hola4113 casa viola en roma© Mattia Bettinelli

La empresaria Viola Melpignano nos descubre su triple ático panorámico en el corazón de Roma con el mirador más alto de la ciudad eterna

En un ‘palazzo’ que se asienta sobre las ruinas del Ara Pacis y entre frescos renacentistas y piezas contemporáneas, ofrece unas vistas de 360 grados de la ciudad


27 de mayo de 2023 - 18:05 CEST

 Roma en todo su esplendor. La basílica de San Pedro, el Altar de la Patria, la iglesia de Santa Maria del Popolo, Villa Borghese, Trinità dei Monti, Via Condotti, piazza San Lorenzo in Lucina y la maravillosa Fontana di Trevi abrazan el palacio donde vive la familia Melpignano. Una familia de gran renombre, de origen apulense, que ha situado a su tierra, el tacón de la bota, en el mapa del mundo del lujo.

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La madre de Viola, Marisa Melpignano, es la creadora de Masseria San Domenico y de Borgo Egnazia, en Apulia, que ha convertido en lugares tan bellos y exclusivos que, por ejemplo, Madonna celebra aquí anualmente su cumpleaños, Tom Cruise pasa sus vacaciones y Justin Timberlake y Jessica Biel los han convertido en el escenario de sus bodas. No solo eso, Marisa también ha creado The San Domenico House en Londres, un hotel que parece una refinada casa italiana.

HOLA4113 CASA VIOLA EN ROMA© Mattia Bettinelli
© Mattia Bettinelli
El ‘palazzo’ Fiano, donde se encuentra la casa de Viola Melpignano, se edificó en el siglo XVIII. Fue entonces, al forjar los cimientos de la estructura, cuando tuvo lugar uno de los mayores descubrimientos arqueológicos de la historia: allí se encontraba el Ara Pacis Augustae, del que aún pueden verse restos en el portal de entrada

Tres son sus hijos y herederos. Aldo, el mayor, que ahora dirige un proyecto que prevé otras 20 aperturas de hoteles tomando el concepto de Masseria San Domenico para 2027; Francesco, el menor, que vive en Nueva York, y Viola, que, en estas páginas, nos abre las puertas de su casa en este palacio del corazón de Roma.

Situado en la pintoresca piazza de San Lorenzo in Lucina, el tríplex está a dos pasos de Via Condotti, la exclusiva y mítica zona de shopping de La dolce vita

Viola estuvo casada con Andrea Merloni, presidente de Indesit, una de las dinastías industriales más importantes de Italia, de quien enviudó cuando Andrea, con solo 53 años, moría a causa de una enfermedad, dejando a Viola como heredera de su holding empresarial, que, actualmente, dirige. Viola es toda una trotamundos que vive a caballo entre sus múltiples propiedades y lleva siempre consigo la herencia y la clase de las dos grandes familias a las que pertenece.

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—Viola, empecemos por el palazzo Fiano. ¿Por qué es especial? 

—Se trata de un hermoso palacio del siglo XVIII y es especial porque, durante la construcción, más concretamente cuando forjaron sus cimientos, encontraron el Ara Pacis. De hecho, se pueden ver los bajorrelieves de estas ruinas romanas incrustados en las paredes del palacio.

—¿Desde cuándo vive aquí tu familia?

—Desde que yo tenía quince años. Fue mi madre quien la encontró y mi padre, después, por consejo de mamá, compró otras dos más en el mismo edificio, aunque en la escalera de enfrente: el ático, donde vivo yo y que mis padres me regalaron para mi boda, y el piso vecino, que pertenece a mi hermano Aldo.

Viola ama el color. De hecho, la casa está pintada al fresco como las antiguas villas romanas. “Nunca tengo casas blancas. Me gusta combinar colores y utilizar distintos tejidos, rayas, estampados…”
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Arriba, podemos disfrutar de distintos ángulos del gran salón de la casa donde se conjugan paredes afrescadas a la manera de las villas romanas o la galería Borghese con mobiliario contemporáneo, esquineras Luis XVI y sillas ‘decó’, del XIX

—Este ático tiene unas vistas preciosas desde aquí. ¿Qué monumentos de Roma se pueden ver?

