Marta Pastega Benjumea nació en Buenos Aires, donde vivió hasta los diez años. Hija de Mario Pastega Landó, veneciano de nacimiento, caballero insigne de la Orden del Toisón de Oro y diplomático de España en la Santa Sede, y de la sevillana Marta Benjumea y Heredia, hija del conde de Guadalhorce, en ella conviven en armonía sus tres nacionalidades: la española, la italiana y la argentina. Florista pionera en Sevilla, cuando en 1979 abrió Búcaro, en la ciudad hispalense solo había dos tiendas de flores y apenas se usaban únicamente claveles y gladiolos para decorar lo poco que se hacía en aquel momento.
“Mi proyecto más grande fue la boda de la infanta Elena, donde tuve que decorar Sevilla entera. Desarrollamos íntegro el trabajo en el patio principal de esta casa para luego ubicar todo por la ciudad”
En 2017, tras casi 40 años al frente, recibió el premio a la trayectoria empresarial por la Cámara de Comercio de Sevilla. Conocidos como los floristas de la Casa Real y de la jet set, se consagró con la boda de la infanta Elena. Más tarde se ocupó de la boda de los Reyes de España, don Felipe y doña Letizia. Y, además, fue, junto a su equipo, responsable de la decoración floral en los enlaces de Eugenia Martínez de Irujo y Francisco Rivera, con más de 1500 personas, y también de la de la duquesa de Alba con Alfonso Diez, entre otras.
Marta se casó con Fernando Oriol e Ybarra, nieto de José Luis Oriol y Urigüen, fundador del Talgo, y es madre de cinco hijos. Hoy nos recibe con tres de ellos, Marta, Sandra y Fernando Oriol Pastega —escultor conocido como ‘el rey de la forja’— y sus nietos, Marta Oriol y Alejandra y Francisco Núñez.
—¿Cuándo adquiriste esta casa?
—La casa la compramos Fernando, mi marido, y yo en el año 1979; estaba totalmente abandonada y en ruinas. Iniciamos juntos el proyecto de reforma, pero, tras el fallecimiento de mi marido, años más tarde, terminé la obra sola, iniciando un proyecto nuevo de acuerdo con mis necesidades. La reforma duró tres años.
—¿Hay algún lugar que quedara intacto después de la reforma?
—La escalera principal, de mármol de Carrara, es la original, solo que la tuvimos que rehacer entera, se había desplazado hacia el muro, moviéndolo del sitio original, lo que fue una gran complicación, hubo que desmontarla y volver a montarla otra vez. Al mismo tiempo empezamos a arreglar muros, tabiques e incluso la segunda planta la hicimos nueva.
—¿De dónde te viene tu vena artística?
—Pienso que de mi abuelo Rafael, conde de Guadalhorce, que era muy estético, y creativo. Le quería muchísimo y guardo grandes recuerdos de nuestra época de Buenos Aires. Heredé de él esa visión artista de la vida.
—¿Y cómo nace Búcaro?
—Búcaro nace de la afición que nuestra madre, Marta Benjumea, nos inculcó a mi hermana, Bebelita, y a mí, teniendo que decorar nuestro viñedo en Italia, muy cerca de Venecia, Villa Maser, con flores frescas del jardín cada semana, Era parte de nuestros deberes en los veranos que pasábamos allí, el jardín tenía muchas flores: dalias, rosas, salvias, magnolias, verbenas…
—¿Qué es lo que te inspira a la hora de decorar?
—Soy muy barroca y adoro el Barroco veneciano, con un toque anglosajón, y también el Barroco andaluz. Me inspira, sobre todo, la ciudad de Venecia, eso ha marcado un estilo determinado en mi vida, tanto en la decoración de mi casa como con las flores en Búcaro. Mi sangre italiana me tira mucho.
—¿Cuál piensas fue la clave de tu éxito al frente de la floristería?
—Fuimos muy innovadores cuando abrimos la tienda. Pioneras en decorar bodas. En ese momento nadie las decoraba con flor cuando empezamos, no se ponía ni una sola y tampoco en las iglesias, ni siquiera en las mesas. Dejamos atrás los claveles y los gladiolos, que era prácticamente lo único que había, y empezamos a introducir flores que traíamos de Holanda, flores muy especiales que nadie conocía en ese momento.
