Dos veces ha cruzado África por tierra haciendo documentales y reportajes de lugares tan mágicos como inaccesibles. Ha vivido con los pigmeos del Congo, con los nuba de Sudán, ha atravesado selvas, montañas y fronteras donde el peligro acecha en cada rincón. Lorenzo Queipo de Llano se ha empapado de la cultura árabe, asiática y swahili en Kenia, donde vivió muchos años; ha recorrido Indonesia, Borneo y un sinfín de destinos con experiencias de vida que no solo han influido en la persona, sino también —y mucho— en el artista. Esas aventuras únicas conviven con los recuerdos de grandes amigos y el legado familiar en su casa del campo toledano , donde cada detalle respira la original personalidad del decorador, un auténtico creador de atmósferas.
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Muebles diseñados por él mismo, retratos, piezas del siglo XVIII… crean un ambiente que va mucho más allá de lo colonial. Lorenzo ha inspirado a Antonio Gala para una de sus novelas y la diseñadora Carolina Herrera fue su primera clienta después de visitar su casa en Madrid. Se enamoró de los muebles que había traído de su residencia de Nairobi y le encargó la mesa de su despacho en Nueva York, que juntos diseñaron en el hotel Ritz de Madrid. Entre sus clientes se cuentan personajes tan dispares como Ángel Nieto, la duquesa de Alba, Jaime Parlade, Amaya Arzuaga, José Tomás o Philippe Junot, al que le une una gran amistad después de haber decorado su casa en la capital española. Hoy, Lorenzo Queipo de Llano nos abre las puertas de su mundo para hablarnos de su trabajo —consigue con maestría combinar un retrato de Felipe V con libros antiguos y abalorios de pueblos ancestrales—, de las mil y una historias de su vida y contarnos sus particulares memorias de África.
—Cuéntanos la historia de esta casa, Lorenzo.
—Esta casa llega después de mi aventura más peligrosa, que fue sobrevivir en Madrid.
“Esta casa llega a mi vida después de mi aventura más peligrosa, que fue sobrevivir en Madrid”
—¿Y cómo es eso?
—Al volver a Madrid, después de muchos años de estancia en Kenia y de haber viajado mucho por los países árabes de Medio Oriente, encontré una casa, como si el destino me hubiera estado esperando, en el corazón del maravilloso Madrid de los Austrias, donde tuve una intensa vida social. Por aquella casa pasaron personas tan conocidas como Eric Clapton, Mimi Rogers, Jeff Goldbum, Elle Macpherson, Naomi Campbell, John Malcovich, el fotógrafo y naturalista Peter Beard y lo mejor de la sociedad española, artistas de todo tipo, empresarios, políticos, coleccionistas de arte, etc. Junto con el empresario Pedro Trapote, abrimos una tienda con un pequeño bar para liberar mi casa de visitas y fiestas que se organizaban hasta la madrugada. Acabó siendo la tienda más visitada de Madrid, ¡sobre todo por las noches! Finalmente, aquel local se convirtió en el bar de éxito más peculiar de Madrid y ese éxito por poco acaba conmigo. Aprendí que es muy peligroso si no lo sabes gestionar.
—Te alejaste de la gran ciudad, digamos.
—Necesitaba salir de Madrid y vivir en el campo, donde pudiera trabajar y seguir con mis diseños y proyectos de decoración y encontré esta pequeña finca, donde primero hice un estudio taller compatible con una vivienda. Y ahora más tarde, con la muerte de mi madre, he querido conservar los muebles y cuadros que he heredado de la casa en la que nací y enfrentarme al reto de hacerlos compatibles en una nueva construcción.
“Son dos construcciones muy amplias que nos permiten recibir amigos en este trocito de cielo que es el campo de Castilla-La Mancha. La primera es más una fábrica de ideas y la segunda, la vivienda”
—Entonces, ¿cuántas construcciones la componen?
—Son dos construcciones muy amplias que nos permiten recibir amigos en este trocito de cielo que es el campo de Castilla-La Mancha. La primera es más una fábrica de ideas, donde trabajo y encuentro la inspiración y la creatividad y la segunda, la vivienda.
—¿Consideras esta casa un sueño cumplido y tu mejor obra?
—Siempre quiero que cada nuevo trabajo sea mejor que el anterior por distinto que sea de tamaño o utilidad. No es lo mismo un restaurante, un bar o una casa particular. Lo más importante de mi trabajo es el resultado final, pero, sobre todo, crear la atmósfera que te hace sentir bien. Este último trabajo me saca de mi zona de confort y me obliga a combinar mobiliario de siglos pasados con mi marcado carácter orientalista. En este sentido, estoy satisfecho.
“Empecé en la decoración más por una necesidad de hacer los muebles de mi casa en Kenia. Hablaba bien ‘swahili’ y me entendía con los artesanos de la zona”
—¿Con quién la compartes?
—Con mi mujer, a quien quiero y adoro, y tres perros teckel que nos hacen y a quien hacemos compañía, buscando siempre su bienestar. También con amigos que nos visitan.
