Cortina es una magnífica estación de montaña, nombrada la “perla de los Dolomitas” por la belleza de sus cumbres escarpadas, que se tiñen de rosa al atardecer. Nunca sobran las palabras para definir esta cuenca espectacular y famosa en todo el mundo. Cortina es también el lugar donde crecieron las grandes dinastías italianas, donde generaciones han mantenido las tradiciones, reuniéndose aquí para pasar las vacaciones y exprimir el estilo de vida del Ampezzo. No solo el deporte, el esquí alpino en el Tofane, el Cristallo, la Faloria, Cinque Torri o Lagazuoi. También reunirse en el Estadio de Hielo, hacer excursiones a refugios y disfrutar del elegante modo de vida que desde los años 60 han cultivado grandes figuras de las finanzas, actores, directores y aristócratas en locales tan famosos como El Camineto, El Toulà, el bar del Hotel de la Poste y Villa Oretta.
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‘Mi padre, Vittorio Merloni, dedicó su vida al trabajo y creó de la nada una empresa de electrodomésticos que, cuando dejó la presidencia de la compañía, era la primera del sector en Europa’
Entre los ilustres nombres que poseen casa en Cortina se encuentran los Merloni , una familia que, con los Agnelli, Pirelli, Barilla y Marzotto, forma parte de la élite industrial italiana (1960-2000). Originarios de Fabriano, en la década de los 50, Aristide Merloni, con sus hijos, Francesco, Antonio y Vittorio, fundó el imperio de los electrodomésticos. En 1975, Vittorio creó Merloni Elettrodomestici (más tarde Indesit Company), empresa cotizada en bolsa, que ahora está en manos de Whirpool.
“Mi hija, Vittoria, tiene 30 años y es el proyecto más importante de mi vida. Hace tres años, montó su propio negocio de chaquetas a medida, inspiradas en las de su abuelo”
Vittorio tuvo cuatro hijos: Antonella, Aristide, Andrea y Maria Paola. Esta última plasmó su amor a su padre, por su enorme capacidad visionaria y su habilidad como gran líder, en el libro Hoy ya es mañana, que le dedicó tras su muerte.
La casa de Cortina, antaño de la familia y ahora de Maria Paola, recuerda la brillante vida y las vacaciones de aquellos tiempos. Ahora la comparte con su hija, Vittoria.
“Mi padre compró esta casa a principios de los 80, le encantaba. Decidí quedarme con ella, se la compré a mis hermanos y, en los últimos años, he hecho algunas obras para aligerarla”
—¿Cuándo empezaste a venir a Cortina?
—Desde que tenía seis años. Me puse mis primeros esquís en Cortina y mi padre compró esta casa a principios de los 80. A él le gustaba mucho esta casa, le encantaba esquiar y tenía su propio monitor. Siempre he respirado un aire maravilloso aquí, en Cortina. Siempre he estado enamorada de este valle, de estas montañas y de sus colores. Es como si me sintiera protegida. En cuanto paso San Vito y entro en el valle de Cortina, me siento ligera. Así que decidí quedarme con esta casa, se la compré a mis hermanos y, obviamente, en los últimos años, he hecho algunas obras para aligerarla y vivirla de otra manera. Llevo esquiando más de 50 años. Admito que Cortina tiene algunos defectos, como la falta de internacionalidad, el aeropuerto, sus carreteras, que son un poco incómodas... pero eso es parte de su encanto y originalidad.
“Desde esta casa, inundada por el sol, tengo una hermosa vista, impresionante, de las montañas de Tofane y Cinque Torri”
—Tu familia ha sido muy importante en la industria italiana.
—Papá Vittorio, gran empresario, fue presidente de Confindustria durante cuatro años. Falleció hace ocho, tras haber estado enfermo de alzhéimer durante muchos años. Pero en su época, en los años 70, 80, 90 y 2000, dedicó su vida al trabajo y creó de la nada una empresa de electrodomésticos que, cuando enfermó y dejó la presidencia de la compañía, era la primera del sector en Europa. Teníamos cuatro marcas (Indesit, Ariston, Hotpoint y Scholtes) con cuatro posiciones diferentes. Con los años, papá le cambió el nombre por el de Indesit Company; creía que era mejor separar el apellido de la familia del nombre de la empresa. Teníamos 18.000 empleados, 3.000 millones de euros en ventas y producíamos principalmente en Italia, pero también en el extranjero. Teníamos fábricas en Rusia, Inglaterra, Turquía, y exportábamos mucho. El sueño de mi padre era estar en el podio de los fabricantes de electrodomésticos de Europa. Y lo consiguió. Luego cayó enfermo y todo cambió. Éramos cuatro hermanos —desgraciadamente, Andrea falleció en 2020— y, en parte por vicisitudes familiares, en parte por diferencias de opinión, acabamos vendiendo la empresa a los americanos de Whirpool, hace casi diez años. Ninguno de los Merloni trabajamos ya para la empresa.
