La cercanía con Valencia, su maravilloso clima, su idílica costa, las encantadoras calas y sus callejuelas repletas de casitas blancas hacen de Jávea uno de los lugares de veraneo más admirados de nuestro territorio. Ahí, en las faldas del Montgó (dicen que es la montaña que le da el excelente clima a la localidad alicantina), es donde la interiorista Susana Lozano y su marido, Fran Bolinches, uno de los mejores cetreros del mundo, han fijado su residencia de verano. Un lugar alegre y lleno de luz, con un gran jardín y amplios porches, donde disfrutan en familia y con amigos los meses estivales.
—¿Cuándo adquiristeis esta casa?
—La compramos en marzo de 2020, justo seis días antes de que nos confinaran. Fue un amor a primera vista.
“Este fue el primer proyecto que hicimos juntos, con muchísima ilusión y cariño, y ahora es nuestro refugio, un lugar idílico donde desconectamos”, nos cuenta Susana
—¿Qué significa este lugar para ti, Susana?
—Este fue el primer proyecto que hicimos juntos, con muchísima ilusión y cariño. Ahora es nuestro refugio, un lugar idílico donde desconectamos. Jávea tiene una gran belleza tanto en su costa como en el interior y estar a las faldas de esta gran montaña, donde se crea un microclima, es un sueño. Mi familia lleva viniendo aquí desde los años 60 y para mí es un lugar muy especial.
—¿Tuviste que hacer mucha reforma para convertirla en la casa que es ahora?
—La estructura y distribución de la casa es tal y como era cuando la compramos. Estaba en un estado de dejadez y deterioro bastante importante, pero, a pesar de ello, vimos claramente las posibilidades que tenía. Le dimos la vuelta transformando elementos como la chimenea y estancias como los cuartos de baño; abrimos los espacios y conectamos la casa con el jardín en zonas como el patio, la cocina y la terraza con arcos y puertas de comunicación. Fue una transformación estética más que estructural.
—Como interiorista, ¿qué es lo que destacarías de ella?
—La luminosidad. Es una casa muy alegre, bien orientada y de espacios amplios y perfectamente distribuidos. Pero hay algo intangible, no sabría cómo explicarlo: transmite armonía y paz.
—Eres una de las mejores interioristas de Valencia, ¿cómo definirías el estilo de tus casas?
—Me resulta difícil definirlo, porque siempre intento que las casas sean un fiel reflejo de cada uno de mis clientes. Procuro interpretar lo que les gusta y lo que no y cómo son y cómo viven, con el objetivo de crear una atmósfera donde ellos se identifiquen y se sientan cómodos. Pero, en líneas generales, definiría mis proyectos como atemporales, equilibrados y serenos, donde intento cuidar hasta el último detalle. Tienen, en general, un estilo contemporáneo y los trabajamos en toda España. Llevamos proyectos en Madrid, Barcelona, Málaga, Navarra, Menorca, Baqueira y también, recientemente, en Gijón y Cantabria.
—¿Te consideras una buena anfitriona?
—Mi ‘barómetro’ es siempre la respuesta de mis invitados y creo que el feedback es muy bueno. Pienso en ellos a la hora de recibirlos y procuro cuidar todos los detalles. Disfruto mucho haciéndolo. Me divierte y me encanta sorprender con cosas originales, lo hago con alegría y con la ilusión de compartir un momento especial con los amigos. En mi familia, se nos ha transmitido esta habilidad. Mi madre era una anfitriona excepcional y mis conocimientos se los debo a ella y a mis familiares.
“Mi bisabuela era Sofía de Madrazo, hija de Pedro de Madrazo, una familia de pintores y directores del Museo del Prado, muy cosmopolitas y siempre relacionados con el arte”
—Susana, eres descendiente de los Madrazo. Háblanos de ello y de tu familia.
—Mi bisabuela era Sofía de Madrazo, hija de Pedro de Madrazo. Fueron una familia de pintores y directores del Museo del Prado, muy cosmopolitas y siempre relacionados con el arte. Acabaron en Valencia porque mi abuelo se casó con mi abuela, María de Mazarredo.
—Fran, ahora háblanos de ti, ¿cómo fueron tus comienzos en el mundo de la cetrería?
