¿Sabías que los colores que eliges para tu hogar pueden influir en tu estado de ánimo y productividad? La neuroarquitectura, una disciplina que combina arquitectura, neurociencia y psicología, nos brinda herramientas para diseñar espacios que nos ayuden a vivir mejor.
En este reportaje, dos expertas nos desvelan las claves para transformar cualquier rincón de tu hogar con el poder del color. Se trata de María Gil Díaz, arquitecta, interiorista y fundadora de la Academia Española de Neurociencias para Arquitectura y Diseño (AENAD) y Pía López-Izquierdo Botín, doctorada en arquitectura, investigadora principal del grupo Teoría en Activa del Color en Arquitectura (TECA), de la Universidad Politécnica de Madrid, y profesora de la AENAD. ¡No te pierdas el reportaje!
El color en el hogar transforma emociones y comportamientos
María relata que diversos estudios confirman que cerca del 80% de la información que percibimos del entorno es visual, siendo los colores aproximadamente un 40% de esa percepción y procesándose antes que las formas. Eso plasma cuál es la importancia del color en un espacio.
“El color no solo transforma las dimensiones o el aspecto de un espacio, sino que también influye en el estado de ánimo, la productividad e incluso la interacción familiar. Por ejemplo, el verde tiene un efecto calmante, aliviando el estrés y la ansiedad, mientras que el azul mejora la concentración y la productividad, haciéndolo ideal para despachos y espacios de estudio. En cambio, el rojo estimula la actividad cerebral y aumenta la comunicación, pero su uso debe ser moderado, ya que puede resultar abrumador”, detalla la fundadora de AENAD.
En neuroarquitectura, nunca hay que generalizar
Los estudios en neurociencias advierten que, si bien los colores evocan emociones universales, no obstante, su impacto varía según factores individuales como la edad, experiencias previas o incluso afecciones visuales. También influyen aspectos culturales (por ejemplo, en Occidente el blanco simboliza pureza, mientras que en ciertas culturas orientales está asociado al luto).
María cuenta que, a pesar de ello, hay colores que tienen un atractivo casi general: aquellos ligados a la naturaleza, como los verdes de los bosques o los azules del cielo y el mar. Estos tonos nos conectan con emociones de serenidad y paz, activando en nuestra memoria genética recuerdos de entornos esenciales para nuestra supervivencia y evolución.
“Si a nuestros hogares trasladamos las características de los espacios donde hemos sido felices y dichosos, podremos evocar emociones para vivir de vacaciones todo el año. Como ejemplo personal, en mi casa he pintado el salón y mi dormitorio del color de la arena de la playa de Rota (en Cádiz), donde veranea mi familia. Recordar mis momentos estivales me trae la tranquilidad, la ausencia de reloj y del estrés sobre la arena de la playa”, revela la experta.
Ambientes monocromos frente a contrastados
El arquitecto Le Corbusier decía en 1945 que la burguesía tenía miedo al color porque en esencia no querían diferenciarse. Pía considera que esta reflexión es muy actual. “De ahí que las modas y los estilos decorativos van en contra de soluciones cromáticamente diferentes sin apartarse de los tonos neutros, grises, blancos y arenas. Pero independientemente de este hecho, hay otros factores determinantes como la cultura a la que se pertenezca y el clima. También las tradiciones culturales de colores intensos y las condiciones climáticas dan forma a este empleo del color”.
Todos tenemos un color que nos atrae íntimamente, que esta indisolublemente atado a nosotros, aunque (quizá) no nos atrevamos a desplegarlo en nuestros espacios. Y estos colores tienen la habilidad de conectarnos con lo que somos, con las cualidades físicas, emocionales y mentales de nuestro nacimiento. "¡Pero a pesar de nuestros deseos más íntimos, las tendencias se imponen!", se lamenta Pía.
¿Apostar por espacios monocromáticos o contrastados? Podemos entregarnos a cualquiera de las dos opciones, siempre que respetemos lo que el arquitecto suizo Peter Zumthor llamaba ‘Las Atmósferas’, término que usaba para definir la belleza de la arquitectura interior y que cuando hablamos de color, traducimos como la belleza de la mancha y su relación con los entornos naturales o pictóricos y culturales; el equilibrio en la temperatura del espacio; la oscuridad y la frialdad del color, entre otros.
En la propuesta vemos un salón que invita a relacionarse. Lo potencia el equilibrio de la temperatura de color entre las gamas cálidas frente a las frías, rojos vs azules aguamarinas y verdes. El proyecto es de una vivienda en Aravaca (Madrid) y lo ha realizado Pía.
Ambientes dinámicos
Los fuertes contrastes de colores actúan a dos niveles:
- Visualmente los contrastes facilitan la percepción y todos sabemos cómo la agudeza visual se consigue con grandes contrastes, por ejemplo, en los carteles de las autopistas. La ley de los contrastes refuerza este fenómeno: el blanco es más blanco frente al negro y viceversa. Los colores complementarios, por ejemplo, hacen resaltar a su opuesto y cincelan con maestría la arquitectura.
