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Tyler Ellis, hija del emblemático diseñador Perry Ellis, nos abre las puertas de su mansión en los ángeles y nos cuenta su historia de película

Sus padres no vivieron una historia de amor, eran dos buenos amigos con un mismo deseo, tener un hijo, y decidieron cumplir su sueño juntos


1 de noviembre de 2023 - 8:00 CET

Tyler Alexandra Gallagher Ellis es una mujer muy especial. Por sus orígenes. Nace de la amistad de dos grandes creadores. De un lado, Perry Ellis, el diseñador americano que transformó el  prêt-à-porter  de mediados de los 70. Del otro, Barbara Gallagher, guionista y producto­ra en Hollywood, que transformó a su vez el concepto que se tenía de la mujer en la misma época. Y luego está su nombre, Tyler, que es un nombre de “chico”.

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Casa Tyler Ellis HOLA 4135© CÉSAR VILLORIA
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Arriba, Tyler Ellis con su hijo, Fitz, de 20 meses. La propiedad consta de dos casas. En la principal, de influencia francesa neoclásica, están la cocina, los dormitorios de la pareja y su hijo y los salones. Más tarde construyeron la de invitados.

En su fantástica morada, en la que se fusionan un edificio clásico y antiguo con uno moderno de reciente construcción, en Brentwood (Los Ángeles), Tyler se inspira creando —también ella— los bolsos de lujo exclusivos por los que es mundialmente reconocida. Dos de sus modelos (el Lee Pouchet y el Perry Clutch) son los más utilizados en todas las alfombras rojas.

“Mi distintivo, pues no tengo logo, es una piña de piñones, que se asocia con la riqueza, el lujo y la hospitalidad. Incorporé la reproducción de la bonita firma de mi padre, que extrajimos de su tarjeta de felicitación por mi primer cumpleaños. Es mi homenaje”

—¿El genio se hereda?

—Ja, ja, ja. ¡Ojalá! Lo que sí se hereda —en realidad, se aprende— con la educación es la forma de enfrentarse a la vida y tener una disciplina de trabajo. Cuando mi padre murió yo tenía 18 meses y mi madre decidió proporcionarme una existencia lo más natural posible. Pidió a sus padres que vivieran con nosotros seis meses al año para que yo, gracias a mi abuelo Harold, tuviera cerca una figura paterna en mi infancia. También me alejó de cualquier tipo de vida superflua. Durante años nadie se preocupó de quién era mi padre. Si me preguntaban en el cole, yo contestaba con un vago “oh, era un diseñador”.

© CÉSAR VILLORIA
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Sobre estas líneas, Tyler Ellis en brazos de su padre, con seis. La casa de invitados (en la imagen superior, fachada de la misma), donde se hace la vida social.

Perry Ellis era mucho más que un diseñador. Junto a Calvin Klein y Ralph Lauren, fue una de las grandes  figuras de finales de los 70 . Cuando casi todo el mundo vestía bastante clásico, él ofreció a los jóvenes diseños desestructurados con dobles hombreras, pantalones amplios y tops dos tallas más grandes. Es decir, prácticamente lo que ahora se ve por la calle. Sus jerséis son emblemáticos y, hoy, objeto de colección. Como había estudiado Administración de Empresas, su compañía, Perry Ellis International, llegó a ser multinacional, facturando cientos de millones de dólares. Pero a los 46 años, cuando aún le quedaba mucho por hacer, murió.

“Fitz es un niño feliz, divertido, curioso... La primera palabra que dijo fue ‘coche’. Tiene ya un Bentley para su tamaño y… ¡no sé como va a acabar esto!”, ríe

“No tengo ningún recuerdo de él, pero mi madre dice que ambos tenemos una personalidad muy parecida, nos tomamos nuestra profesión muy seriamente, soñamos a lo grande y solo nos contentamos con lo mejor de lo mejor. Mi padre era muy avanzado para su época y mi madre también. Guionista de The Mary Tyler Moore Show para la televisión (que ayudó a la emancipación de la mujer americana) y productora de  Saturday Night Live, era y es una mujer elegante y muy interesante. Se conocían, pero no eran íntimos”.

© CÉSAR VILLORIA
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Estratégicamente, la casa de invitados, que vemos en estas fotografías, está colocada en un plano inferior respecto a la principal —en la imagen superior, al fondo— para que la perspectiva de una y otra no estorbe el paisaje. Las sillas son de MyFace, hechas especialmente para ellos; la mesa, también a medida, está realizada con materiales reciclados por Bespoke Furniture. Sobre estas líneas, vista desde la sala de juegos y reuniones.

