Pierre Sauvage, todo un referente mundial del interiorismo, nos recibe junto a su amiga Sabine Van Vlaenderen en su espléndido Château d’Amilly, en Saint-Agnan-sur-Erre, en la Normandía francesa. Con siglos de historia y testigo de varias guerras, el castillo ha sido destruido y reconstruido en varias ocasiones. Pierre lo adquirió hace diez años, totalmente en ruinas, y tras seis años de obras, mucho esfuerzo y quebraderos de cabeza, le devolvió su esplendor original.
De inspiración ecléctica, el castillo evoca una mansión gótica del Valle del Loira, con su orden de tramos regulares y sus buhardillas ornamentadas. El paisaje que lo rodea lo conforman 33 hectáreas de perales, manzanos, cerezos, almendros, melocotoneros, membrillos y robles. Gran amante de los animales, nuestro anfitrión huye cada vez que puede de la frenética vida de París, para rodearse de la naturaleza, de sus caballos, ovejas, gallinas, cisnes y de los dos burros que rescató.
Sauvage empezó como relaciones públicas de grandes marcas de lujo y, tras 20 años de éxitos, se dedicó a su verdadera pasión: la decoración. Adquirió la empresa Casa Lopez, especializada en alfombras, convirtiéndola en una marca internacional, clave en el mundo del menaje para el hogar.
Apasionado, hedonista, esteta, sensible al detalle, amante de recibir y mimar a sus invitados, experto indiscutible en el art de vivre, coleccionista de servilletas y objetos antiguos y el mejor de los anfitriones, cuando lo conoces es fácil entender cómo ha cosechado tanto éxito. "He tenido suerte y he sabido conservarla", nos dice mientras paseamos por los jardines. La realidad es que es un trabajador incansable, que no deja nada al azar, un señor elegante en sus formas y en sus gestos, que te hace sentir como en casa.
Sabine Van Vlaenderen, que lo acompaña en este reportaje, es, sin duda, la más parisina de los flamencos. Nacida en Brujas, Sabine creció entre París y Asia, donde trabajaba su padre, lo que la llevó a trasladarse a Japón y a Hong Kong. A los 17 años regresó a Bélgica y estudió Económicas en Bruselas, pero el destino la obligó a hacer las maletas de nuevo. Un representante de una agencia de modelos se quedó impactado por su belleza natural, y trabajó durante años en las mejores campañas de moda. En París conoció a su marido, Benjamin Badinter —hijo del exministro de Justicia de Francia Robert Badinter y de la filósofa Elísabeth Badinter—, con el que tiene dos hijos. Durante 15 años, Sabine se dedicó a la decoración, trabajando con clientes de todas partes del mundo. Hoy está volcada en la Fundación Vocación, fundada por Marcel Bleustein-Blanchet —que era el padre de su suegra—. Amiga de Pierre desde hace 15 años, ambos se admiran profundamente y atesoran recuerdos de momentos compartidos.
—Pierre, cuéntanos la historia de esta casa, por favor.
—Construido originalmente en el siglo XV, época de la que se conserva una torre, el castillo fue destruido en gran parte durante la Revolución Francesa. Fue reconstruido hacia 1840, utilizando elementos más antiguos, y el parque probablemente se plantó al mismo tiempo, de ahí la presencia de dos cedros, que aparecieron en Francia a partir de 1830.
—¿Qué nos puedes decir de la arquitectura y la decoración, y del reto de restaurarlo?
—Para esta casa, contamos con la ayuda de un decorador que también es amigo, Franz Potisek, con quien también trabajo en las tiendas de Casa Lopez, así como del paisajista Louis Benech para el jardín. La casa estaba en muy mal estado. Hubo que rehacerlo todo, los tejados, las fachadas y el jardín, lo que nos llevó unos seis años. El parque estaba formado por hermosos árboles que había que poner en valor. La propiedad había sido dividida en dos y tuvimos que comprar las dos partes para volver a unirla, lo que también fue un verdadero reto para encontrar los caminos originales. A la hora de decorar, me gustan las estructuras clásicas y los suelos muy resistentes, como se puede ver en el salón.
—¿Qué diría el interior de esta casa sobre ti?
—Esta casa expresa mi obsesión por la comodidad. He intentado que todo parezca tan cómodo como lo es en la vida real. He prestado mucha atención a las sábanas, los objetos, la vajilla y los colores. También refleja mi amor por la naturaleza y los animales, a los que intentamos acoger en las mejores condiciones posibles.
—Como experto en el arte de la mesa, ¿a quién te ha hecho especial ilusión recibir?