- Espacialmente subrayan las formas, resaltando los volúmenes, diluyendo o camuflando dimensiones, dando profundidad o quitándola, etc. Pero fundamentalmente modifica la característica de ‘envolvente’ de la arquitectura y la fragmenta, dando importancia y protagonismo a lugares que pudieran pasar por anodinos; se crean y diseñan escenas y ambientes.
En la imagen superior vemos una vivienda de veraneo en Hendaya (en el suroeste de Francia) donde la preeminencia del suave y calmado blanco se ve contrastada por colores muy vivos: fucsia en la cocina y azul claro enmarcando una puerta, en un proyecto de Pía.
Entornos en calma
El color desata su nivel máximo de complejidad cuando nos rodea, cuando nos envuelve. Así, lo determinante es el tipo de color y cómo se aplica: los esquemas espaciales.
“Las apuestas que estimulan la emoción de la ‘plenitud’, dando lugar a una sensibilidad extraordinaria, son los blancos ligeramente rotos y los grises perla muy claros. Es uno de los motivos por los que los arquitectos en general no consiguen desapegarse de estos colores”, revela Pía.
Pero el nivel de estrés y de concentración está relacionado con la reducción del cortisol y la habilidad del color para relajarnos, resultados que no se consiguen con estos colores y sí con las paletas relacionadas con los entornos naturales (tierras, arenas, verdes, azules…).
María, por su parte, agrega que los tonos fríos, como el azul o el verde asociados a la naturaleza, son ampliamente conocidos por sus propiedades tranquilizadoras, pero, deben de aplicarse de una forma determinada para conseguir sus mayores efectos. Y detalla varios ejemplos:
- Los azules cielo y mar, tonos que evocan la serenidad de la naturaleza, son perfectos para fomentar la calma en cualquier estancia, principalmente en sus versiones claras, muy aconsejable en los dormitorios. Además de relajar también amplían visualmente los espacios, proporcionando una sensación de mayor amplitud. Su efecto sobre el sistema nervioso es tan potente que los puentes comenzaron a pintarse de azul para disuadir intentos de suicidio.
- Los verdes vegetación, asociados a la frescura de la naturaleza, son otra excelente opción para crear ambientes relajantes, en salones, por ejemplo. Son ideales para espacios donde se busca concentración, como oficinas o zonas de lectura, además de aportar equilibrio y serenidad también amplían por su efecto camuflaje y difuminador.
- El rosa, aunque menos frecuente en la decoración, tiene un poderoso efecto sedante. Es el color seleccionado por la interiorista Patricia Bustos para la cocina de su propia vivienda. Porque genera sosiego, en algunas cárceles y comisarías de Estados Unidos existen las conocidas ‘celdas rosas’. Estas están destinadas a personas con comportamientos violentos o agresivos, ya que estudios han demostrado que, tras 10 o 20 minutos en una estancia inmersiva rosa, los niveles de hostilidad y agresividad disminuyen significativamente.
La magia del color para ser más creativos
Existen estudios en neurociencias que demuestran que un entorno colorido puede estimular los procesos cognitivos, mejorando el rendimiento, la creatividad y el bienestar de los estudiantes.
María narra que los tonos saturados y vibrantes, como el amarillo y el naranja, son excelentes para energizar un espacio y fomentar la creatividad. El de la imagen es ‘Pura Alegría’, que Bruguer ha proclamado el color del año 2025. Estos colores, asociados a la vitalidad y el optimismo, pueden ser muy efectivos en oficinas en casa o zonas de estudio para los hijos. No obstante, advierte también que “su uso debe limitarse a pequeñas dosis: notas de acento en paredes, muebles o accesorios. Aplicados en exceso, estos tonos pueden resultar visualmente agotadores, sobreestimulando y generando fatiga”.
Para evitar este efecto, es recomendable poner notas de acento de colores vibrantes sobre una paleta de colores más neutros o tonos que promuevan la calma y la concentración, como el blanco, el azul y el verde. Esta combinación asegura una atmósfera propicia para el desarrollo cognitivo y emocional.
Como ya hemos comentado con anterioridad (en este y otros reportajes sobre neuroarquitectura), a pesar de las recomendaciones generales, cada espacio debe reflejar las necesidades y preferencias de quienes lo habitan. La clave está en personalizar el entorno con colores que no solo favorezcan la concentración y creatividad, sino que también generen bienestar y conexión emocional. Elegir tonos que te inspiren y te hagan sentir bien es esencial para que las ideas fluyan de manera natural.
Trucos en espacios pequeños
Sin duda, el uso estratégico del color puede transformar la percepción óptica de las dimensiones de una habitación. María nos ofrece las soluciones para engañar a la mente y hacer ‘crecer’ los espacios.
Para generar sensación de amplitud hay que elegir tonos fríos, como los azules y verdes inspirados en la naturaleza, pues tienden a ‘alejar’ visualmente las paredes. Por esta razón, son una excelente opción para pintar estancias pequeñas o áreas que buscan transmitir serenidad y espacio. Otra estrategia que se puede emplear es pintar las paredes del mismo tono que los muebles, pues hace que ambos se fundan dando lugar a una percepción de continuidad y espacio más grande.
