Se puede decir que Patricia Olmedilla y Gonzalo de la Cierva han vivido dos ‘flechazos’. El primero —y el más importante— fue el que sintieron, hace casi dos décadas, al conocerse en una fiesta y con el que iniciaron su historia de amor. Hace diez años, los duques de Terranova también sintieron ‘amor a primera vista’ cuando conocieron la que ha terminado siendo su casa definitiva, de diseño y situada a las afueras de Madrid.
“Me encanta la amplitud de la vivienda, su entorno, sus vistas y el estilo de vida que implica. Es salud, deporte”, nos explica Patricia
“A Gonzalo le gustó mucho, aunque me daba mucho miedo la zona, porque todavía había mucho descampado, y nos echamos atrás”, nos cuenta Patricia. “Ya cuando nació mi hija Alejandra, hace seis años, buscamos una casa más grande y descubrimos que estaba en venta. Ahí ya no dudamos”, añade la aristócrata, tras remodelarla por completo.
Por fuera, la vivienda llama la atención con sus impresionantes vistas a la sierra madrileña y, por dentro, por sus piezas de arte contemporáneo. La decoración es completamente opuesta a su anterior hogar, en el que reinaban cuadros, tapices y espadas de antepasados de Gonzalo. Entre ellos ‘El Gran Capitán’, reconocido por sus hazañas militares en la conquista de Granada a los nazaríes, o la Guerra de Nápoles. En su nuevo hogar, los duques de Terranova nos reciben con sus tres hijas, María, Sofía y Alejandra.
“He vivido en el campo desde pequeño y necesitaba algo así”, añade Gonzalo
“La mayor y Gonzalo cumplieron 16 y 63 este sábado 27, porque nacieron el mismo día. Pero la pequeña hizo seis años el 12 de abril”, nos explica Patricia que, a dos meses de alcanzar los 47, tiene otro gran motivo de celebración: la aristócrata ha terminado la recuperación de su rodilla, tras romperse el ligamento cruzado, hace cuatro años, mientras esquiaba.
—¿Contentos con la nueva casa?
—PATRICIA: Muchísimo. Me encanta su amplitud, entorno, vistas, el estilo de vida que implica… Es salud, deporte. Es verdad que resulta algo incómodo, con las edades de las niñas, de salir y entrar… Pero peor sería vivir en ciudad.
—GONZALO: Lo que más me gusta es la piscina y sus vistas. He vivido en el campo desde pequeño y necesitaba algo así.
“Mis hijas son mis tres tesoros. Son muy diferentes. La mayor, María, es ‘cerebrito’, igual que su padre. Sofía es como yo, happy con todo. Alejandra, mi trasto, nos tiene enamorados a todos”
—¿Cuántos metros tiene?
—P: Como 1.200 metros cuadrados construidos. Durante la pandemia, no podía doblar la pierna por el accidente que tuve. Como había escaleras por todas partes, no salía de mi habitación y comía en la cama. Por eso, me prometí no volver a tener una casa con escaleras (ríe). Parece una chorrada, pero luego vienen las edades…
—¿Y la decoración?
—P: Ha sido idea de Manuel Espejo, que ya nos decoró la anterior.
—Se respira arte contemporáneo.
—P: Eso es por Gonzalo, que le encanta y entiende. Yo no entiendo.
—G: Me apetecía un diseño más moderno y creativo. En las casas anteriores, teníamos una decoración tradicional, porque tengo muchas obras de arte familiares heredadas. Estaba un poco harto de cuadros de antepasados y de las espadas del Gran Capitán. Esas piezas no pegaban en esta casa y se han quedado en la otra, que está alquilada. En cuanto el inquilino vio la casa, dijo que la quería igual, con las piezas. Todo está asegurado e inventariado para evitar cualquier problema.
—¿Cuál es vuestra obra favorita, de las que tenéis en esta nueva?
—G: Por mi afición a las motos, tenemos una MV Agusta Scrambler en el salón. Es del año 53 y hay diez en el mundo. En general, son obras de artistas contemporáneos prometedores, o de amigos, como la ‘menina’ de Felipao, y los cuadros de langostas de Aldo Comas, marido de Macarena Gómez.
—¿Cuántas habitaciones hay?
—P: Una para cada niña, la nuestra, la de invitados y otra de servicio. Luego el cuarto de juegos, gimnasio, salón… Todo superaprovechado. Y baños, un montón. En total, ocho (ríe).
—Ahora no tenéis animales.
—P: Están en el campo. Ahora solo tenemos a nuestro pastor alemán entrenado, un perro policía que da mucha tranquilidad. Aquí, tuvimos canguros blancos, wallabies, pero se escaparon y acabé corriendo detrás por la carretera… ¡Salí en videos de internet! (ríe). Ahora están en nuestro zoo, en el campo, porque son animales difíciles de domesticar.
—¿Cómo se han adaptado tus hijas a la nueva casa y a la zona?
