Dicen que Madrid es una de las mejores capitales del mundo para vivir. Un buen clima, una rica gastronomía, las mejores tiendas, un aeropuerto con vuelos a todos los rincones del planeta y, sobre todo, una gente acogedora y simpática que hace que los que vienen de fuera se sientan bien acogidos. Así se han sentido el exdiestro y hoy gran empresario Alejandro Hank y su mujer, la exmodelo y diseñadora Bárbara Coppel, miembros de dos de las familias más importantes e influyentes de México, al llegar a Madrid. Forman uno de los matrimonios más queridos del país norteamericano, acaban de fijar su residencia en la capital española y lo han hecho en una preciosa casa señorial en pleno centro de la ciudad. Junto a sus tres hijos, nos han abierto las puertas de su nuevo hogar, un lugar donde no solo se respira buen gusto, sino donde también se refleja que lo habita una gran familia llena de vida y amor dispuesta a vivir una nueva etapa de sus vidas juntos y felices.
—Llevabais tres años instalados en Sevilla con vuestros hijos, ¿qué motivos os han hecho mudaros a Madrid?
—Circunstancias de la vida. Entre ellas, la pandemia, que nos colocó entre Sevilla y California durante tres años. Nuestro ciclo en Estados Unidos concluyó, pero no el de Europa. Alejandro llevaba ya años con el proyecto de convertir la casa de Sevilla en hotel y sentimos que el siguiente paso era mudarnos a una capital, y Madrid se sintió como un cambio natural.
“No puedo estar más feliz en Madrid, Alejandro está viviendo muy de cerca el mundo taurino, yo estoy descubriendo la ciudad y, sobre todo, conociendo gente muy interesante”, nos cuenta Bárbara
—Habéis cerrado una etapa de vuestras vidas y ahora abrís otra nueva en Madrid. ¿Qué le pedís a este nuevo momento que os espera?
—No es fácil, pero se puede decir que estamos acostumbrados al cambio. Les queríamos dar a los niños la estabilidad que no habían tenido. Estamos felices con su colegio, con el hecho de tener vuelos directos a tantos lugares, la gente es increíble y nos han hecho sentir bienvenidos.
Todo en todas partes y sin coche
—Alejandro, tú que has vivido más tiempo en Sevilla, ¿qué es lo que más vas a echar de menos de la capital andaluza?
—La Sevilla que yo viví es muy distinta a la que vivo ahora. Llegué en el 98 y vivía solamente dentro de mi mundo taurino. Hoy paseo por la ciudad a otro ritmo. ¡La llevo en el corazón! Es el rincón con mas magia del mundo.
—No cabe duda de que tenéis una casa preciosa. ¿Os costó mucho encontrarla? ¿Qué requisitos buscabais en una vivienda en Madrid?
—Sí que nos costó encontrarla, ya que, con el primer piso que intentamos comprar, nos encontramos con una persona deshonesta y retrasó nuestro proceso. Suena trillado, pero no hay mal que por bien no venga y encontramos algo mejor. Buscábamos un piso en un edificio señorial y céntrico donde pudiéramos caminar a todos lados, ya que, viniendo de San Diego, lo que menos queríamos era tener que coger el coche.
—Y no hablemos de la decoración, Bárbara. ¿La has decorado tú o has contado con la ayuda de algún profesional?
—Alejandro tiene una gran amistad de años con Lorenzo Castillo. Yo, sin conocerlo, me enamoré de su trabajo la primera vez que entré a la casa de Sevilla, y ni se diga de su personalidad cuando lo conocí. Tiene un gusto impecable, así que nos pusimos en sus manos en esta nueva aventura. Que ejecute el artista, y el resultado es impresionante. Nos fuimos el fin de semana con los niños y lo dejamos sin amueblar. Cuando regresamos, estaba todo puesto. ¡Hasta las velas encendidas! Y la reacción de los niños fue espectacular. Preguntaban: “¿Cómo lo han hecho? ¿Ha sido magia?”.
“Lo que más nos gusta de la casa es el interiorismo. De ser un lienzo en blanco pasó a ser un pedacito de museo lleno de historia, un juego divertido de texturas, formas y colores”, nos describe Alejandro
—¿Qué es lo que más os gusta de la casa?
—Definitivamente, el interiorismo. De ser un lienzo en blanco pasó a ser un pedacito de museo lleno de historia. Cada espacio tiene su identidad, congruencia y, al mismo tiempo, es difícil creer que un burladero de Arlés quede con un tapiz chino... En fin, es un juego divertido de texturas, formas y colores. Nos gusta ese sabor clásico de las alturas, molduras y hasta el crujir del suelo.