Los tonos cálidos, opuestos en la rueda cromática (como los amarillos encendidos, naranjas o rojos), generan el efecto contrario, es decir, una percepción más reducida del espacio.
Errores (más comunes de lo que te piensas) en el empleo del color
María explica que los tonos cálidos y saturados, como el rojo, el naranja o el amarillo, tienen un efecto estimulante sobre el sistema nervioso. Si bien aportan energía y vitalidad, su uso desmesurado puede generar estrés, comportamientos hostiles e incluso un aumento del apetito. De hecho, cadenas de comida rápida utilizan estratégicamente estos colores para incitar al consumo, por ello en cocinas o comedores, pueden repercutir negativamente tanto en la convivencia familiar como en el autocontrol alimenticio.
Y recomienda, “conviene limitar los colores cálidos intensos a notas de acento o espacios de corta estancia, como pasillos, escaleras o baños, donde su efecto estimulante no resultará abrumador”. En la propuesta, el terracota de la pared da un toque vibrante. La pintura es ecológica, de tiza, de la firma Annie Sloan.
Por otra parte, los tonos oscuros y fríos, como los grises profundos, los azules intensos o los verdes oscuros, tienden a tener un efecto depresor sobre el sistema nervioso, lo que puede provocar sentimientos de tristeza, aislamiento o falta de energía. De modo que hay que usar los colores oscuros en detalles o elementos decorativos, como muebles, cojines o accesorios, pero evitar aplicarlos en grandes superficies.
En definitiva, es un error el empleo predominante de colores muy saturados o fríos y oscuros en estancias en las que pasamos largas estancias.
El mundo de la luz
María destaca que uno de los estudios más relevantes que ha descubierto en su carrera profesional (y aplicable en la neuroarquitectura), es el del investigador alemán Fritz-Albert Popp, quien en 1982 descubrió que nuestras células son emisoras y receptoras de luz. ¡Somos seres de luz! El físico demostró que las células sanas tienen una gran capacidad para detectar, acumular y emitir biofotones, partículas de luz, que las células utilizan para comunicarse entre sí.
A raíz de este descubrimiento, en 1983, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció la cromoterapia como una terapia complementaria válida. Utilizada desde la antigüedad, la cromoterapia emplea los colores para equilibrar tanto la salud física como emocional, basándose en el impacto de las distintas frecuencias luminosas sobre nuestro organismo.
De este modo, aparte de poder incluir cabinas de ducha con cromoterapia en el baño, también habrá que prestar mucha atención al proyecto de iluminación artificial, porque tienen impacto en nuestra salud, y ya se ha demostrado que, si altera nuestro ciclo circadiano, afectará negativamente al sueño, el estado de ánimo y el bienestar general.
“Por ello es esencial optar por luces cálidas y de baja intensidad al anochecer, imitando la luz natural del atardecer. Este simple ajuste no solo crea un ambiente más relajante en el hogar, sino que también ayuda a sincronizar nuestro reloj biológico, promoviendo un descanso reparador y un mayor bienestar”, aconseja la arquitecta.
De hecho, entender que somos seres de luz nos invita a diseñar espacios que respeten y potencien nuestra conexión natural con la luz y el color, como este luminoso comedor en el que el interiorista Alberto Torres instala la lámpara ‘Fox’, de Lucide, que ofrece la posibilidad de contar con un dimmer o regulador de la intensidad lumínica.
Neuroarquitectura y color, una fuerte alianza
La fundadora de AENAD considera que la neurociencia aplicada a la arquitectura, como bien social, debe de ser asequible a todos los bolsillos y, en este sentido, el uso del color es uno de nuestros grandes aliados por ser uno de los parámetros más fácilmente manipulables y económicos dentro del diseño.
Y detalla: “las paredes, como el ‘gran envoltorio’ de los espacios, no son solo elementos estructurales, sino superficies que dialogan directamente con nuestro cuerpo y nuestra mente e impactan en nuestro estado emocional. La correcta elección de los colores en estas superficies puede promover el bienestar, la calma o la vitalidad”.
La experta detalla un caso icónico que demuestra cómo el uso del color, en este caso en las fachadas, puede transformar incluso la dinámica social y emocional de una comunidad. La capital albanesa, Tirana, en el año 2000 se enfrentaba a altos niveles de deterioro urbano y delincuencia. El alcalde, Edi Rama, implementó un proyecto en el que se pintaron las fachadas de los edificios con colores vivos. Este simple gesto logró algo extraordinario: redujo los índices de delincuencia, mejoró la limpieza de las calles, fomentó el pago de impuestos y reforzó la confianza de los ciudadanos en sus instituciones.
Estamos viendo un proyecto que firma Pía. El salón cuenta con techos y sofás verdes claros y paredes amarillas y rosas como cromáticas predominantes, una combinación recomendable para personas mayores que vivan solas o para personas con tendencia a la tristeza o la depresión, porque se mezclan colores energizantes con otros suaves y relacionados con la naturaleza, que proporcionan calma.