—Este es el mirador más alto del centro de Roma. Se puede ver Roma a 360 grados: la cúpula de San Pedro, el Altar de la Patria, Trinità dei Monti, la cúpula de Santa Maria del Popolo, el Quirinal y Villa Borghese, el parque donde saco a pasear a Dylan, mi perrito.

—Porque este palacio está en pleno corazón de Roma…

—Estamos en la piazza San Lorenzo in Lucina, una plaza peatonal famosa por sus bonitas tiendas y de la que nace Via Frattina, una de las calles paralelas a la exclusiva Via Condotti y al lado de un bar muy popular entre los romanos, el Ciampini.

“Fue mi madre quien encontró la casa y mi padre, después, compró otras dos más en el mismo edificio, aunque en la escalera de enfrente”
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—Tienes muchas casas y, sin embargo, las vives todas, ¿no?

—Esta, aquí en Roma, es definitivamente mi casa principal, en la ciudad donde nací y crecí. Me aficioné a Milán… También, gracias a mi marido, que trabajaba allí, por lo que la frecuentábamos muy a menudo. Además, tengo muchos amigos en Milán, y de hecho me acabo de comprar una casa más grande en el centro, donde espero empezar a trabajar en primavera. También tengo mi villa en Apulia, dentro precisamente de uno de los hoteles de mi familia, y en Ibiza, mi última adquisición, que estoy aún decorando. Y luego, Nueva York, que, para mí, es un segundo hogar después de Roma. Cuando me mudé allí por primera vez, vivía en el Soho, en un precioso loft que vendí hace siete años. Ahora, he comprado en el Upper East Side, cerca de Central Park, donde también doy largos paseos todos los días con mi perrito. En Londres, tenemos un hotel, con lo que es ahí donde me hospedo.

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Amante del detalle y el cosmopolitismo, en la mesa de comedor de Viola podemos encontrar porcelana de Herend, cristalería de Lalique y una magnífica cubertería con incrustaciones de plata

—Empecemos por esta casa de tres plantas. ¿Cómo la has decorado?

—Esta casa la reformamos mi marido, Andrea, y yo. Tiene 16 años. Está toda pintada al fresco y las pinturas se inspiran en los frescos de las villas romanas y la galería Borghese. La carpintería se adaptó a la misma temática. En cuanto a la tapicería, me encantan las rayas. Las tengo por todas partes. Y también, los colores. Nunca tengo casas blancas. Me gusta combinar y utilizar distintos tejidos, la raya, el estampado, el liso… Las sillas de la mesa del salón son de Designer Guilt, y la mesa con el pie con volutas metálicas la mandé hacer yo, al igual que el mueble dorado que está a su lado. El cuadro que domina la estancia es una preciosidad que me regalaron para mi boda mi hermano Aldo y mi cuñada Camilla. Es de Carlo Gavazzeni. También, hay una obra de Krakov que compramos en Nueva York y un bajorrelieve de Fornasetti. Las lámparas son decó.

—Y en tu habitación, ¿el cuadro es de Carlo Pignatelli?

—Así es. Me lo regaló mi padre. Y luego, tanto el espejo como el mueble frontal, los mandé hacer. Me gusta el juego de tonos, de azul, azul claro y marrón.

© Mattia Bettinelli
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La escalera que comunica las tres alturas de su ático, con busto del escultor polaco Igor Mitoraj, con Roma a sus pies

—En la parte superior, tienes el comedor, que, con el ventanal, parece rodeado por cuadros de Roma, ¿verdad? 

—El comedor es obra de mi madre. La alfombra es un antiguo tapiz persa, una Agra preciosa. Y la mesa es muy valiosa, al igual que las esquineras Luis XVI. Las sillas, del siglo XIX, tienen el sol tallado en la madera y volutas que, en realidad, son delfines. Me encantan los platos morados de Herend, un regalo de boda; las copas de Lalique; la cubertería con incrustaciones de plata en los mangos, y los jarrones del centro de mesa, que son de porcelana romana antigua. En esta habitación también hay un busto de Mitoraj, regalo de papá.