“¡Soy feliz! Como en el corazón no se manda, no culpo a nadie. Me enamoré de la persona ideal y, a eso, súmale la alegría de tres niños que iluminan nuestra vida”, confiesa Alejandro
—Bárbara, ahora que vivís en Madrid, ¿os ha cambiado mucho el estilo de vida de una ciudad a otra? ¿Qué diferencias encontráis?
—El estilo de vida no nos ha cambiado tanto. Estemos donde estemos, encontramos la manera de darles tiempo a los niños y también de darnos siempre una escapada como pareja. Lo que sí cambia es el escenario. Yo no puedo estar más feliz viviendo en Madrid. No es que no lo haya sido en Sevilla o California, pero cada ciudad tiene lo suyo. Me considero City Rat. Alejandro está viviendo muy de cerca el mundo taurino, yo estoy descubriendo la ciudad y, sobre todo, conociendo gente muy interesante.
—¿Qué planes hacéis aquí, Alejandro?
—Como en cualquier capital, hay que cuidar mucho ese tema, porque planes siempre hay, pero nuestro día comienza muy temprano. Tratamos de equilibrar la familia y amigos. No siempre se puede, pero se intenta.
—Seguro que invitáis a muchos amigos, Bárbara. ¿Te consideras una buena anfitriona?
—En Madrid nos pasa como cuando vivíamos en París: la gente siempre visita. Entonces, para nosotros, es una felicidad porque ambos estamos alejados de la familia y cuando vienen, sean familiares o amigos, nos gusta aprovechar su estancia al máximo. Quiero creer que somos buenos anfitriones.
—¿Cómo han llevado el cambio los niños, Alejandro?
—Nos daba “nervio” cambiarlos una vez más de país, colegio, ambiente… Pero están en una edad en la que se adaptan a los cambios enseguida y están felices. Cambios de casa han vivido muchos, así que siento que este asentamiento les va a venir muy bien. Tienen una cantidad de fiestas de compañeros del cole que, muchas veces, siento que su vida social es mucho más divertida que la mía.
“En Madrid nos pasa lo mismo que cuando vivíamos en París: la gente siempre nos visita. Eso es una felicidad”, asegura Bárbara
—Por cierto, están guapísimos y muy mayores, ¿a quién se parecen?
—¡Muchas gracias! Amaia es la líder de la casa, Bastien vive en el país de las maravillas y Kilian, como buen tercero, es muy independiente. Físicamente, creo que los parecidos están muy claros, la niña se parece a mí y los niños a Alejandro.
“Amaia es la líder de la casa, Bastien vive en el país de las maravillas y Kilian, como buen tercero, es muy independiente”, nos relata la pareja
—¿Echáis de menos tener un bebé en casa? ¿Os animaríais a tener el cuarto hijo?
—Justo hemos comentado últimamente que están en una edad muy graciosa. Cuando son más pequeños es más ternura y cansancio físico, pero, ahora, poder hablar ya con ellos es lo máximo. Kilian está en la etapa del “por qué”, Amaia tiene un carácter fuerte y dulce y Bastien está superenfocado en lo que le gusta y sus explicaciones son fascinantes. ¿Un cuarto hijo? ¡No, la fábrica está cerrada! Lo decidimos cuando nació Kilian. Estamos felices con tres hijos. De hecho, son muchos, pero es de lo más divertido pasar el tiempo con ellos... Son las personas con las que mejor lo pasamos del mundo.
—Bárbara, es impresionante el cuerpazo que tienes después de tres embarazos. ¿Qué haces para cuidarte? ¿Tienes algún secreto?
—Muchas gracias. Sí que me cuido, sí, pero precisamente porque tiendo a descuidarme... Me gusta mucho comer sano, pero tengo la suerte de no ser una mujer que se vea obligada a contar calorías... Por lo demás, me gusta mucho comer en casa, también de salir... y, aunque las verduras, pescados y mariscos son siempre mis elecciones, realmente soy muy fan de las pastas y el arroz. Hace muchos años que hago pilates; extraño la bici, que era mi medio de transporte en Sevilla, y estoy en el proceso de encontrar más actividades al aire libre en Madrid.
“El estilo de vida no nos ha cambiado tanto. Estemos donde estemos, encontramos la manera de dedicarles tiempo a los niños y también de darnos siempre una escapada como pareja”, dice Bárbara
—Y por último, Alejandro, se te ve feliz. ¿Cuál crees que es la clave para que tu familia y tu vida funcionen tan bien?
—¡Soy feliz! Como en el corazón no se manda, no culpo a nadie. Sin embargo, yo me enamoré de la persona ideal para mí. A eso súmale la alegría de tres niños sanos que iluminan nuestra existencia. Cuando la vida nos ha presentado obstáculos, le hemos puesto la mejor cara. Ahora estamos viviendo un momento dulce.