—P: Están muy felices. Sabía que sería difícil para ellas estar más lejos de Madrid, así que decidí ponerles las menos pegas posibles a sus planes. Nos apañamos Gonzalo y yo, uno para arriba, otro para abajo. Cada una tiene su cuarto con camitas para cuatro o cinco amigas. Se quedan a dormir y les organizo planes, les hago comida buena, ponemos música… Todas sus amigas quieren venir.
—Háblanos de tus hijas.
—P: Mis tres tesoros. Son muy distintas. María, la mayor, que acaba de cumplir 16, quiere ser matemática o bioquímica. Es cerebrito, cerebrito. Estudia para sacar matrícula, pero es divertida, le gusta salir y tiene su punto gamberrillo. Es igual que su padre, con reacciones y contestaciones de él.
—¿Y sus hermanas?
—P: Sofía, la mediana, es happy con todo y todo le va bien. Es muy de sus amigas, muy familiar también… Es muy ‘yo’. Luego, Alejandra, mi bicho y mi trasto, nos tiene a toda la casa enamorada. Ella levanta el dedo, ordena y hace con nosotros lo que le da la gana (ríe). Al tener dos hermanas mayores, está más espabilada y es muy divertida.
—¿Cómo eres como madre?
—P: Soy muy germánica. No intransigente, pero hay algunas normas que no se saltan: horarios, tareas, disciplinas… Que se sienten rectas en la mesa, pongan bien la servilleta… ¿Viviría más relajada? Sí, pero no me sale.
Patricia nos explica que su marido ‘entiende’ de arte contemporáneo. “Estaba un poco harto de cuadros de antepasados y de las espadas del Gran Capitán”, nos dice él
—Perdiste a tu padre con 14 años.
—P: Sí, en un accidente de coche y eso me marcó el resto de mi vida. Los domingos, cuando vamos a misa, hablo con él. Le sigo teniendo tan presente…
—Te habrá influido al ser madre.
—P: Muchísimo. Lo que más, en el concepto de unidad familiar. Lo que más he querido siempre ha sido una familia, triunfar en la vida como madre y esposa. Y creo que no lo estoy haciendo tan mal, aunque últimamente tengo a mi marido un poco más abandonado. Con lo de la pierna, salgo menos y digo ‘no’ a muchas cosas.
—Perder a tu padre, de esa forma, ¿no te ha hecho ser mucho más protectora como madre?
—P: Sí. Me paso toda la vida con el ‘ay, ay’ o ‘uy, uy’. Quizá, ese sufrimiento sea parte de lo que soy. Tendría que relajarme, lo sé, pero es que me sale.
“Tenemos a nuestro pastor alemán entrenado, un perro policía que da mucha tranquilidad. Tuvimos canguros blancos, pero se escaparon… Ahora están en nuestro zoo, en el campo”
—En verano cumples 17 años de casada. ¿Qué destacas de Gonzalo?
—P: Su integridad, perseverancia y lo buena persona que es. Nos conocimos en una fiesta que hizo con su empresa. No me apetecía ir, pero un buen amigo en común me insistió y me llevó. Allí, me lo presentaron. Aunque una amiga me dijo que él no era mi estilo, me gustó (echa una carcajada). Fue amor a primera vista. Yo me decía: “Que no te guste el rompecorazones”. En esa época, él salía un montón con unas y otras. Pero después de la fiesta, fuimos coincidiendo…
—¿Qué te enamoró de él?
—P: Todo de él me gustaba: su carisma, su humor, su inteligencia… Gonzalo es extremadamente inteligente. Luego, su chispa, sus ganas de vivir, de disfrutar y lo familiar que es. No solo me enamoré de él, sino de toda mi familia política, de la que sigo enamorada. Siento amor y devoción por mi suegra, mis cuñadas y mis cuñados. Cuando Gonzalo se va de viaje, quedo con ellas.
—¿Y a ti de ella, Gonzalo?
—G: En el listado de cosas que buscaba en una mujer, la primera de ellas era que me quisiera mucho, que es casi más importante que quererte tú. El segundo punto, que fuera buena y Patricia no tiene maldad. Lo tercero, que tuviese principios. Lo de que fuese guapa o tuviera dinero… Eso ya era el séptimo u octavo. Mi cuñado, el marqués de Griñón, siempre me decía: “Hazme caso. Para que el matrimonio dure, tienes que casarte con la vecina de al lado. Es decir, con alguien con la misma educación, mismos valores”. Y Patricia reunía todas esas cosas.
—Entonces, estabas centrado en tus negocios.
—G: Empecé con el Grupo Berlusconi y fui el empleado número cuatro de Mediaset en España, cuando ni existía Telecinco. Luego monté la primera compañía de internet en España, cuando solo éramos cien mil internautas. La sacamos a bolsa y nos arruinamos. Pero saqué otra de móviles y ahí sí me fue bien. Se llamaba Movilisto e inventamos los sistemas móviles de votación para televisión: Crónicas Marcianas , Gran Hermano, Operación Triunfo… El mismo día que vendimos la compañía, me casé. Con 46 años, pasé de ser ejecutivo agresivo soltero a un jubilado casado.
