A pocos minutos del centro de Palma de Mallorca, en lo alto de una colina y con espléndidas vistas de la bahía, se encuentra la magnífica finca Bellagre (’bello campo’ en latín), la casa familiar de María Juan de Sentmenat. Considerada la mejor relaciones públicas de Mallorca, María nos recibe junto a su hija, María Palacios, en la propiedad, de quince hectáreas, que se erige en un privilegiado entorno natural. Por sus salones han pasado numerosos personajes ilustres y de la jet set internacional, como el príncipe Raniero de Mónaco y su mujer, Grace Kelly.
El jardín está compuesto por un inmenso pinar y vegetación típica mediterránea, olivos y distintos árboles frutales, como naranjos, algarrobos o limoneros, y una piscina con una preciosa pérgola de piedra
El abuelo de María, Vicente Juan de Sentmenat, conde de Ribas, fue quien ordenó, en 1945, la construcción de la finca, y de la misma se encargó el prestigioso arquitecto Gabriel Alomar Esteve, principal artífice de la renovación de Palma de Mallorca.
La obra se prolongó durante varios años, ya que primero se construyó la casa que hay en la entrada de la finca, donde viven los guardeses, y más tarde la manor house, cuya imponente fachada, compuesta de piedra tallada a mano, tardó cuatro años en terminarse. En un principio fue concebida como residencia de verano, pero terminó siendo la vivienda habitual de la familia.
La casa principal, a la que se accede por un magnífico patio, está divida en cuatro plantas y una torre. La primera planta tiene un recibidor de grandes dimensiones, con una espectacular colección de arquetas, y una escalera de mármol y herrajes art déco por la que se accede a los pisos superiores.
Soberbio comedor
La segunda planta (que junto con la primera suma 1.600 metros cuadrados) tiene todos los suelos de mármol negro y es la zona donde la familia recibe, ya que aquí se encuentra el gran salón, perfecto para las tertulias y recepciones que organiza la familia Juan de Sentmenat, en el que destacan sus amplios ventanales y una chimenea de madera con la corona condal tallada, y el soberbio comedor para 20 personas, con las puertas y las paredes revestidas con boiseries de madera maciza. Esta planta alberga también un office y una acogedora sala de estar que también tiene chimenea.
Por último, la casa cuenta con catorce dormitorios, para la familia y los invitados, que se distribuyen entre la tercera y la cuarta planta. Desde la quinta, denominada ‘la Torre’, se divisa toda la bahía de Palma.
El jardín está compuesto por un inmenso pinar y vegetación típica mediterránea, olivos y árboles frutales como naranjos, algarrobos o limoneros, además de una piscina con una preciosa pérgola de piedra tallada a mano.
“En verano venían todos mis primos de Madrid y nos lo pasábamos genial. Nos juntábamos 50 personas conviviendo durante dos meses en la misma casa, era divertidísimo”
“Los mejores recuerdos de mi infancia”
—María, ¿qué es lo que más valoras de esta casa?
—Para mí, Bellagre tiene un gran valor sentimental, ya que aquí viví hasta los 16 años y tengo los mejores recuerdos de mi infancia y adolescencia. En verano venían todos mis primos de Madrid y nos lo pasábamos genial. Éramos tantos que había tres turnos para comer: primero comíamos los niños, luego los mayores y después la gente que nos ayudaba en casa. Nos juntábamos 50 personas conviviendo durante dos meses en la misma casa, era divertidísimo.
“Mi rincón favorito de la casa... En invierno, siempre al lado de las chimeneas, y en verano, bajo la pérgola de la piscina”
—Tendrás muchas anécdotas de aquella época. ¿Nos contarías alguna que recuerdes especialmente?
—¡Uy, anécdotas muchas! Eran los años 80 y no teníamos móviles ni iPads, así que continuamente nos inventábamos nuevos entretenimientos. Un verano nos dio por ir a cazar murciélagos por las noches a una especie de cueva trastero enorme en la que había infinidad de muebles viejos. Nos poníamos trapos de cocina en la cabeza para que no se nos enredaran los murciélagos en el pelo. No había luz, así que íbamos con velas. Tras una desbandada de murciélagos, nos atrevimos a entrar más profundamente en la cueva y descubrimos una especie de artefacto de madera con hélice y pedales, que resultó ser un ‘proyecto’ de helicóptero que había construido mi abuelo. Estuvimos jugando con él todo el verano hasta que, tirándonos por una cuesta empinadísima, se destrozó. El pobre helicóptero, por supuesto, nunca llegó a volar, pero nos dio mucho juego.
—¿Vuestra familia sigue tan unida?