“Me inspira, sobre todo, la ciudad de Venecia, eso ha marcado un estilo determinado en mi vida, tanto en la decoración de mi casa como con las flores. Mi sangre italiana me tira mucho”
—¿Cómo fue que la Casa Real se puso en contacto?
—Debieron de fijarse en nuestro trabajo, porque en un determinado momento me llamó el jefe de la Casa Real directamente a mí para empezar a hacerme encargos florales.
—¿Cuál fue tu proyecto más grande?
—La boda de la infanta Elena, donde tuve que decorar Sevilla entera, empezando por la avenida de la Constitución hasta la Plaza del Salvador, que lo decoré con copas gigantes de metro y medio de altura sobre un pedestal de otro metro y medio, con naranjas y limones; fue muy espectacular. Las noticias de la decoración de la boda llegaron hasta París, donde un decorador me lo comentó durante una cena allí. Fue un trabajo que desarrollamos íntegro en el patio principal de esta casa para luego ubicar todo por la ciudad entera.
—¿Y el trabajo más complicado?
—La boda de Eugenia Martínez de Irujo con Francisco Rivera, a la que asistieron 1.500 personas. Fue un trabajo durísimo, carpas y más carpas con mesas alargadas, todas daban a una explanada de césped con vistas al campo. Cada carpa iba decorada de manera diferente, la decoramos con frutas, porque quedaba precioso y, como había que montar tantas mesas, es lo que duraba más y así podíamos anticiparnos con toda la decoración.
—¿Cuándo dejaste el negocio?
—Lo dejé en el año 2015. Lo cerré porque llevaba 40 años y estaba muy agotada, ha sido siempre un trabajo muy duro, con dedicación plena, sin fines de semana, ni vacaciones… y aunque ha sido mi vida, estaba ya muy cansada.
“Búcaro nace de la afición que nuestra madre, Marta Benjumea, nos inculcó a mi hermana, Bebelita, y a mí, al tener que decorar nuestro viñedo, Villa Maser, muy cerca de Venecia, con flores frescas del jardín cada semana”
—¿Echas de menos tu trabajo?
—Sí, soy una persona muy activa. Era mi vida, desde pequeña rodeada de flores, realmente he trabajado siempre y por eso alargué lo máximo mi vida laboral.
—¿Sueles recibir en tu casa?
—Me gusta muchísimo recibir invitados en casa, más organizar almuerzos que cenas, aunque he dado muchísimas también. Trabajo mucho la decoración de la mesa porque me parece muy importante y me divierte muchísimo, así como la comida que doy, que también me gusta que sea cuidada y rica. Suelo poner flores naturales en el centro y adornarlas con muchísimos objetos con las acompañan. A mis nietos y, más tarde, mis biznietos les gusta meterse debajo de la mesa del comedor, donde guardo mis cajas llenas de tesoros para ellos y siempre descubren alguno nuevo.
—¿A que invitados ilustres has tenido aquí?
—A lo largo de tantos años he recibido a muchísima gente y muy amigos: la duquesa de Alba, la marquesa de Saltillo, la condesa de la Maza, los marqueses de Méritos y a muchos aristócratas europeos también. Suelo recibir a embajadores como el que fue embajador argentino en París, Archibaldo Lanusse; artistas como el fotógrafo Mario Testino, que vino a hacerme un retrato, y muchos de los alcaldes de Sevilla, porque me parece interesante estar al día de los planes que tienen para la ciudad.
—¿Qué es lo más importante en tu vida?
—Mi familia, sin duda: hijos, nietos y biznietos. Son mi alegría y siempre tengo la casa abierta para ellos. Cada vez que vienen los recibo feliz y les preparo a cada uno lo que les gusta.
“Mis hijos, nietos y biznietos son mi alegría y siempre tengo la casa abierta para ellos. Cada vez que vienen los recibo feliz y les preparo a cada uno lo que les gusta”