Emma Thynn, marquesa de Bath, avanza con elegancia hacia nosotros, con un espectacular traje sastre verde, y sus tacones de Christian Louboutin pisan con determinación el pulido suelo de madera. No nos saluda con un formal apretón de manos y una glacial mirada aristocrática, sino con un cálido abrazo y una sonrisa radiante que ilumina el salón de su magnífica residencia isabelina, ‘Longleat House’, en el condado de Wiltshire (Inglaterra). “Estoy muy emocionada”, dice mientras nos invita por primera vez a su recién decorado apartamento privado, que comparte con su marido, Ceawlin, el octavo marqués, y sus dos hijos, John y Henry, formalmente conocidos como vizconde Weymouth y Lord Henry Thynn.
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“Es todo un honor unirme al increíble equipo de HELLO!”, afirma. Y es que Emma es la nueva editora de temas sociales de nuestra edición inglesa, donde informará sobre los eventos más glamurosos del calendario internacional: exposiciones, desfiles de moda y festivales de cine… Porque cuando se trata de navegar por las altas esferas de la sociedad y de que te ofrezcan las entradas más exclusivas para los eventos vip de la ciudad, pocos están tan bien conectados como Emma. Desde Ascot a Wimbledon, pasando por el Festival de Cannes o las semanas de la moda, su nombre figura en todas las listas de invitados importantes.
La histórica finca tiene 364 hectáreas y unos impresionantes jardines que fueron diseñados por el célebre paisajista del siglo XVIII Lancelot Capability Brown
Una marquesa moderna
Y como rostro moderno de la aristocracia británica del siglo XXI, Emma es única. Innovando con una serie de cambios, ha trazado su propio camino desde que se casó con Ceawlin, en 2013, y se convirtió en marquesa tras la muerte —hace cuatro años— de su suegro, Alexander Thynn, el excéntrico séptimo marqués. Al principio, en algunos sectores se dio importancia a que fuera la primera mujer de ascendencia multicultural en convertirse en marquesa: su madre es la conocida dama de la alta sociedad londinense Suzanna McQuiston y su padre, el magnate nigeriano del petróleo Oladipo Jadesimi. Pero ella rompe moldes. También es la primera con ese título en haber desfilado en pasarelas de moda (para diseñadores de primera línea, entre ellos, Dolce & Gabbana), en convertirse en embajadora de varias marcas prestigiosas, en competir en el televisivo programa de baile Strictly Come Dancing y, como algo insólito, en pasar las tardes viendo televisión acurrucada en una bolsa de sauna de infrarrojos. “Después de haber hecho la cena a los niños, ayudarlos con los deberes y llevarlos a la cama —señala Emma—, me meto en mi acogedora bolsa de infrarrojos, me tumbo en el suelo y veo The Gentlemen y Palm Royale con Ceawlin”.
Ceawlin, de 49 años, prefiere observar desde la barrera mientras su atractiva mujer se convierte en el centro de atención de nuestra exclusiva sesión de fotos. Él es un atento marido y también un padre moderno. Claramente se adoran, se casaron en ‘Longleat’ y celebrarán su décimo primer aniversario de boda este mes de junio. “Es muy romántico”, dice Emma, y añade: “También es considerado, me hace regalos preciosos y le gusta celebrar las ocasiones especiales. Para San Valentín, me llevó al hotel The Newt, en Somerset”.
Los salones, inspirados en un palacio veneciano, tienen techos ornamentados, tapices flamencos, muebles franceses y posee una de las más valiosas colecciones privadas de libros de Europa, con más de 40.000 volúmenes
Forjando el futuro
Romper con las rígidas convenciones aristocráticas de 16 generaciones de marqueses anteriores parece ser una motivación para la pareja. No tienen ayuda de cámara ni doncellas que vistan a Lord y Lady Bath para la cena, ni rigurosas niñeras que conduzcan a sus hijos. Los engranajes de su vida familiar se mueven con la misma naturalidad y frescura que en otros hogares comunes. “No sé cómo se imagina la gente que soy”, dice Emma, anfitriona de esta finca de 364 hectáreas. “Soy simpática, abierta, honesta y práctica. La ropa deportiva o “casual” es todo mi vestuario. En ‘Longleat’, llevo una sudadera casi todo el tiempo. Con dos niños inquietos, nunca visto de blanco en casa, ¿te imaginas?”.
