Hace ya veinte años, el arquitecto y diseñador de interiores Andrea Perra quedó cautivado en Catania, Sicilia, por un magnífico palacio del siglo XVIII. Él mismo describe esta magnífica mansión, cuando la encontró, como una casa que estaba "dormida esperando ser despertada". Esta propiedad marcó el comienzo de una profunda relación entre el artista y el edificio, que fue restaurado con esmero para devolverle su esplendor original.
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Con un respeto absoluto por sus detalles históricos —techos, suelos de mayólica, puertas, frescos y dorados originales—, logró fusionar la herencia de sus recuerdos familiares con un estilo contemporáneo, y supo crear lo que él denomina un "clasicismo moderno", donde conviven de manera armónica los muebles antiguos y las piezas modernas.
Hijo de coleccionistas
La familia de Andrea, de profundas raíces sicilianas, también está marcada por la herencia argentina. Su abuelo materno, Sigmund, un argentino de origen español, emprendió un largo viaje por Italia a principios del siglo XX. Fue en Sicilia donde su abuelo conoció a su abuela, Concetta De Gregorio, perteneciente a una antigua familia, cuyos orígenes se remontan al año 1400. Un flechazo que les llevó a casarse a los pocos meses de su primer encuentro, iniciando así una historia familiar marcada por el amor a lo bello.
De su abuela, que siempre le solía recordar que la belleza salvaría el mundo, es de quien heredó su pasión por la estética y el sentido de la armonía, que fueron esenciales a lo largo de toda su vida. Con ternura, Andrea nos cuenta que era tal su meticulosidad en los detalles, que en el palacio de sus abuelos, del siglo XVIII, en la ciudad de Nicosia, usaban incluso una regla de madera para medir, de manera exhaustiva, los espacios entre cada comensal, manteniendo así los 75 centímetros pertinentes.
Uno de sus proyectos más queridos es la restauración del Castello Grimaldi, de 1513, un testimonio de su devoción por la conservación del patrimonio histórico. Durante la última década, Andrea ha vivido entre París, Catania y Noto, pero admite que viajar por todo el mundo es una necesidad para él, y que su trabajo le brinda la oportunidad de poder hacerlo constantemente, en busca de inspiración. Aun así, confiesa que su verdadero refugio siempre será su palacio, lleno de luz y una energía especial, donde encuentra la paz y comparte su vida con sus seres más queridos: su prometida, Carla Travierso, y su sobrina, Beatrice, que pasa con ellos largas temporadas y le recuerda a su adorada abuela.
Hijo de coleccionistas
El arte ha estado siempre presente en la vida de Andrea. Recuerda que sus padres lo llevaban a subastas siendo muy pequeño y que supo aprender a valorarlo en todas sus formas, incluida la música y el teatro. Hoy en día, Andrea tiene el privilegio de dedicarse a su pasión. Arquitecto, diseñador de interiores y organizador de eventos, disfruta transformando mansiones y organizando celebraciones que crean momentos inolvidables. Le encanta organizar fiestas en su casa, donde uno de sus espacios favoritos es el salón de baile, una sala imponente con una bóveda de 11 metros de altura, que conserva su sistema original de iluminación con velas, reflejo de su creencia de que la vida debe vivirse como una fiesta. También ama su trabajo, el cual no se limita a la transformación de los espacios, sino que abarca la preservación del legado cultural en el país donde opera. Este enfoque le ha llevado a colaborar con renombradas familias, como los Grimaldi y los Oetker, para quienes ha restaurado mansiones históricas y ha organizado inolvidables eventos de lujo a través de su empresa, Studio AP, de la cual es presidente y fundador.
Relación de amor
—¿Desde cuándo vives aquí?
—Hace 20 años, un amigo mío me habló de un edificio del siglo XVIII, que estaba a la venta y como congelado en el tiempo. Sus palabras me intrigaron y decidí ir a verlo. Me encontré con una casa que parecía estar dormida, esperando a que alguien la despertara con un beso o abrazo. En Sicilia, se dice que las grandes mansiones solo sobreviven si alguien de la familia se casa con ellas. Yo lo hice y comenzó mi relación de amor con esta casa.
—¿Cómo fue su proceso de renovación?
—Comencé el trabajo de renovación con la delicadeza de quien se encuentra con algo maravilloso, a lo que se le debe devolver la luz perdida. Y mi principal propósito fue poder hacerlo, tratando de retroceder en el tiempo. Las antiguas pinturas, los frescos, los dorados y las sobrepuertas, así como las maravillosas puertas, volvieron a brillar en todo su esplendor. Fue un juego fácil, ya que la casa aún conservaba todos los acabados de la época, incluidos los suelos de mayólica que se encuentran en todos y cada uno de los salones. El respeto por todos los rincones fue tal, que quise mantener el antiguo salón de baile con velas, que me da la oportunidad de volver a su origen cuando celebro fiestas fastuosas, como las que organizaba la nobleza, evocando la famosa novela "El Gatopardo".