Sucedió que un amigo común los presentó. Perry —que era gay— le comentó que quería ser padre. Barbara —que entonces tenía 39 años— le dijo que deseaba ser madre y que, como en aquel momento no tenía pareja, iba a esperar un par de años a ver si conseguía serlo del modo tradicional. Ella era guapísima. A él le gustaba su “look americano” y decidió esperar. Pasado un tiempo, ambos pensaron que el otro era el candidato ideal. Lo eran. “Hoy estas situaciones siguen siendo inusuales, pero se dan de vez en cuando. En 1984, cuando yo nací, era inaudito. Obviamente, ninguno de los dos imaginaba que mi padre iba a morir tan pronto, pero ocurrió”.

“No tengo ningún recuerdo de él, pero mi madre dice que ambos tenemos una personalidad muy parecida, nos tomamos nuestra profesión muy seriamente y soñamos a lo grande”

Tyler estudió Comunicación en la Universidad de Boston. Pero no era lo suyo. De siempre le habían gustado los complementos y los bolsos parecían una buena idea. Pero antes decidió trabajar como becaria en Michael Kors.

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Sobre estas líneas, la biblioteca. En el centro, una mesa dorada, de Yves Klein. La lámpara a la derecha, al lado del sofá ‘Chester’, es la famosa ‘Taccia’ de Achille y Pier Giacomo Castiglione, de 1962.

“Al principio, como ayudante en su desfile de la Semana de la Moda de Nueva York. Viendo a Michael añadiendo el detalle de un cinturón o decidiendo subir un centímetro un dobladillo… descubrí el valor de los pequeños detalles. Esos que lo cambian todo. Más tarde, estuve un tiempo en su tienda de Madison Avenue (Nueva York), tras el mostrador. Y cuando al fin me despedí le pedí un consejo: ‘Rodéate del mejor equipo que puedas conseguir’, contestó”.

“Mi padre era muy avanzado para su época y mi madre también. Guionista de The Mary Tyler Moore Show para la televisión y productora de Saturday Night Live, era y es una mujer elegante y muy interesante”

Le ha costado años, porque nada en la vida —y menos en el mundo fashion— es tan fácil como pueda parecer desde fuera. Decidida a diseñar, pero cuidando mucho su legado, comenzó en 2011 su línea de bolsos. Fabricados en Francia, los llamó Tyler Alexandra, sus dos nombres de pila. “Descubrí con asombro que, alrededor del mundo, las mujeres que llevaban bolsos de lujo usaban todas las mismas marcas y prácticamente los mismos modelos. Me dije: ‘No tiene sentido’. Decidí entonces crear mi marca. De lujo también, pero especial, única y más moderna. Sin embargo, no conseguía alcanzar la calidad que buscaba. Los mejores y más cotizados talleres no estaban interesados en alguien tan ‘pequeño’ como yo y se negaban a ‘considerar’ trabajar conmigo. Era frustrante”.

© CÉSAR VILLORIA
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En la imagen superior, la diseñadora y su hijo, Fitz, en la puerta principal, ella con vestido de Alaïa. Los ciervos ‘vintage’ en bronce dorado que dan la bienvenida provienen de su niñez. Sobre estas líneas, el ‘hall’.

Por fin, en 2017, encontró en Florencia una pequeña factoría, cien por cien italiana, en la que los dueños, un padre y su hijo, entendieron lo que quería y cómo lo quería: que su fin era la calidad, no la cantidad. Utilizaban, además, los mejores materiales del mundo (como Hermès), y los mejores acabados que eventualmente se podían customizar a gusto del cliente.

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En la imagen, Tyler posa con ‘Bruni’, su perrita pomeranian poodle.

El interior de mis bolsos es ‘azul Thayer’ en recuerdo a Thayer Avenue, la calle donde crecí. Es un azul vibrante y mucho más práctico para encontrar algo dentro que el clásico negro. No tengo un logo, pero como distintivo de la marca incluyo una piña de pino que en la antigüedad se asociaba con la riqueza, el lujo, el bienestar y la hospitalidad. Además, añadí la reproducción de la firma de mi padre, con su bonita caligrafía, extraída del sobre que contenía su felicitación por mi primer cumpleaños. Es mi homenaje a él y una forma de tenerlo a mi lado en mi emprendimiento”.

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El comedor principal, la mesa es de roble y granito de The Archers. La gran lámpara de bronce es de Frederik Molenschot. La cubertería es de plata de la familia. La vajilla de porcelana es ‘vintage’ de Hermès y la cristalería, de Zalto. Sobre estas líneas, la cocina hecha a medida.

Es entonces, seis años después de sus inicios, cuando decidió que ya ‘se merecía’ su apellido, que su padre ya podía estar orgulloso de ella y que ya podía llamar a su compañía con su nombre: Tyler Ellis. Su éxito hoy es indiscutible. Una proeza. Sin amigos en el mundo de la moda. Sola. Con su buen hacer y su humildad.