Mientras, el imparable dúo, en pantalón corto y camiseta, recorre descalzo el laberinto de habitaciones y pasillos, aunque con cierta cautela. “Les encanta jugar en la casa, es perfecta para el escondite y utilizan la gran escalera como campamento base”, dice la marquesa, cuya expresión cambia a una sonrisa irónica mientras recorremos un pasillo de antiguas urnas chinas. “El otro día, estaban jugando con la pelota aquí y rompieron una de las tapas de un jarrón. Bueno, esto no es un museo, es un hogar de verdad y los accidentes ocurren. Los chicos son como criaturas salvajes y juegan juntos como zorritos”, continúa con voz tierna.
Encantados con la casa
“Cuando los preparo en mi baño cada mañana, inundan el suelo y hacen ruidos graciosos... Crecieron fascinados por las historias de piratas y soldados y ahora viven encantados por la historia de esta casa. Se llevan muy bien, comparten habitación y siempre están juntos”, explica. “Después de que una cabra pigmea del Safari Park tuviera crías, les dije que así es cómo somos, corriendo y charlando constantemente”. En cuanto a cómo son sus hijos, describe a John como “muy competitivo” y al pequeño de la familia, como un niño que está “feliz, simplemente pasando el rato”.
Al parecer, él es el más parecido a ella: “Con su espíritu luchador, siento que John es una versión más aguerrida de mí. Quiere jugar al tenis y organizar un torneo para niños en ‘Longleat’, así que estamos renovando la pista de tenis. Quiere jugar en ella, vender las entradas y organizarlo todo”. Y continúa: “Tanto él como Henry han empezado a aprender a vallar. Henry se apunta a todo, pero no está tan hipermotivado. Le encantan los superhéroes y tiene una agilidad natural en gimnasia”. Justo en ese momento, con sus rizos rubios revueltos, Henry presume sus volteretas en su cama con forma de barco, colmada de peluches y que es idéntica a la de su hermano, que está al lado.
“Soy simpática, abierta, honesta y práctica. En “Longleat”, llevo una sudadera casi todo el tiempo. Con dos niños inquietos, nunca visto de blanco en casa”
John, el mayor, está destinado a dirigir el barco de ‘Longleat’ cuando se convierta en el noveno marqués. ¿Comprenderá lo que esto significa? “Supongo que sí”, dice orgullosa su madre, “pero, viéndonos a su padre y a mí, verá que el papel es cuestión de dedicación y trabajo duro”.
Los chicos ya saben hacer visitas guiadas al Safari Park de la finca, que cuenta con un sinfín de animales para enseñar a los amigos: leones, tigres, jirafas, rinocerontes, koalas, dos perezosos y la última incorporación, una manada de painted dogs (perro salvaje africano), una de las especies más amenazadas de África. “Son muy buenos anfitriones”, dice de sus hijos. “Hace unas semanas, Lord Freddie y Sophie Windsor trajeron a sus hijas, Maud, de diez años, e Isabella, de ocho, a vernos y se las llevaron de safari”, nos explica.
El año pasado, ‘Longleat’ también recibió una visita real: el duque de Edimburgo. “El mal tiempo había dañado los árboles de un arboreto en memoria de los soldados de Wessex que lucharon en la Segunda Guerra Mundial, así que el príncipe plantó un árbol en su honor”, cuenta.
“Es mucha la gente que visita ‘Longleat’, a veces no sabes quién va a estar detrás de una puerta”, explica. “A menudo, respiro hondo antes de empujarla para abrirla”. Más de un millón de visitantes acuden cada año para contemplar sus opulentos salones, inspirados en un palacio veneciano, con techos ornamentados, tapices flamencos, muebles franceses y cuadros de maestros antiguos, entre ellos, un Tiziano recuperado tras un robo y que se subastará en Christie’s.
“Esto no es un museo, es un hogar de verdad y los accidentes ocurren. Los chicos son como criaturas salvajes y juegan juntos como zorritos”
Sin embargo, Emma y su familia viven en un ala separada, donde sus nuevos interiores combinan la vida moderna con un telón de fondo de 500 años de antigüedad. “Nuestro objetivo es respetar la tradición y crear, al mismo tiempo, un ambiente cálido”, nos dice mientras nos enseña el comedor, donde la luz inunda el espacio sutilmente decorado. “Ceawlin y yo tenemos gustos similares y tomamos decisiones adecuadas para la casa. La habilidad consiste en que las habitaciones no parezcan recién hechas”.