—Sí, a día de hoy seguimos siendo una piña y cada verano hacemos una ‘juandesentmenatada’, que es como llamamos a nuestra reunión anual de todos los primos Juan de Sentmenat. Nos juntamos todos los primos y sobrinos de Madrid con los de Palma. Ahora es aún más divertido, porque todos tenemos hijos ya y la diversión se multiplica. Nuestros hijos han heredado nuestro gusto por disfrutar de la familia y de la vida.
“Mi abuelo y Raniero eran amigos. Hace un par de veranos, Pierre Casiraghi estuvo en Palma, organizó una fiesta y estuvimos hablando de nuestros abuelos, dos personajes singulares y geniales. Nos reímos mucho”
—Desde luego, se te ve muy unida a tu hija, María.
—María y yo tenemos una conexión especial. Tiene 18 años, pero es muy madura y la admiro por su buen corazón, su valentía, capacidad de adaptación, su tesón y fortaleza. De ella aprendo muchas cosas y nos encanta pasar tiempo juntas. Ahora que es universitaria la echo muchísimo de menos. Pero la veo muy contenta y es una etapa que tiene que vivir. Su formación ahora es lo más importante.
—¿Cuál es tu rincón favorito de la casa?
—En invierno, siempre al lado de las chimeneas, y en verano, bajo la pérgola de la piscina; la hiedra crea una sombra natural y me echo unas siestas gloriosas (ríe).
—¿Cuál era la relación entre tus abuelos y los príncipes Raniero y Grace de Mónaco?
—Mi abuelo era cónsul de Mónaco en España y fueron los anfitriones de los príncipes en su estancia en Mallorca. Hay fotos geniales de aquellos días, como una de mi padre de pequeño entregándole un ramo de flores a Grace Kelly en casa de mis abuelos; otra de Grace y mi abuela tomando el té, las dos ideales con sus tocados fifty’s style, o de los dos matrimonios en los toros. Estuvieron juntos varios días y parece ser que lo pasaron genial. Mi abuelo y Raniero eran amigos. Hace un par de años, Pierre Casiraghi vino a Palma en verano, organizó una fiesta y estuvimos hablando de nuestros abuelos, dos personajes singulares y geniales; nos reímos mucho, la verdad.
—¿Tú también recibes mucho en casa?
—Sí, mucho, me encanta estar con mi familia y amigos, así que constantemente estamos organizando reuniones en casa; siempre hay algo que celebrar. Las casas son para disfrutarlas y vivirlas con las personas que queremos; ese aspecto lo he heredado de mi abuela María de Fontcuberta, que siempre tenía la casa llena de gente, le encantaba el jaleo, cuando salía de una se metía en otra. ¡Era una ‘fenómena’! A mi hermana y a mí nos llevaba a coger flores por los bancales y nos enseñaba a hacer centros. Siempre ponía unas mesas preciosas.
“Constantemente estamos organizando reuniones en casa, lo he heredado de mi abuela María de Fontcuberta, que siempre tenía la casa llena de gente. A mi hermana y a mí nos llevaba a coger flores por los bancales y nos enseñaba a hacer centros. Siempre ponía unas mesas preciosas”
—¿Cómo lograste montar una agencia de relaciones públicas y comunicación tan conocida?
—Tras estudiar la carrera, empecé a trabajar en una agencia de comunicación en Madrid y, después de varios años en algunas de las mejores agencias de España, hace nueve monté la mía propia, Estudio Sentmenat. En estos años me ha pasado de todo, hemos trabajado con clientes y marcas importantes, como Grupo Cappucino, Joyería Suárez, Martín Berasategui, Bulgari, Loewe, H&M, el grupo Pachá, el festival de música electrónica Sonar y con resorts como Puente Romano Marbella y Hacienda Son Antem. Cuando llegó la pandemia, atravesamos un mal momento, pero, gracias a Dios, estamos remontando.
“Hace nueve años creé mi propia agencia de comunicación. Cuando llegó la pandemia pasamos un mal momento, pero, gracias a Dios, estamos remontando”
—¿A qué atribuyes tu éxito?
—Muchos años de trabajo y mucho tesón, no dejando que los problemas empañen la ilusión y la creatividad. También diría que tenemos una forma de comunicar diferente y muy directa. Nuestros clientes se quedan siempre muy contentos con nuestro trabajo y esa es la mayor satisfacción. Disfruto una barbaridad de lo que hago, cada día es un reto y una ilusión constante.
—¿Qué es lo que más feliz te hace ahora?
—Pasar tiempo de calidad con la gente que quiero: mi familia, mi novio y mis amigos.