“Ben, mi marido, y yo nos conocimos en una especie de cita a ciegas en casa de unos amigos. Él sabía que yo iba a ir, pero yo que él, no. Era 2012. Nos casamos en 2014 y en 2021 llegó Fitz”

“Son doce años ya y, en los últimos, siguiendo el consejo de Michael Kors, he conseguido mi equipo perfecto y estoy contenta con los resultados. Sinceramente, no creo que nadie ‘invente la rueda’ en cuanto al diseño de un bolso se refiere. Tengo bolsos llamativos que son perfectos para un conjunto muy simple en el que el acento está en el complemento. Pero para un evento especial, en el que ‘el protagonista’ es un maravilloso vestido de alta costura, el bolso es ‘un actor de reparto’. Me adapto a los diseñadores y quiero que mis clientes estén contentos. No necesito ser la más importante”.

© CÉSAR VILLORIA
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Tyler, divertida, en la gran bañera exenta al lado de la ventana. Sobre estas líneas, en su vestidor, rodeada de algunos de los bolsos que ha diseñado. Jennifer Lopez, Rihanna, la primera dama Jill Biden, la vicepresidenta Kamala Harris, Kylie Jenner o la princesa Beatriz de York son algunas de sus clientas.

Tyler está abierta a sugerencias y tiene en su marido un gran apoyo. Ben se dedica a las finanzas. Aunque la empresa es solo suya, de vez en cuando le pide consejo, sobre todo en lo relativo a contratos o estrategias de ventas. Se conocieron en 2012, en una especie de cita a ciegas en casa de unos amigos comunes. “En un cóctel, en Nueva York. Él sabía que me iba a conocer, yo no. Enseguida congeniamos. Por suerte, por entonces yo vivía en Londres, así que tuvimos una amistad y luego un noviazgo en la distancia, lento, a la antigua. Nos casamos en 2014 y Fitz llegó en 2021. Tuve un embarazo muy fácil y, como ocurrió durante la pandemia, muy tranquilo, pues no tuve que asistir a ningún evento por trabajo. Le pusimos Fitz porque ambos tenemos antecedentes irlandeses y significa ‘hijo de’ en gaélico; luego Harold, por mi abuelo materno; Ellis por mi padre, y Shriner por Ben”.

Tyler, cuyos bolsos están presentes en todas las alfombras rojas, y su marido adqui­rieron la pro­piedad en 2017, cuando solo existía la casa principal, a la que más tarde añadieron una segunda

Es un niño alegre, como su madre, que se despierta cada mañana positiva y dispuesta. Incansable, también como su madre, pues no para un instante. Y un curioso y “descubridor”, al que no le gustan los juguetes convencionales y sí “abalanzarse” sobre las teclas de un ordenador porque le divierte el “ruidito” que hace. Y, sobre todo, es un apasionado de los coches. Tiene 20 meses y su primera palabra ha sido “coche”. Su preferido es un Bentley… como su madre.

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En la foto de arriba, el dormitorio principal, donde, a la derecha, se ve una obra de diseñador de moda y artista Jean-Claude de Casteballac. La lámpara de techo es de Mario Botta. Debajo, otro de los cuartos y la habitación de Fitz.

“La segunda fue ‘garaje’. Así que empezamos bien. Ja, ja, ja. Es una ‘bolita de energía’ y tengo la grandísima suerte de poder trabajar con frecuencia en casa y disfrutar lo más posible de su infancia. Mi oficina está muy cerca, pero en la cocina organizo ‘mi despacho’ y estoy con él mientras come”.

Tener un hijo en esas circunstancias ‘era inaudito en 1984. Obviamente, no imaginaban que mi padre iba a morir tan pronto —ella tenía 18 meses—, pero ocurrió’, nos dice la diseñadora

Es este un hogar muy bonito para crecer. Rodeado de vegetación, la ciudad y su bullicio desaparecen. Originariamente era una gran casa de 680 metros con tres dormitorios y una cancha de tenis. La pareja la restauró y añadió una nueva construcción de 500 metros. “Queríamos reservar esta casa solo para la familia. Al tiempo, nos gustaba tener otra solo para recibir a invitados. Esta segunda, que acabamos de terminar, ha sido la gran labor de Ben, que lo supervisó todo con un gran esfuerzo. Fue difícil, pero mereció la pena”. Parece que en esta familia la excelencia en el trabajo es un tema recurrente.

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En la imagen superior, el salón principal, con sofás de Francesco Binfaré y Vladimir Kagan. La mesa de cóctel de centro de espejos, de los hermanos Campana. El osito sentado en el suelo es un diseño especial de Tyler en chinchilla. Abajo, el salón-bar, situado en el sótano de la casa de invitados e inspirado en los famosos ‘speakeasy’, como se conocía a los bares clandestinos durante la época de la Ley Seca en Estados Unidos. Justo debajo, colindante a esta estancia, está el cine privado para doce personas. Sobre estas líneas, la bodega, con 6.500 botellas.
TEXTO Y REALIZACIÓNVICTORIA DE ALCAHÚD
FOTOSCÉSAR VILLORIA
MAQUILLAJE Y PELUQUERÍATAARY MOY
BOLSOSTYLER ELLIS

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