Clásico contemporáneo
Como complemento del papel chino pintado a mano de la vecina ‘suite’ Dowager, las paredes del comedor han sido pintadas en tonos pastel por los artistas decorativos Croxford y Saunders y presentan motivos florales, pájaros y un monito —un guiño al Safari Park— junto al marco de la puerta. “No hemos intentado imitarlo”, dice la marquesa, que estudió Historia del Arte en el University College de Londres. “Se trataba de hacer una elección apropiada, no de imitarla de una manera ingenua. Nuestros antepasados eran genios en lo que hacían, no podíamos defraudarlos”.
Para la entusiasta chef Emma, la modesta cocina privada de la familia, rebosante de frutas, verduras y hierbas, es perfecta para ellos: “Tenía que ser funcional, con un frigorífico grande, dos lavavajillas y un grifo de agua caliente”, explica.
“El abuelo de mi marido era una leyenda y gracias a él estamos hoy aquí. Su visión salvó ‘Longleat’ y se ha convertido en un lugar vivo, que respira, y quiero hacerle justicia”
A pesar de su predilección por los bollos con mermelada y nata, que degusta durante nuestra entrevista, se esfuerza mucho por mantener su salud y su forma física. El ejercicio matutino —se levanta al amanecer para correr entre la niebla alrededor de la finca de ‘Longleat’— es tanto una forma de meditación como de entrenamiento: “Es lo que me hace sentir capaz de hacerlo todo, de ordenar mis pensamientos. La mente puede hacer que los pensamientos se dispersen, pero, después de correr, caen en su sitio con claridad. También me gusta llevar a los niños a correr por toda la finca. Intento inculcarles que salir al aire libre es importante”, dice.
Sin precedentes
Después de 75 años abierto al público, Emma señala que no existirían ni la casa ni el Safari Park si no fuera por el abuelo de su marido, Henry, el sexto marqués. “Es toda una leyenda y gracias a él estamos hoy aquí”, dice, aludiendo a cómo, tras heredar el equivalente a 69 millones de libras en concepto de impuesto de sucesiones, en 1946, tomó la medida sin precedentes de abrir las puertas a visitantes cobrando una entrada, y muchos aristócratas siguieron su ejemplo para preservar sus residencias para la posteridad.
“Hace unas semanas, Lord Freddie y Sophie Windsor trajeron a sus hijas, Maud e Isabella, a vernos y mis hijos se las llevaron de safari”
“Lo que hizo fue sumamente controvertido y criticado por todo el mundo, incluida la difunta Reina”, afirma. “Pero su visión salvó “Longleat” y se ha convertido en un lugar vivo, que respira, y quiero hacerle justicia”.
A diferencia de sus predecesoras, es la primera marquesa que desempeña un papel vital en la gestión de la finca. “Es difícil expresar lo que significa vivir y trabajar aquí, siempre estás de servicio. Hay espíritu de equipo, todos estamos muy unidos y remamos en la misma dirección. El ímpetu nunca decae”, dice.
“Cuidamos a un sinfín de animales: leones, tigres, jirafas, rinocerontes, koalas, dos perezosos y la última incorporación, una manada de perros salvajes africanos”
“Pero nada de lo que hago aquí es para mí, solo soy una guardiana”, continúa. “La casa nunca descansa y seguirá aquí mucho después de que yo me haya ido. Pero aportarle alegría y energía me hace muy feliz. Voy de un lado a otro, mirando a través de los ojos de los visitantes para ver qué podemos hacer mejor. Más de una vez me he topado con visitantes en bata”.
En cuanto a lo que le gusta explicar a sus visitantes, cuenta: “Algunas personas no saben lo que es “Longleat” y suena a locura cuando intentas explicárselo, así que les invito a venir para que lo descubran. Todo es salvaje y natural. Puedes oír aullar a los lobos, rugir a los leones, ladrar a los leones marinos. Es un lugar exótico que me encanta”.
En generaciones anteriores, se esperaba que las marquesas continuaran teniendo hijos mucho después de cumplir diligentemente con dar vida al “heredero requerido y a un posible sustituto”. Aunque los tiempos han cambiado, ¿le gustaría tener más hijos a Emma? “Ahora mismo, no”, dice sonriendo. “Seguir el ritmo de los chicos es mucho trabajo; en este momento, ya tienen horarios diferentes en el colegio. Pero nunca digas nunca”.