es el liquidámbar (Liquidambar styraciflua), siempre protegido del viento y con buen drenaje. Se trata de una excelente planta ornamental para crear interés en otoño y atrae fauna, por ejemplo, sus semillas dan alimento a unas 25 especies de aves y a ardillas. Combina muy bien con la familia de los Acer, especialmente en otoño, pues los arces japoneses (Acer palmatum) y arces de Montpellier (Acer monspessulanum), crean excelentes juegos de tonos y texturas muy interesantes.
Respecto a los arbustos, Victoria recomienda las magnolias estrelladas (Magnolia stellata) o el cornejo florido (Cornus florida), especialmente interesante por su floración temprana y por su color en otoño. Funciona bien en suelos ácidos o neutros por lo que es un buen arbusto bajo coníferas existentes muy abundantes en el clima del norte de España, por ejemplo.
¿Qué vivaces pueden ser adecuadas? Entre otras, la Alchemilla mollis, la lavanda y la equinácea (Echinacea purpurea). En clave de sostenibilidad y de crear ecosistemas que potencian la biodiversidad, son plantas perfectas la Stachys officinalis ‘hummelo’ y el Symphyotrichum oblongifolium 'October Skies' (una margarita azulada que florece en otoño y complementa muy bien los tonos ocres y dorados de los Acer y de alguna hierba ornamental, como las gramíneas Deschampsia cespitosa o Pennisetum alopecuroide).
Funcional y ornamental, ¡qué buena mezcla!
En definitiva, ¿por qué conjugan bien el jardín mediterráneo y el escandinavo? La idea es que tras el periodo de implantación (pasados unos dos años), las plantas casi se cuiden solas. Claro está, primero habrá que acertar con la selección botánica, en función del clima, pero también del soleamiento, los vientos, ph del suelo, etc.
En el clima mediterráneo para conseguir un jardín ‘sostenible sensorial’, Victoria sugiere:
- Cultivar plantas con bajo o casi nulos requerimientos hídricos, con especies que en pocos años no requieran nada de riego.
- El agua ‘multifunción’. Diseñar jardines con espacios donde acumular el agua de lluvia. Nos protegeremos frente a inundaciones y podremos utilizarla como elemento estético y aprovecharla para bajar la sensación térmica.
- Fomentar la biodiversidad estructurando la vegetación variada en ‘capas’ desde las cubresuelos a las copas de los árboles.
- Seleccionar especies multifunción, que no solo proporcionen sombra, también aroma, colores o cobijo y alimento de polinizadores.
- Resiliente con plantas que tengan una amplia tolerancia a distintas situaciones, para comportarse mejor frente al cambio climático.
- Generar una experiencia inmersiva para todos los sentidos y cambiante con las estaciones. Que los espacios exteriores tengan interés a lo largo de todo el año.
- Jardines donde socializar como se hacía tradicionalmente en esos patios andaluces. Son espacios donde el sentir de la brisa, la sombra, los aromas y sonidos de la naturaleza que nos hace sentir parte de ella y querer cuidar de ella.