Historiadora del arte de formación, Viola Melpignano tiene alma de ‘nómada’ y adora viajar. Fue precisamente en uno de sus viajes a Ibiza cuando conoció al que fue su marido, Andrea Merloni
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—Hablemos de tu familia.

—Mis padres son de Apulia, Aldo y yo nacimos y crecimos en Roma; Francesco, en Londres. Todo empezó con mis padres, que compraron la Masseria San Domenico, en Apulia, hace 35 años para convertirla en nuestra casa de vacaciones. El núcleo principal data del siglo XV y consta de una torre vigía que perteneció a los Caballeros de Malta. Los espacios son amplios y los techos, abovedados. El jardín, lleno de plantas mediterráneas, olivos y palmeras, y la playa es de arena blanca. Un escenario de gran belleza. Solíamos ir allí a visitar a los abuelos y parientes en verano y en Navidad, pero mi madre tuvo la visión de convertirlo en un hotel de cinco estrellas. Así nació entonces nuestra aventura con los hoteles de lujo y también la explicación de cómo, gracias a mis padres y a mi hermano Aldo, el lujo llegó a esta parte de Italia. Concretamente, a la zona de Apulia, comprendida entre Bari y Brindisi, en Fasano, que ahora se ha especializado en el turismo de gran poder económico. Hay masserias (antiguas casas de labranza típicas de la zona, como las masías catalanas) que, en vez de convertirse en agroturismos, se han convertido en hoteles de cinco estrellas. A partir de ahí, seguimos expandiéndonos.

© Mattia Bettinelli
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“Me encantan las rayas. Las tengo por todas parte”, nos cuenta la empresaria, que, para su dormitorio, ha jugado con los mismos tonos del ‘skyline’ de Roma: los tostados, ocres y naranjas de los tejados y el azul de su cielo. Un clasicismo que rompe con divertidas lámparas en forma de globos con mensaje

Borgo Egnazia, a diferencia de San Domenico, se construyó desde cero y fue idea de mi padre, Sergio, que fue un famoso abogado fiscalista. Se construyó más como si fuera un pueblo de verdad. Una entrada muy imponente y, luego, por un lado, el hotel, que tiene la forma de aldea, y donde las habitaciones y terrazas se extienden por calles estrechas con enredaderas. Por el otro, la parte de las villas, que se pueden alquilar. Enfrente, se encuentra el campo de golf, considerado uno de los mejores de Italia, donde tenemos una estructura más pequeña, Masseria Cimino. Hace unos años compramos otra masseria junto a Ostuni, que también estamos transformando en un hotel de cinco estrellas y, por último, San Domenico House en Londres, un proyecto muy querido por mi madre, su joya. Se trata de un hotel muy privado, íntimo, cerca de Sloane Square, con un estilo elegante mezclado con interiores suntuosos, antigüedades eclécticas y una personalidad muy italiana. Mi madre se había ido a vivir a Londres con mi hermano Francesco, y fue ella quien encontró este edificio tan bonito. Como ella es incapaz de quedarse de brazos cruzados, con su toque especial, lo convirtió en lo que es ahora.

—Ahora, hablemos de ti. 

—Yo estudié Historia del Arte, crecí en Roma, pero estudié en el DAMS de Bolonia y, dado que tuve que aprender idiomas, viví en Londres, París, Madrid, y por último, me fui a Nueva York, a los 24 años.

© Mattia Bettinelli
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—¿A qué te dedicabas en Nueva York? 

—Trabajaba para el hotel, hacía ventas, promocionaba el hotel con agencias de viajes, eventos para periodistas… Cuando tenía 28 años, más o menos, conocí a mi marido. Sucedió en Ibiza. Nos conocimos a través de unos amigos en una cena de amigos en Las Dos Lunas. Es un lugar que siempre me ha encantado. Y ahí empezó mi aventura con Andrea, que ya nos dejó… Formaba parte de la familia Merloni, mi marido era presidente de Indesit, su empresa familiar.