—Lo más emocionante, y también lo más difícil, es recibir a los amigos íntimos y a la familia. Aquí hemos celebrado la Navidad y algunos cumpleaños. Siempre hago un mantel especial y a veces un servicio especial, o hago pintar a mano el nombre de pila de cada invitado en los platos del pan. Presto mucha atención a la decoración floral, y Eric Chauvin, que vive al lado y es un florista de gran talento, viene a menudo a ayudarme. También hago bordar todas las servilletas para la ocasión.
—¿Cuáles son tus rincones favoritos de la casa?
—Hay varios. Me gusta pasar tiempo en el huerto. Allí hemos instalado la piscina, donde almorzamos cuando hace buen tiempo. El comedor también es muy agradable; a menudo trabajo en la mesa por la mañana, después del desayuno. Y por último, el salón, muy colorido y cómodo antes y después de cenar.
—Trabajaste con los más grandes, antes de dedicarte a tu proyecto. ¿Qué te aportaron estas colaboraciones?
—Tuve la suerte de empezar a trabajar en casas muy buenas, Christian Dior y Jean Charles de Castelbajac. Trabajar con diseñadores de gran talento te ayuda a desarrollar el ojo. Te acostumbras a mezclas más atrevidas de colores y materiales. Más tarde, en las oficinas de prensa en las que trabajé, ayudé a varios jefes a crear sus propias empresas, y eso fue lo que me motivó a crear la mía propia.
—¿Qué es lo que más disfrutas de tu trabajo?
—Sin duda, la creación. Lo que más me gusta es imaginar objetos para mí, que acaban después en Casa Lopez. Me apasiona todo el proceso, desde el diseño hasta la fabricación. Recibir prototipos y modificarlos, cambiar colores y detalles. También me encanta diseñar tiendas y trabajar con otras marcas que me inspiran.
—¿Cuáles son los planes futuros para Casa Lopez?
—¡Muchos! En primer lugar, en octubre abriré una nueva boutique, mucho más grande, en la rive droite de París. Una colaboración con Maria de la Orden en septiembre, con moda y decoración. Una nueva línea de tejidos junto con Thevenon. La publicación de mi tercer libro, editado por Flammarion, a finales de octubre, y una colaboración con la marca española Cayumas.
—Háblanos de tus libros, por favor.
—El primero, Casa Lopez: un art de vivre, habla de mis tres hogares, Normandía, Provenza y París, y de cómo los objetos de Casa Lopez se adaptan a cada entorno. En el segundo, Chez Eux, pedimos a amas y amos de casa que nos mostraran su forma de entretenerse. Hubo una veintena de protagonistas y unas 20 páginas sobre cada uno. El tercer libro, Plans de Table, será una continuación de esta idea, con 20 nuevas personalidades muy diferentes.
—¿Qué vas a hacer este verano?
—Voy a pasar un poco de tiempo aquí, para disfrutar de los animales y la naturaleza. Luego iré a Provenza y Cadaqués. Es imposible pasar unas vacaciones de verano sin ir a España. Me encanta ese pueblo tan bonito, auténtico y familiar, sin ostentaciones.
—¿Vivirás los Juegos Olímpicos?
—Sí, es una fiesta, y que sean en París es la oportunidad de estar en primera fila. Me interesan especialmente las pruebas ecuestres de Versalles, que prometen ser un magnífico espectáculo. Estoy impaciente por redescubrir París con todas las nuevas instalaciones previstas para la ocasión.
—Sabine, ¿cómo surgió tu amistad con Pierre?
—Nos conocimos hace casi 15 años, durante unas vacaciones de invierno organizadas por amigos comunes que, en el último momento, ¡no pudieron acompañarnos! No nos hemos separado desde entonces. Pierre es una persona realmente exquisita y admiro su creatividad, su exigencia y su energía. ¡Y además tiene un sentido del humor maravilloso!
—Háblanos de la Fundación Vocación, en la que trabajas.
—Fue creada, en 1959, por Marcel Bleustein-Blanchet, fundador de Publicis y abuelo de Benjamin, mi marido. Ahora la preside mi suegra. Cada año concedemos 30 premios a jóvenes de entre 18 y 30 años, que destacan por la fuerza de su vocación, su determinación y su excelencia, a pesar de los numerosos obstáculos que se encuentran en el camino. Hoy, 64 años después, los 1.740 premiados forman una gran familia, porque mantenemos con todos ellos un vínculo muy fuerte, y seguimos prestándoles nuestro apoyo a largo plazo. Tenemos la suerte de contar con el apoyo de mecenas leales, jurados y expertos excepcionales.