Es una de las ciudades más caras del mundo y, también, con mayor nivel de vida. Es tranquila, es elegante, es sofisticada... Pero contenida y fácil. Hoy, poco a poco y sin hacer ruido, se ha convertido en una de las principales mecas del arte contemporáneo, la música sinfónica y también de la gastronomía, con la bandera de la excelencia a través de la comodidad y la sencillez. Hablamos de Oslo, sinónimo de diseño escandinavo, donde Camilla Austad Knutsen y su marido, John Eric Knutsen, nos reciben con cinco de sus siete hijos, en la calidez de su hogar. Se trata de una magnífica casa que representa eso mismo, el lujo fuera de lo pretencioso, de lo exagerado o lo prosopopéyico cuando, paradójicamente, está repleta de obras de arte y situada en una de las zonas residenciales más exclusivas de la capital noruega.
Ocupa una de las plantas de uno de los edificios decimonónicos mejor conservados del centro urbano, construido en 1895 por el reconocido arquitecto noruego Christian Furst. El matrimonio acometió la restauración en octubre de 2022, en estrecha colaboración con el conocido arquitecto sueco Andreas Martin-Löf, y han creado un espacio nuevo y moderno, pero conservando a su vez muchas de las características arquitectónicas originales del inmueble, restaurando meticulosamente ventanas, marcos y molduras art decó.
Camilla, después de trabajar durante años en el sector financiero, decidió, hace una década, dedicarse exclusivamente a su sueño: la joyería. Montó su propia firma, Libelula Jewellery, y hoy es la preferida de no solo su íntima amiga India Hicks, sino también de personalidades internacionales tan conocidas e influyentes como la futura Reina Mette-Marit de Noruega, Marie-Chantal Miller de Grecia, Anine Bing, Rosie Huntington-Whiteley, Kelly Rutherford, Rikke Krefting y Thérèse Hellström entre otras clientas habituales.
Por su parte, su marido, John Eric Knutsen, es uno de los financieros más destacados del país de los fiordos. Se casaron en 2023, en el Chelsea Town Hall de Londres, pero hace muy poquito han vuelto a renovar sus votos, celebrando su unión en el Caviar Kaspia de la capital inglesa, donde también tienen una segunda residencia y reparten su tiempo y aficiones. Porque Camilla y John Eric son amantes del arte y grandes coleccionistas. De hecho, en su casa cuentan con obras de artistas como Annie Morris, Damien Hirst, Richard Prince, Ane Graff, Ragna Bley, Vibeke Tandberg, Per Barclay, Marie Bovo, Veronica Hodges, Vanesa Baird o A’driane Nieves.
—¿Cómo es vivir y trabajar entre Oslo, Londres y la montaña?
—¡Me encanta! Vivimos en Oslo la mayor parte del tiempo, aunque a menudo vamos a nuestra casa en las montañas, normalmente los fines de semana. Está a 90 minutos en coche de Oslo y no necesitamos hacer maletas, ya que tenemos todo lo que necesitamos allí. La casa está a más de 1.000 metros de altura y el paisaje es majestuoso, como salido de un cuento de hadas. En Londres suelo vivir una semana al mes. La vida allí es frenética, pero muy divertida. Tenemos mucha vida social allí. Salimos a cenar con amigos a clubes privados donde somos miembros, hacemos ejercicio, tenemos hasta nuestro restaurante favorito, el Colbert.
—¿Cómo conociste a John, tu marido?
—Nos conocimos por casualidad, en un restaurante de Oslo. Teníamos amigos en común y solo hablamos un rato. Pero, a pesar del breve encuentro, ambos causamos una gran impresión al otro. Cuando nos volvimos a encontrar después de un tiempo, era obvia nuestra atracción y supimos que ya no nos separaríamos.
—Ambos sois coleccionistas de arte. ¿Quiénes son vuestros artistas favoritos?
—¡Tenemos muchos! Una de mis favoritas es Marie Bovo, una artista originaria de Argelia que hace unas fotos de edificios maravillosas. Sus edificios tienen algo melancólico que me atrapa. Antes de que John y yo nos casáramos, me regaló una foto llamada 'Beautiful' del artista noruego Vibeke Tandberg. Evidentemente, esta pieza tiene un significado especial para mí... Pero la primera obra que compramos juntos también. Se trata de la escultura de Annie Morris de nuestro salón. Es una pieza muy colorida, alegre y divertida. Como nuestra vida juntos.
—¿Sueles organizar fiestas en casa? ¿Cómo te gusta recibir a tus invitados?
—Me encanta cocinar. Cocino todos los días para mi familia y nuestras cenas dominicales son muy elaboradas y 'obligatorias' para toda la familia. Y cuando tenemos invitados, siempre hago la comida yo misma. El marisco noruego es increíble. En cuanto al postre, me gusta ponerlos tipo 'buffet'. Uno de mis postres favoritos son las frambuesas con mascarpone.
—¿Qué parte de tu éxito le debes a tu familia?
