Una vivienda, igual que quienes habitan en ella, evoluciona y debe cambiar cuando se produzcan modificaciones en la unidad familiar: porque los hijos se han independizado y sus cuartos quedan libres o hay que adaptar los espacios para facilitar unas circulaciones seguras. ¿Crees que con 50 años todavía no tienes que acometer renovaciones en este sentido? Pues recientemente se ha presentado el ‘Primer Estudio Nacional sobre la Vivienda a partir de los 55 años’ impulsado por Leroy Merlin en colaboración con el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (y realizado por Sigma Dos) en la que se opina lo contrario. Esta radiografía acerca de cómo afrontar el futuro de la vivienda en este grupo de edad concluye que es un error no adaptar nuestro hogar hasta necesitarlo: La franja idónea es de los 55 a los 65 años.
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Necesidades de nuestro hogar al envejecer
Los datos de dicho estudio describen cuestiones vitales como la capacidad de las viviendas para responder no solo a la evolución física y familiar, sino también emocional y social, pues a causa del envejecimiento llegan situaciones como la soledad no deseada. La investigación, que incluye el análisis de expertos en gerontología, interiorismo y arquitectura adaptada, alerta de que, más allá de eliminar las barreras arquitectónicas que pueden limitar nuestra movilidad como cambiar la bañera por la ducha, también debe darse respuesta a otros aspectos esenciales, como el arraigo, la autonomía y el bienestar.
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¡Nuevas oportunidades!
Lógicamente no todos los cambios a acometer son malos o antiestéticos, también aparece el deseo de recuperar como propios y reconvertir espacios de la casa con la marcha de los hijos o con la jubilación. Tras esta actitud, se esconde una motivación de disfrute y reencuentro con uno mismo: el recuperar un hobby o hacer ambientes más amplios y luminosos, tirando tabiques y suprimiendo habitaciones, por ejemplo, ganando un vestidor en el dormitorio.
En palabras del arquitecto y socio del estudio de arquitectura Tresunouno, José Ignacio Braquehais: “es una oportunidad para crear una vivienda más flexible con sistemas de compartimentación cambiantes, módulos de almacenamiento o camas abatibles integradas que darán lugar a estancias más amplias y luminosas que se pueden reorganizar a conveniencia”.
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Barreras a la hora de adaptar nuestro hogar
Realizar los cambios que necesitan las viviendas en la mayoría de los casos se encuentran con la traba económica. Aunque también influyen los propios hijos, quienes según las gerontólogas consultadas pueden suponer un freno en las decisiones de compra de los padres ya mayores, y no autorizar o validar la reforma propuesta. De hecho, cuanto más mayores son las personas, mayor freno suponen los hijos y estos son algunos argumentos: no son conscientes de los problemas reales de los padres, se resisten a resolverlos si afecta a su comodidad, les quitan la seguridad y la autonomía para decidir o se les guarda ‘su sitio’, por si regresan…
No hay que olvidar tampoco que muchos encuestados manifiestan: "Me gusta mi casa como está". Nuestra vivienda es un reflejo de nuestra identidad y emprender cambios profundos en ella puede verse como un proceso de borrado de lo que hemos sido y lo que somos.
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Los cambios que debe sufrir nuestro hogar
Del mismo modo que tenemos distintas etapas vitales, nuestra vivienda debe ser dinámica. No obstante, postergamos la decisión de adaptar nuestro hogar y “a pesar de que, a más de ocho de cada diez españoles de más de 55 años (83% de los encuestados) les preocupa tener dificultades para seguir valiéndose por sí mismos en su propia casa cuando tengan más edad, solo el 42% ha realizado ya cambios en su vivienda para adaptarla en previsión de las necesidades futuras”.
Los datos revelan que la mayoría de las personas no considera necesario hacer adaptaciones en el hogar derivadas de la edad antes de los 71 años. Los expertos entrevistados en el estudio señalan que el edadismo y la gerontofobia son los responsables de retrasar estas decisiones cuando, como ya hemos comentado, la franja idónea es entre los 55-65 años.
¿Más cosas? Las gerontólogas consultadas enfatizan la importancia de alargar el máximo posible el tiempo de vida en el hogar, como fundamento del bienestar. Tener que vivir en una residencia debería ser siempre el último recurso.
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Adaptar el baño, la preocupación principal
No nos equivoquemos, con sustituir la bañera por un plato de ducha no tenemos ya todo hecho. Los séniores sondeados admiten que asegurar la movilidad es lo primero que tienen en mente al emprender cambios y reformas en el hogar y sí, las adaptaciones fundamentales se realizan en el cuarto de baño. Sin embargo, arquitectos e interioristas consideran que igual de clave para asegurar la independencia y autonomía de este colectivo es retirar alfombras, evitar escaleras y desniveles o mejorar la iluminación. De hecho, sobre este último aspecto sorprende porque todos perdemos vista, pero nadie incluye la iluminación como una prioridad.
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Otras adaptaciones que hacemos de forma habitual
Tras el baño, que es una de las prioridades, los mayores de 55 años reforman también la cocina para hacerla más segura y cómoda en el uso. Por ejemplo, se incide en cambiar los sistemas de almacenaje para que eviten a los usuarios agacharse o coger cosas de armarios demasiado altos. De ahí que en ambientes amplios incluso se renuncie a los módulos superiores.
Las reformas en el dormitorio ocupan el tercer lugar. Aunque también se acometen actualizaciones en los pasillos y las puertas de interior, para hacerlos más anchos consiguiendo pasos fluidos y sin trabas.
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¿Un interiorismo minimalista?
Sin duda asegurar y proteger al máximo la movilidad y la seguridad de las personas mayores es el aspecto primordial, por encima de la estética. No obstante, la decoración no debe caer en un minimalismo frío e impersonal. De este modo, sí que se debe evitar el exceso de muebles, enseres, alfombras y otros elementos que puedan suponer un peligro para los mayores, pero no se debe prescindir de piezas a las que tengan apego. Son su ‘arraigo’ y, por tanto, no es conveniente despojarles de ellos, consideran las gerontólogas.
Así, se trataría ante todo de llegar a un término medio entre la movilidad segura y el apego de la persona al hogar y sus objetos.
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¡No retrasemos la renovación!
Por último, los expertos que han participado en el estudio afirman que es un grave error no adaptar nuestro hogar hasta necesitarlo; es importante trabajar con antelación para garantizar las necesidades futuras.
El consenso es rotundo al señalar como tardío los 71-80 años como momento en el que emprender una reforma. Y señalan la franja de los 55-65 años, idealmente. Entre otras razones porque es aconsejable que sean las mismas personas mayores las que puedan emprender estos cambios y obras en el hogar, sin tener que contar con la validación y/o aprobación de familiares. Aparte, se tiene que romper el mito por el cual adaptar la vivienda es convertirla en una ‘casa de ortopedia’.
Encima, según portales de compraventa de viviendas (Idealista y Servihabitat), reformar antes el hogar hace que las disfrutemos más tiempo, emprendamos el cambio con mayor entusiasmo y obtengamos un mejor resultado. Al mismo tiempo se logra otra gran ventaja, pues esto repercute en el mercado: una vivienda reformada aumenta su valor en un 24%.
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