—P: A veces, me dicen: “Qué suerte tiene tu marido”. Factor suerte puede haber un uno por ciento, pero el resto ha sido trabajo, dedicación y horas. Todo se lo ha ganado.
—G: Ahora me dedico a lo que me encanta: el campo. Me hice ganadero y agricultor. Estoy especializado en toros limusín y angus. También montamos cuatro explotaciones de almendros importantes. Y también me he dedicado a mi familia.
—Hace unos días, os vimos en la boda del alcalde de Madrid y Teresa Urquijo. ¿Cómo habéis vivido la boda del año?
—P: Con mucha emoción y expectación. Teresa es una niña tan dulce y maravillosa… Gonzalo y sus hermanos son primos segundos de su madre.
—G: Cuando su madre nos contó que estaba saliendo con el alcalde, le dije: “¡Pero si Teresita es una niña!” (ríe). Lo más impresionante era la alegría que había. Ella estaba felicísima y él también.
—P: Me emocionó ver al padre de Teresa llevándola al altar. Ese momento de soltar a tu niña… Feliz, pero asustado… Me conmovió.
—G: Todo el mundo estaba muy alegre. La Familia Real también lo ha disfrutado muchísimo.
“Lo que más he querido siempre ha sido una familia, triunfar en la vida como madre y esposa. Y creo que no lo estoy haciendo tan mal”, nos dice Patricia, quien, con 14 años, perdió a su padre en un accidente
—¿Conocíais a don Juan Carlos y doña Sofía?
—P: Don Juan Carlos era uno de los mejores amigos de mi padre. De hecho, mi padrino era Gonzalo de Borbón. Pero no tenemos ya ningún trato. Los que tienen mucho vínculo son la familia De la Cierva.
—G: Yo les conozco a todos, pero les tengo mucho respeto. En un momento dado de la boda, José Luis dijo: “Vamos a brindar por el Rey y agradecerle que esté aquí”. Todos nos pusimos en pie y aplaudimos durante casi media hora. Fue impresionante. Vi al Rey emocionado por lo que ha sufrido en esta última época y se merece el reconocimiento.
—Patricia, antes hablabas de tu pierna. ¿Ya estás recuperada?
—P: Por fin, gracias a Dios. Han sido casi cuatro años y tres operaciones. Tuve el accidente a principios de 2020 y me dieron de alta el 22 de octubre del año pasado. Tengo molestias, pero ya corro un poquito, juego al pádel… Lo que deseo es volver a montar a caballo. Antes del accidente, tenía un nivel muy alto de salto y un caballo estupendo. Ahora, nada y me da miedo. Quizás me atreva con la doma…
—Tu recuperación te ha llevado a iniciar un nuevo camino.
—P: Quiero compartir lo que he aprendido en estos últimos cuatro años. Con la primera operación, engordé 13 kilos. Al estar ocho meses tumbada y, luego, venir el COVID… Cuando me fui a poner de pie, no entraba ni en la ropa de embarazada. Ahí me dije: “Dios mío, ¡qué me he hecho a mí misma!”.
—¿Y cómo volviste a tu figura?
—P: Me puse en manos de mi hermano, del método Thinking. Hay que cambiar es la conducta. Además, me empezó a interesar muchísimo la nutrición, alimentación y deporte. Me di cuenta de que no tenía ni idea de nada: ni de lo que me comía, ni de lo que me compraba, ni el orden en el que cómo… Y ahora quiero compartir todo lo aprendido en pequeñas píldoras y de manera altruista. Inicialmente, a través de Instagram y, después, con un canal en YouTube. Enseñaré deportes que se pueden hacer en casa, sin ir al gimnasio y sin dinero.
“Teresa Urquijo es una niña tan dulce y maravillosa… Gonzalo y sus hermanos son primos segundos de su madre”, nos explica la aristócrata, tras asistir a la boda del alcalde de Madrid
—¿Qué te dicen tus hijas de esta nueva faceta?
—P: Se parten de risa. No paro de hacerles cosas saludables: donuts, gofres, tortitas, nuggets, pan de molde… Todo hecho a mano.
—¿Y tu marido?
—P: Le dije que yo no tendría credibilidad si él tenía esa tripa (ríe). Se puso las pilas y ha perdido 14 kilos (ríe).
—Tú estás espectacular.
—P: Llevo tres años pesando 52 kg y midiendo 1,70. Como todo lo que quiero y lo que me apetece es saludable.
—¿Siempre has sido así de guapa y estupenda?
—P: Guapa no, estupenda sí (ríe). Aunque la edad es un poco cruel, porque ya no veo de cerca y estoy llena de canas, pero me encuentro mejor ahora que hace años.