—Se remontan a mi infancia, al amor a la naturaleza, a la pasión por la caza que me transmitió mi familia desde que tuve uso de razón, y, sin duda alguna, a la influencia de Félix Rodríguez de la Fuente con su libro El arte de la cetrería y su programa El hombre y la tierra. Desde niño, pasaba muchos fines de semana y casi todas mis vacaciones en una finca familiar en Albacete. En ella, cuando tenía trece años, cogí un cernícalo que se había caído del nido y, gracias a ello, tuve la suerte de conocer a un excelente grupo de cetreros albaceteños que me transmitieron todos sus conocimientos. Desde ese momento se apoderó de mi una pasión desmedida por los halcones que hizo que, a lo largo de los años, la cetrería, un arte de cazar con aves de presa, se haya convertido en mi forma de vida. En ciertos grupos de amigos, me conocían como “el hombre que susurraba a los halcones”, ya que siempre me veían con uno en el puño, aunque durante un tiempo lo dejé para poder terminar mi licenciatura en Empresariales y desarrollarme profesionalmente. Cuando alcancé una cierta estabilidad económica, que me permitió tener los recursos y el tiempo necesario, volví a mi pasión. Durante esos años, la cetrería había avanzado mucho, con el desarrollo de la cría en cautividad y los nuevos equipos de telemetría para localizar a los halcones. Sentí la inquietud de conocer y probar todo lo nuevo y eso me llevó a desarrollar nuevos equipamientos para los halcones, a nuevas técnicas de adiestramiento, a viajar en busca de las presas más difíciles por todo el mundo y a criar líneas de halcones excelentes seleccionados genéticamente bajo mi marca Premium Falcons by Fran Bolinches.
“Nos gusta tener amigos en casa, algo que siempre hemos compartido con nuestras hijas, y, por supuesto, también disfrutamos de nuestros perros, nuestros caballos y nuestros queridos halcones”
—En la actualidad, eres uno de los mejores cetreros del mundo, ¿cómo has llegado hasta ahí?
—Yo solo me considero un cetrero más, pero sí que soy una persona muy perfeccionista. Me gusta aprender y mejorar constantemente y esa búsqueda de la perfección la he llevado al máximo en la práctica de mi afición. Hay una cita en la revista Anuario 2013, de la Asociación Española de Cetrería (AECCA), que podría describir mi forma de practicar este arte, que incluso me llevó a desarrollar un novedoso método de adiestramiento de halcones que ha sido publicado en las principales revistas y libros del sector en todo el mundo. Con todo esto he llegado a ganar muchos de los concursos en los que he participado, entre otros las Jornadas Internacionales de Cetrería del Norte de España, el Campeonato de España de Cetrería, Sky Trial… En 2006, tuve el honor de ingresar como halconero de mérito en el Real Gremio de Halconeros de España, una de las asociaciones cinegéticas más antiguas y prestigiosas del mundo, vinculada a la Monarquía española desde hace más de mil años, ya en tiempos de Fernando el Católico. Para mí es un orgullo practicar y dar continuidad a un arte que se remonta a más de 4.000 años de antigüedad y que está reconocido hoy en día como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.
“Mis comienzos en el mundo de la cetrería se remontan a mi infancia, al amor a la naturaleza y, sin duda alguna, a la influencia de Félix Rodríguez de la Fuente”
—¿Qué has aprendido de los halcones?
—Me han enseñado muchas cosas, entre otras, humildad, paciencia, sacrificio, esfuerzo, perseverancia, sensibilidad, empatía y un gran conocimiento de la naturaleza. Miguel Delibes, gran escritor y cazador, dijo que “la cetrería es una forma voluntaria de esclavitud”. Esto nos da una idea del esfuerzo, el sacrificio y la dedicación que debe llevar a cabo un cetrero en la práctica de su arte. La cetrería es la alianza más grande que puede haber entre un animal salvaje y el hombre y la modalidad de caza más natural y sostenible que existe. Cada vez que suelto a uno de mis aliados alados es libre de irse y no volver nunca más, pero, a pesar de ello, siguen conmigo porque me he ganado su confianza. La nuestra es una relación libre.
“Creemos que les hemos transmitido nuestros valores y nuestra sensibilidad artística y hemos dejado que cada una lo desarrolle en lo suyo”, nos dicen acerca de sus hijas
—En este reportaje, posáis con vuestras hijas, ¿alguna se quiere dedicar al interiorismo o a la cetrería?
—Entre cuatro hijas, tenemos un poco de todo. Marta, la mayor, ha estudiado Dirección Creativa en Marangoni, en Londres, y, actualmente, está trabajando en el estudio con su madre. Manuela está estudiando Interiorismo en IADE, en Madrid, con la idea de seguir los mismos pasos. Arantxa estudió Magisterio y Equitación. Es muy buena cetrera, pero su gran pasión son los caballos y ahora se dedica profesionalmente a ese mundo haciendo equinoterapia con niños que sufren discapacidades neurológicas y motrices. Y nuestra otra hija, Marta, que, por estar de exámenes, no ha podido posar en este reportaje, está terminando la carrera de Arquitectura. Creemos que les hemos transmitido nuestros valores y nuestra sensibilidad artística y hemos dejado que cada una lo desarrolle en lo suyo.
—¿Qué planes hacéis con ellas en Jávea?
—Hacemos excursiones por los alrededores y, siempre que podemos, salimos a navegar por la costa de Jávea, que es una maravilla. Nos gusta tener amigos en casa, algo que siempre hemos compartido con nuestras hijas, y, por supuesto, también disfrutamos de nuestros perros, nuestros caballos y nuestros queridos halcones.
“Mi familia lleva viniendo aquí desde los años 60 y para mí es un lugar muy especial”, nos cuenta Susana