“Ninguno de los Merloni trabajamos ya para la empresa. En parte por vicisitudes familiares y en parte por diferencias de opinión, acabamos vendiéndola hace casi diez años a una marca americana”
—¿Qué te gusta hacer cuando vienes a Cortina?
—En Cortina me gusta hacer de todo. Me gusta el esquí alpino. Siempre he esquiado, pero con monitor, por razones de seguridad. También me encanta caminar, las raquetas de nieve me parecen una oportunidad espectacular para experimentar la belleza de las montañas y sus vistas panorámicas. Me gusta mucho ir a refugios, restaurantes, disfrutar de la comida... Vivo aquí como una ampezzana.
—Tienes una casa bañada por el sol con la vista más hermosa de las montañas.
—Sí, desde esta casa inundada por el sol tengo una hermosa vista, impresionante, de Tofane y Cinque Torri. Es una mansarda (ático) en Cianderies, de 250 metros cuadrados, con terraza y cuatro dormitorios. La he renovado recientemente con una nueva decoración. Quería una casa muy acogedora. Había vivido muchos años en una casa tradicional de Cortina, así que, hace cuatro, decidí aclararla y hacerla más ligera, pero manteniendo el sabor de la montaña. Le di espacio a las telas, así que puse tela en las paredes para que, vayas a la habitación que vayas, parezca un abrazo. Utilicé cuero y piel. Mantuve algunas piezas antiguas, como la chimenea. Abrí el comedor, que estaba cerrado, y lo convertí en un espacio abierto, porque quiero que en cualquier rincón de la casa se respire esa luz maravillosa que entra por las ventanas, por el techo y por las ventanas laterales. He intentado combinar colores suaves para que se puedan disfrutar tanto en invierno como en verano. Yo diría que es una casa sofisticada, acogedora, luminosa, fácil de habitar y abierta a los amigos.
—Tienes hermosas obras de arte.
—Tengo cuadros preciosos de Il Pignatelli, Marinetti, Giulio Turcato; también tengo de Alberto Tadiello, Felisi, Maraniello y Fabrizio Braghieri, el artista del corazón. Me encanta coleccionar teteras antiguas de plata y jarrones Venini. También me gustan las esculturas de Igor Mitoraj, Mimmo Paladino, Robert Indiana... Para mi mesa elegí el amarillo de los platos de Richard Ginori; me gusta tener una mesa que encante a mis invitados. Las flores, las chimeneas encendidas, los plaid y los cojines de piel hacen que la casa sea tan agradable que nunca me iría de aquí.
“Es una casa sofisticada, acogedora, luminosa, fácil de habitar y abierta a los amigos. Me gusta tener una mesa que encante a mis invitados”
“Recientemente, he renovado la decoración. Había vivido muchos años en una casa tradicional de Cortina, así que decidí aclararla, pero manteniendo el sabor de la montaña”
—¿A qué te dedicas ahora?
—Estaba muy unida a mi padre y su muerte fue un dolor con el que aprendí a vivir. Era un amor recíproco inmenso. Durante muchos años trabajé en la empresa. Luego, en 2003, fui la primera presidenta de Confindustria Regionale delle Marche. De 2006 a 2019, he sido diputada dos legislaturas y senadora una. Después de terminar este camino, tras unos meses sabáticos, compré una patente a un ingeniero angloitaliano y hoy tengo una pequeña empresa que fabrica máquinas para hacer helados en pocos minutos. Un poco el concepto de las cafeteras modernas: introduces una cápsula en la máquina y en tres minutos y medio tienes el equivalente a un cucurucho con dos bolas de helado. Esta máquina se llama Tooa. Es un proyecto muy futurista, pero también artesanal, porque nuestras preparaciones, de 14 sabores diferentes, están hechas con productos trazables y artesanales. Llevamos dos años comercializándola: el primer año en Italia y el año pasado empezamos a exportar.
—Tu hija, Vittoria, parece muy decidida a ‘llevar’ la ropa de su abuelo.
—Mi hija tiene 30 años y es el proyecto más importante de mi vida. Vive en Milán. Hace tres años montó su propio negocio y produce americanas con una marca llamada VitoVI, que significa de Vittorio a Vittoria, una pequeña empresa que produce chaquetas a medida como las que tenía su abuelo y que ella, cuando murió mi padre, había sacado de sus armarios y había hecho rediseñar. Vittoria trabajaba en una importante empresa de moda italiana. Durante el primer confinamiento, su contrato había expirado, estaba prácticamente sin trabajo y preocupada por su futuro. Así que, partiendo de las chaquetas de su abuelo, se le ocurrió la idea de probar suerte con una línea de chaquetas a medida a un precio más asequible. Partiendo de cero, creó su propia marca, que hasta ahora se ha vendido principalmente online, y a partir de la próxima colección se venderá también en tiendas.
“Siempre he estado enamorada de esta cuenca, de este valle, de estas montañas y de sus colores. Es como si me sintiera protegida”