Entrar por la puerta del palacio de Torres Cabrera es como hacer un viaje en el tiempo. Su fachada evoca la majestuosidad y la elegancia de las construcciones italianas del siglo XVII, aunque no se encuentra en Italia, sino en Córdoba, algo que queda claro al cruzar sus puertas y ver su acogedor patio andaluz. Allí nos recibe la empresaria Ana Romero Cruz-Conde, acompañada por sus sobrinas Alejandra, Macarena y Myriam, para enseñarnos las estancias de este palacio, que pertenece a su familia desde 1940, y contarnos su historia.
Para Ana este es un lugar que llevará para siempre en el corazón; aquí nació, hizo su Primera Comunión y se casó. Y entre sus muros suele reunirse su familia, a la que llama su “suerte” y juega un papel importante en su empresa de joyas, porque todos son una piña. Es un lugar de encuentro, lleno de recuerdos y rodeado de antigüedades fascinantes, como los mosaicos del siglo II que su bisabuelo encontró al realizar las obras de su bodega de vinos de Montilla o el gran salón, que se construyó en 1887 para la visita que hizo Alfonso XII. Historia, arte y tradición llenan cada rincón de este palacio por el que han pasado ilustres personalidades y que ahora abre sus puertas a ¡HOLA!
—Hola, Ana, ¿desde cuándo pertenece este palacio a tu familia?
—Mi bisabuelo Rafael Cruz-Conde y Fustegueras compró la casa en 1940. Se enamoró de su grandiosidad y de la posibilidad de que sus hijos pudieran vivir allí.
“Los Reyes Alfonso XII y Alfonso XIII, Hussein I de Jordania y numerosas personalidades de la política y del arte se han alojado aquí”
—¿A qué se dedicaba?
—Era militar de carrera, pero con una gran tradición familiar dedicada a la política. Fue alcalde de Córdoba, cargo que posteriormente ejercieron sus hijos —mi abuelo Alfonso y su hermano Antonio—, aunque su gran pasión fue siempre la bodega de vinos de Montilla, que fundó siendo muy joven.
—¿Cuál es la historia del palacio?
—Fue construido en el siglo XVII por el conde de Torres Cabrera. Dos siglos después, en 1847, fue remodelado por Ricardo Martel Fernández de Córdoba, noveno conde de Torres Cabrera, dotándolo de un estilo italianizado y convirtiéndolo en lo que es ahora.
Un hallazgo único
—¿Tu familia ha hecho reformas en la casa?
—Se han realizado varias reformas, siendo la principal de ellas adaptar los mosaicos a las arcadas del patio.
“Hay una colección de mosaicos del siglo II, que gira en torno al dios Baco, que apareció al realizar mi bisabuelo la obra de la nueva bodega de vinos de Montilla, fundada por él”
—Son mosaicos muy especiales.
—La colección es del siglo II y aparecieron al realizar mi bisabuelo la obra de una nueva bodega de vinos de Montilla. Curiosamente, el tema principal de los mosaicos gira en torno a Baco, dios del vino, y deben su gran importancia al perfecto estado de conservación en el que se encuentran.
—¿Qué se mantiene intacto del siglo XVII?
—Toda la estructura de la casa, la fachada de estilo italiano, la escalera de ónix pintada al estuco y el patio con todas las columnas, donde posteriormente se integraron los mosaicos.
“La capilla es uno de mis rincones favoritos. Vengo de una familia muy creyente donde se celebraba Misa diaria. Es donde más paz encuentro y me siento cerca de los que ya no están”
—Hay un imponente salón en la casa, ¿qué nos puedes contar de él?
—En 1877 se añadió ese salón para la estancia del Rey Alfonso XII durante su visita a Córdoba y donde se celebró el Consejo de Ministros.
—¿Cómo describirías la atmósfera del palacio?
—Sumamente familiar y muy alegre.
—¿Quién se ha encargado de la decoración?
—Mi bisabuelo, que era muy aficionado al arte y antigüedades. Mi bisabuela era más intelectual y muy literata, afición que heredó mi abuelo Alfonso.
“Del siglo XVII se mantienen intactas la estructura del palacio, la fachada de estilo italiano, la escalera de ónix, que está pintada al estuco, y el patio con columnas”
—¿Cuál es tu rincón favorito?
—Es difícil, pero creo que el gabinete y la capilla. Vengo de una familia muy creyente donde se celebraba Misa diaria, así que en la capilla es donde más paz encuentro, donde me siento cerca de mis abuelos y de todos los que ya no están, a los que tanto echo de menos… Esta “fe de mis mayores”, como decía Machado, es para mí la mayor lección de vida y valores que he podido recibir. Por otro lado, el gabinete era el cuarto de estar de la casa de mis abuelos y tiene un inmenso sofá semicircular para poder vernos todos, como quería mi abuelo. Allí encontrabas siempre a mi abuela Lola, una señora entrañable, sumamente cariñosa y con un carisma especial, que hacía que este sitio fuera el centro de largas tertulias.