—¡Han contribuido muchísimo a mi éxito! Y estoy feliz, porque mis hijos son chicos muy solidarios y se muestran orgullosos de mí, y John, mi marido, es mi apoyo y mi guía. Su amor significa el mundo para mí.
—Te encanta moverte por el mundo. ¿Qué es lo que más te gusta de tus viajes?
—Mi pasión es viajar y me gusta traerme siempre a casa alguna mantelería de allá donde vaya. También me encanta la porcelana. Mi primer juego lo heredé de mi abuela, cuando tenía 15 años, y he seguido coleccionándolos desde entonces. Me chifla organizar mesas preciosas, hasta para el desayuno. Para mí, es algo importante poder transmitir a mis hijos mi pasión por todo esto.
—Y ¿ese sitio al que volver y volver?
—París. Es donde estuvimos en nuestra luna de miel. Los franceses son muy especiales a la hora de entender la pasión y el amor, y todo aquel que conocimos en aquel viaje, rápidamente, se daba cuenta de que nos acabábamos de casar.
—¿Cómo te organizas cuando estáis todos juntos?
—Cuando los siete niños están con nosotros, lo primero que hago es organizar una gran cena en casa donde, además, pueden traer a sus amigos. La última vez que estuvimos juntos fue este pasado mes de agosto. Preparé una cena con una mesa preciosa para catorce personas. Me encanta la energía y las conversaciones de los jóvenes alrededor de una mesa con una buena comida. Solemos ir de vacaciones a Italia y así es como lo hacemos allí. Ahora, por cierto, acabamos de comprar una 'villa' enorme allí, para que podamos disfrutarla en familia.
—Has creado piezas exclusivas para Mette-Marit, Marie Chantal Miller, Anine Bing... ¿Cómo llegas a ellas y cómo mantienes relaciones a largo plazo con unas mujeres que pueden ser tentadas por grandes compañías del sector?
—Dado que la joyería es un sector muy personal y mi negocio es pequeño, trato de tener largas conversaciones con ellas, para entenderlas a la perfección y encontrar así la pieza exclusiva para cada cliente exclusivo. Tengo la suerte de haber llegado a personas muy importantes... Pero, para mí, todos mis clientes son VIP.
—Eres amiga de India Hicks. ¿Cómo ha dado India visibilidad a tu trabajo?
—Efectivamente, tengo mucha suerte de que sea mi amiga y poder contar siempre con ella. Es una gran madre, amiga, filántropa y una empresaria admirable y maravillosa. India tiene varias de mis joyas y las usa todo el tiempo. Es alguien a quien le gusta promocionar a otras mujeres y ha sido increíblemente amable conmigo. Es una mujer increíble.
—Llevas diez años dedicada al diseño de joyas. ¿Qué te impulsó a dejar el sector financiero y a comenzar algo tan distinto?
—Estando embarazada de mi cuarto hijo, decidí que era hora de cambiar mi vida y de trabajar en algo creativo, como siempre había querido hacer. Se me ocurrió comprar un collar chapado en oro, para grabar el nombre de cada uno de mis hijos. Después del verano, con tanto baño y tanto sol, el collar perdió su color original y, finalmente, se rompió. Sentí que había desperdiciado mi dinero y decidí encargar otro collar, pero de calidad. Quería hacer algo que fuera duradero y que pudiera pasar de mis hijos a mis nietos, algún día. Una noche, cenando en un restaurante en Marbella, empezamos a hablar con la gente de la mesa de al lado, y una de las personas de esa mesa resultó ser orfebre. Le pregunté si podía hacerme una pulsera en oro macizo de 18k, donde pudiera grabar los nombres de mis hijos, me dijo que sí y, lo demás, es historia. Todavía sigo trabajando con la misma orfebrería y todavía llevo aquella pulsera. Sigue estando intacta.
—¿Cuáles han sido los mayores desafíos a los que te has enfrentado con tu firma?
—Cuando empecé, no sabía nada sobre el diseño y la fabricación de joyas, tampoco conocía a nadie de este mundo y no tenía demasiados contactos. El camino hasta aquí ha sido largo, pero también muy divertido. En los comienzos, estaba decidida a diseñar joyas personalizadas de alta calidad, hechas a mano por artesanos muy profesionales, con talento y con experiencia, que trabajaran en talleres locales. Conseguir que mis clientes confiaran en mí y en la calidad que les ofrecía fue un desafío. Pero lo logré, y ahora son clientes habituales. Pienso que la calidad no es lo único importante para tener éxito, el servicio al cliente tiene que ser excelente. Yo misma me ocupo del trato directo, porque creo que es fundamental a la hora de poder personalizar una joya.
—¿Dónde encuentras la inspiración?
—¡En la naturaleza! Las formas, los colores que encontramos en la naturaleza son maravillosos, nunca usaría diamantes de laboratorio o piedras sintéticas. ¿Por qué hacerlo, cuando la naturaleza nos ofrece tanto?
La casa ¡HOLA! de la semana: Camilla Austad Knutsen nos abre las puertas de su hogar en el corazón de Oslo