—Hablemos de Andrea.

—Estuvimos casados siete años. Luego, nos separamos un tiempo… Y él falleció hace dos años y medio. Tuvo un derrame cerebral, tenía 53 años. Habíamos estado juntos las vacaciones de Halloween, él había vuelto a Milán, yo estaba en Apulia, y me llamaron para decirme que se había ido. Fue un momento muy traumático. Y a partir de entonces, tras la repartición de la herencia con sus hermanos, desde algún tiempo, dirijo el holding.

“Todo empezó cuando mis padres compraron Masseria San Domenico, en Apulia, hace 35 años para convertirla en nuestra casa de vacaciones”, así cuenta Viola los orígenes hoteleros de su familia, dueña de algunos de los cinco estrellas más lujosos de Italia
© Mattia Bettinelli
Viola Melpignano pertenece a una reconocida familia en el mundo de los hoteles de lujo. Masseria San Domenico y Borgo Egnazia, en la región de Apulia, en el sur de Italia, son sus buques insignia. Allí es donde pasa gran parte de sus vacaciones de verano y también las Navidades.

—Así que eres una ciudadana del mundo.

—Sí. Para mí, lo más bonito es viajar. Y vivo en muchas casas porque, en esencia, soy una nómada. En otoño, me quedo en Nueva York, pero siempre que puedo intento escaparme a Roma, porque es mi ciudad. En verano, aparte de unas vacaciones en barco, me reparto entre Ibiza y Apulia, donde tengo muchos amigos y me siento como en casa. En agosto, me gusta ir a América, a visitar los parques, los grandes cañones, la Naturaleza americana es maravillosa e infinita. Y, cuando regreso, vuelvo a Milán. En Navidad me suelo quedar en Apulia, porque, en Año Nuevo, no me gusta mucho viajar.

—¿Otras de tus pasiones? 

—Hago mucho deporte. Esquí de fondo, pilates, boxeo… Me gusta mucho entrenar en el gimnasio, cardio y tenis. También me encanta la moda, que sigo y visto. Y el interiorismo, aunque mis casas son de gusto más clásico. Y, por supuesto, me encantan los animales y la Naturaleza, que intento apoyar a través de organizaciones benéficas.

Desde el mirador, las vistas panorámicas son impresionantes. Se divisa “la cúpula de San Pedro, el Altar de la Patria, Trinità dei Monti, Santa Maria del Popolo, el Quirinal y Villa Borghese, donde saco a pasear a “Dylan”, mi perrito”, nos cuenta
© Mattia Bettinelli
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El morado, ‘il viola’, haciendo honor a su nombre, tiñe una de las estancias más espectaculares de su casa: el salón de su planta mirador, una estancia a 360 grados en el que cada ventana se abre sobre un ángulo distinto de la Ciudad Eterna, como si se trataran de las famosas litografías de Piranesi en clave contemporánea.

—¿Cómo es tu relación con tu madre? 

—Preciosa. La familia es muy importante para mí. La familia son mis raíces. Soy como soy gracias a mi familia, gracias a su educación y a los valores que me han transmitido. A pesar de que soy un alma nómada, siempre vuelvo a casa.

—¿Cuál es el valor más importante en tu familia? 

—Estar siempre unidos. Mi hermano Aldo se ocupa de Borgo Egnazia y vive en Londres con su mujer y mis maravillosas sobrinas Emma y Maria; y Francesco, el pequeño, vive y trabaja en Nueva York, así que, aunque estamos todos muy dispersos, nos gusta siempre juntarnos. O haciendo viajes o reuniéndonos en Apulia. Las raíces italianas no se tocan.

© Mattia Bettinelli
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Sobre estas líneas la empresaria, en la Fontana di Trevi
TEXTO Y PRODUCCIÓNNANA BOTTAZZI
FOTOSMATTIA BETTINELLI
VESTUARIOERMANNO SCERVINO / ALBERTA FERRETTI / ROBERTO CAVALLI
JOYASBVLGARI

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