—¿Qué criterios usaste al elegir las nuevas piezas y cómo lograste equilibrar la mezcla entre modernidad y los elementos clásicos en la decoración?
—El mobiliario de toda la vida de mi familia encontró aquí, en este nuevo destino, un lugar en perfecta armonía. Por ejemplo, los antiguos e inmensos espejos de la casa de mis abuelos, de Nicosia, encontraron una nueva y maravillosa ubicación en el salón de baile, con la idea de que reflejaran nuevos escenarios. Ver que los muebles tan queridos por mi abuela se integraban perfectamente en el palacio fue, para mí, como una demostración de amor maravillosa y se creó un vínculo más fuerte si cabe entre ella y yo. Los muebles y los objetos más modernos, que he ido recopilando a lo largo de los años, logran una mezcla perfecta, haciendo los ambientes más cómodos y frescos y logrando un clasicismo contemporáneo.
"Quise mantener el antiguo salón de baile con velas, que me da la oportunidad de volver a su origen cuando celebro fastuosas fiestas, como las que organizaba la nobleza, evocando la famosa novela “El Gatopardo”"
La 'dolce vitta'
—Sicilia parece estar profundamente presente en tu vida y trabajo. ¿Cómo influye su rica historia y cultura en tu trabajo de restauración y en tu enfoque del diseño?
—Mi "sicilianidad" es arrolladora en mi trabajo y en mi vida personal. Será que, al haber nacido cerca de un volcán, el Etna, soy muy entusiasta y me sobra energía en todo lo que hago.
—¿Qué es lo que más te gusta de lo que haces?
—Lo más hermoso y lo que hace tan especial mi trabajo es que muchos de mis clientes son amigos míos, y lo más gratificante es que los nuevos acaban formando parte de ese inmenso círculo de amistades. Pero la verdadera riqueza y suerte es poder viajar continuamente, en busca de nuevas inspiraciones. Mi abuela decía siempre que la vida es un viaje, y que si no viajas, no vives. Sigo el ejemplo de quien, en los años 30, se casó con un argentino.
—Tus abuelos han sido importantísimos para ti. ¿Qué recuerdos guardas de Sigmund y Concetta?
—La vida de mi abuelo es todavía un misterio sin resolver. Fue un grandísimo empresario de la época, que hizo una gran fortuna con la producción de vino en Mendoza (Argentina). Se dedicó toda la vida a la agricultura y, más tarde, a la construcción con mi tío Antonio, mi padrino y mentor, una persona encantadora a la que quería mucho y que continuó con la tradición familiar de que la "dolce vita" era el centro de todo. Mi abuela nos contaba siempre que, cuando le preguntaba por su pasado, solía decirle: "Mi vida comenzó el momento en que te vi por primera vez". Recuerdo su palacio en Nicosia con gran cariño, pero también su casa de campo. Todavía permanece vivo en mis recuerdos el aroma de los jazmines y las antiguas rosas en el jardín árabe, la gran cocina de la casa, que ya, desde las primeras horas de luz, era un constante ir y venir de personal de servicio, el enorme comedor con un candelabro que dominaba toda la sala y que, por la noche, con todas sus velas encendidas, me parecía un enorme árbol de Navidad, y los establos de los caballos. También recuerdo un viaje con mi abuela. Cuando llegamos al hotel San Domenico Palace, en Taormina, noté que las camas estaban vestidas con las sábanas de su propia casa, bordadas con sus iniciales. Me pareció extraño y le pregunté por qué había hecho traer su ropa de cama. Ella me respondió que cuando fuera mayor lo entendería. Hoy me gusta vivir como entonces, porque hay que mirar hacia atrás y mantener los propios recuerdos para continuar hacia delante.
"El mobiliario heredado de mi familia pudo encontrar aquí, en su nuevo destino, un lugar en perfecta armonía"
—¿Qué le pides al futuro?
—Seguir viviendo con la sensación de soñar despierto y compartir mis sueños con mis seres queridos. Me gusta que sea junto a Carla, una mujer increíble y maravillosa, a quien conocí en Patmos durante unas vacaciones, y con mi sobrina, Beatrice, que me recuerda mucho a mi querida abuela en el carácter, la mirada y, sobre todo, en el deseo de viajar y soñar, como yo.