—Por aquí habrán pasado ilustres personalidades, ¿podrías decirnos algunos nombres?
—Los Reyes Alfonso XII y Alfonso XIII, el Rey Hussein I de Jordania y numerosas personalidades de la política y del arte.
“En 1877, se añadió un nuevo salón para la estancia del Rey Alfonso XII durante su visita a Córdoba, y aquí se celebró el Consejo de Ministros”
Una gran familia muy unida
—¿Qué significa para ti este palacio?
—Para mí significa ¡felicidad! Aquí nací y, aunque no vivía en Córdoba, cada vez que podía me escapaba para estar con las personas que tanto marcaron mi vida, mis abuelos, mi tata Uro e Ita. Aquí hice mi Primera Comunión y me casé. Como ha sido tradición desde mi tía abuela Ángela, todas las mujeres de la familia nos hemos casado en esta casa.
—¿Os reunís mucho aquí? ¿Sois muchos en tu familia?
—Somos una familia muy grande. El año pasado llegamos a reunirnos más de 160 personas, descendientes directos de mi bisabuelo Rafael, para celebrar el 90 cumpleaños de mi tía abuela Marisol Cruz-Conde, única representante de esa generación. Además, nos reuníamos todas las Navidades, Semana Santa y vacaciones… No existía, ni existe, mejor plan para nosotros.
“Esta casa y la unión familiar que he vivido desde que nací se reflejan en mi empresa, donde mis modelos y prescriptoras de marca son mi hermana, mis primas, sobrinas… ¡Nadie se libra!”
—Vives en Madrid, pero ¿qué es Córdoba para ti?
—Es la ciudad donde nací, crecí y a la que siempre quiero volver. Llevo 22 años en Madrid y, sin embargo, cada vez me siento más de Córdoba y echo más de menos mis raíces andaluzas.
—Posas en este reportaje acompañada por tres personas muy importantes para ti, tus sobrinas, ¿qué destacarías de cada una de ellas?
—Alejandra, la mayor, es rápida, vital, fuerte y protectora. Tengo mucha complicidad con ella y ¡me divierte muchísimo! Maca es alegre, espontánea, muy artista, con una sensibilidad fuera de lo normal que me apasiona. Myriam es muy auténtica, tremendamente alegre y positiva y con una fuerza y personalidad alejada de arquetipos. Ella es mi ahijada, la única hija de mi hermana Myriam y mi gran debilidad.
“Aquí hice mi Primera Comunión y me casé. Como ha sido tradición desde mi tía abuela Ángela, todas las mujeres de la familia nos hemos casado en el palacio”
—¿A qué se dedican y qué años tiene cada una?
—Alejandra tiene 21 años y estudia Comunicación Digital, Publicidad y Relaciones Públicas en el CEU de Madrid. Macarena también tiene la misma edad y estudia Periodismo y Humanidades, también en el CEU. Y Myriam tiene 19 años y estudia ADE y Relaciones Internacionales en el IE.
Un sueño cumplido
—Tú tienes una empresa de joyas, pero tus primeros pasos profesionales fueron por otro camino, ¿qué estudiaste?
—Estudié Arte Dramático y Danza, por vocación absoluta, en Córdoba. Pero jamás me dediqué a ello. Desde los 21 años, ya viviendo en Madrid, empecé a trabajar en el mundo del marketing y organización de eventos. Después de más de 20 años en el sector, trabajando en el posicionamiento de marcas de lujo —los últimos siete años en la internacional suiza de alta relojería Audemars Piguet—, decidí emprender y atreverme a crear mi propia empresa y, con tanta humildad como ilusión, nació Kihara, donde podía idear y ejecutar mi propio plan de marketing sin verlo frustrado por nadie, como suele suceder en las empresas internacionales.
“De la decoración se encargó mi bisabuelo, que era muy aficionado al arte y las antigüedades. Mi bisabuela era más intelectual y muy literata, como mi abuelo Alfonso”
—¿Cómo terminaste montando tu propia empresa de joyas?
—El confinamiento me dio tiempo para pensar. Era algo que siempre me había hecho ilusión, pero me faltaba valor.
“Llevo 22 años viviendo en Madrid y, sin embargo, cada vez me siento más de Córdoba y echo más de menos mis raíces andaluzas. Es la ciudad a la que siempre quiero volver”
—Tu familia es muy importante en tu empresa, ¿cómo colaboran contigo?
—Sin duda, esta casa y la unión familiar que he vivido desde que nací y que tanto ha marcado mi vida también aparece reflejada en mi plan de acción de Kihara, donde mis modelos y prescriptoras de marca son mi hermana, mis primas, sobrinas y también mi madre y mis tías. ¡Nadie se libra! Creo que no habría mejores modelos ni podría haber soñado con mejor ayuda en todo y para todo que ellas. ¡Son las mejores y las mujeres más importantes de mi vida desde que nací! Yo a mi familia siempre la llamo “mi suerte” y siempre digo que es lo único de lo que puedo presumir en esta vida.