Antes de que conociéramos que Margot Robbie y Ryan Gosling protagonizarían la exitosa película de Barbie, dirigida por Greta Gerwig (que batió récord en taquilla al ser una de las producciones dirigidas por mujeres con más visualizaciones en poco tiempo), el rosa ya comenzaba a bañar nuestras vidas. Firmas de moda de lujo como Valentino sacaron a la palestra colecciones de moda que apostaban por inundar sus prendas en el fucsia, TikTok se sumaba a la fiebre con vídeos repletos de pautas para decorar las casas siguiendo la tendencia del barbiecore y, firmas de belleza también decidieron bañar sus packagings con cualquier tonalidad de la paleta cromática de este color.
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Si pensamos detenidamente y echamos la vista atrás, lo cierto es que la fiebre rosa viene de mucho antes. Y sí, podemos decir que algo de relación guarda con Barbie. Porque concretamente nuestra pasión por este color surgió en aquella decoración atribuida, sobre todo, a las habitaciones de niñas (cuando muchas jugábamos con esta famosa muñeca). Ellos eran el azul, nosotras siempre el rosa. Las paredes, los objetos del mobiliario, las lámparas, las sábanas o las alfombras no se concebían en otro color, nos gustase o no. Y puede que esta haya sido una de las razones por las que, años después, muchas comenzamos a repudiar esa tonalidad, un símbolo que denotaba infantilidad y, también lo decimos, le cogimos manía por atentar contra los ideales feministas que comenzábamos a reclamar. Queríamos que el rosa fuese por y para todas y todos, como cualquier otro color.
Después, en esa época en la que empezamos a revelarnos contra todo, durante la adolescencia, llegaron las lámparas de lava, los pósters, las combinaciones de colores imposibles, las paredes psicodélicas… la tendencia que hoy vuelve a triunfar en el interiorismo de los más jóvenesconocida ya como weirdcore. Según los usuarios de redes sociales que la apodaron se trata de una estética surrealista que vuelve a añadir a nuestras estancias aires glitch, piezas de arte abstracto y futurista combinadas con objetos vintage o iluminación LED, entre otros muchos.
Al Barbiecore y al Weirdcore se ha añadido otra tendencia ‘deco’ de gran carácter: la Y2K, que es aquella que está incorporando la generación Z y que recupera todo lo que amábamos a principios de los años 2000, cuando tomábamos como referencia habitaciones de personajes de series que arrasaban por entonces como Lizzie McGuire o Hannah Montana. Lámparas con siluetas de flamencos y neones rosas, camas con doseles repletas de almohadas, pegatinas de corazones o flores de colores en los armarios, tocadores con espejos, adhesivos de estrellas en los techos que brillaban en la oscuridad, fundas para guardar los CD con personajes como Pukka (¿te acuerdas de ella?) o carteles de cada uno de los festivales y conciertos a los que íbamos pegados en cualquier lugar random de nuestras habitaciones. Nada que ver con el minimalismo que comenzamos a adorar desde 2010 hasta terminar la pandemia de la Covid-19.
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La decoración infantil en casas adultas explicadas por la psicología
Que precisamente haya sido a partir de 2020 la fecha en la que volvimos a recuperar en nuestras casas la pasión por estas tendencias de decoración maximalistas que amábamos en el pasado parece que poco tiene de casualidad. En un contexto en el que la salud mental se puso más seriamente que nunca sobre la mesa, fueron muchos los consejos que comenzamos a instaurar en nuestro día a día para cuidarnos tanto por fuera, como por dentro. Uno de ellos es aquel que contó Kendall Jenner a Jay Shetty en uno de los programas del pódcast de On Purpose. Durante la charla que ambos mantuvieron, la modelo habló de cómo explorar su inner child (niño interior) le ayudaba en su día a día a recordar quién era y a afrontar sus rutinas teniendo presente siempre sus orígenes y su manera de ser. Ella decía que tenía una fotografía suya de cuando era pequeña pegada en el espejo para tenerse a sí misma siempre presente y actuar conforme le habría gustado a aquella niña actuar en el futuro.
Recordar nuestro inner child es, según la psicología, una manera de explorarse a una misma y, no solo bajar los pies al suelo, sino también una forma ideal de repasar nuestra trayectoria y aplaudir los logros conseguidos y los aprendizajes que incorporamos en nuestras vidas desde aquella época. Aún hay más: ser conscientes de cómo éramos de pequeños no ayuda tambiéna entender el presente. Todo lo que vivimos antes repercute en nuestro comportamiento y vivencias actuales y, consecuentemente, nos empuja a satisfacer las necesidades que le habría gustado cumplir a aquella niña que éramos.
-El rosa, un color lleno de posibilidades, es tendencia
Teniendo presente esta idea terapéutica, no parece tan extraño que queramos rodearnos de elementos que nos recuerden a lo que vivimos antaño. La decoración de nuestras casas es una vía más de autoexpresión y de manifestación de nuestra identidad y personalidad, y si muchas veces hace falta explorar nuestra esencia más escondida para encontrarnos, ¿qué mejor manera de hacerlo que reviviendo el pasado sumergiéndonos de lleno en el ambiente en el que vivíamos?
--Estas son las tendencias básicas para decorar en 2023
Los expertos que hablan sobre esta corriente interiorista también afirman que nuestra obsesión por decorar las estancias con elementos infantiles es sinónimo de escapismo, es decir, nos ayuda a evadirnos de las responsabilidades que la vida adulta reclama, así como de los desastres que ocurren en el mundo en el día a día. Cuando éramos pequeños no las conocíamos, y ahora puede que gracias a esta decoración, pisar nuestras casas nos ayude a darles menos importancia.
Imagina tener un mal día en el trabajo, llegar a una casa decorada en rosa y, al apagar la luz ver estrellas en tu techo. ¿No es una buena forma de terminar el día? La alegría muchas veces hay que buscarla, y estas tendencias nos enseñan que hacerlo es mucho más fácil.