—¿Cuál es tu rincón favorito?
—No tengo un rincón favorito, tengo varios. Quizá, el estudio, cuando trabajo, porque es mi principal fuente de inspiración y está lleno de recuerdos. Me encanta también sentarme en el porche, en contacto directo con el campo y la Naturaleza, otra fuente de inspiración.
—¿Y la pieza de esta casa con mayor valor para ti?
—Hay muchas que vienen de la casa de mis padres que me gusta tener cerca. De mis primeros diseños, la primera mesa para el salón de mi casa, que se hizo a mano con herramientas muy rudimentarias y le dan un acabado único, por estar “perfectamente mal hecha”; pero tengo un cariño especial a un cuchillo de la tribu Taposa del sur de Sudán, que lleva conmigo alrededor de cuarenta años y que, curiosamente, con el tiempo ha sido mi inspiración en las tonalidades y materiales como la piel de cocodrilo, el ébano y el marfil.
“He querido conservar los muebles y cuadros que he heredado de la casa en la que nací y enfrentarme al reto de hacerlos compatibles”
—Le das a la iluminación un papel fundamental en tus proyectos.
—Para mí la iluminación es lo más importante de cada proyecto, todos mis trabajos los hago pensando en la noche. Tanto en la pintura como en la fotografía, la luz es lo más importante, Rembrandt, Ribera, Velázquez, Goya y Leonardo son buenos ejemplos. Yo me enamoré de la luz de África, de la luz de sus aldeas y sus cabañas, de la luz en la que todos se sienten cómodos y las mujeres más guapas. Es esa la luz de los candiles y velas. Mi dificultad y reto es conseguir ese ambiente, pero también que sea una luz funcional y que te permita vivir cómodamente.
—¿Cómo empezó tu andadura en la decoración?
—Empecé más por una necesidad de hacer los muebles de mi casa en Kenia. Hablaba bien swahili y me entendía con los artesanos de la zona. Los hacía con madera de Iroko y pequeñas incrustaciones de ébano y hueso sustituyendo al marfil. Al volver a España me traje la colección que puse en mi casa en Madrid y que fascinaba a todo el que venía y sigue fascinando. Pero, como ya he dicho, el detonante principal fue el encargo de Carolina Herrera de su mesa de despacho y los ánimos que me dio para que siguiera por el camino del diseño y la decoración. Terminé abriendo un local empujado por el éxito que tenían mis piezas. El local tenía muchísima magia y encanto. Se llamó Vaova. A partir de ahí, además de vender muebles, empezaron a aparecer clientes pidiendo que les decorara la casa. Casa Decor 2007 fue también un gran impulso.
“Me enamoré de la luz de África, de sus aldeas y sus cabañas, de la luz en la que todos se sienten cómodos y las mujeres, más guapas. Mi dificultad y reto es conseguir ese ambiente, pero también que sea funcional”
—¿Cuál ha sido tu trabajo más apasionante?
—Un campamento para safaris de muy alto standing en la reserva de Masai Mara, una de las más importantes de Kenia , que fue el origen de mi primer trabajo de manera profesional sin saber en aquel entonces que eso sería a lo que me dedicaría en el futuro.
—¿Cómo fue tu vida en África? Tendrás mucho que contar y mil anécdotas…
—Desde hace un año estoy escribiendo un libro contando mis vivencias, aventuras y anécdotas. Es difícil resumir esta pregunta, porque tengo muchas. Cuando vives y viajas por lugares tan remotos y convives con tribus distintas, trabajas con animales salvajes, todos los días tienen sus anécdotas. Por decir alguna, sufrí más de una emboscada en lugares muy conflictivos como es la línea fronteriza entre Uganda, Sudán y Kenia, por desertores armados del ejército que matan solo para robarte; bajarme de un avión justo antes de despegar y enterarme, dos días después, de que el avión se había estrellado contra uno de los volcanes de Virunga, zona donde habitan los gorilas de montaña. No había habido supervivientes y la embajada ya había comunicado mi fallecimiento a mi familia, porque estaba en la lista de pasajeros. O caer en arenas movedizas, estar con malaria durante días sin ayuda ni medicación hasta que fui encontrado por un misionero que trabajaba en esa zona aislada y difícil de África… y, esta vez, en Borneo, casi me mata un orangután. Son algunas de muchas, muchísimas anécdotas.
“Caer en arenas movedizas, estar con malaria durante días sin ayuda ni medicación hasta que fui encontrado por un misionero o que casi me mata un orangután en Borneo son algunas de muchísimas anécdotas”
—¿Fuiste vecino de Karen Blixen?
—Casualmente, mi primera casa en la zona de Langata, en Nairobi, lindaba con la casa de Karen Blixen, que hizo una labor muy importante en Kenia. Esto fue cinco años antes de la película de Memorias de África. Como consecuencia del éxito, se creó la casa museo de Karen, al mismo tiempo que el turismo se masificó y Kenia cambió mucho. Antes de la película apenas éramos un pequeño número de españoles residentes.
—Te preocupa el cambio climático y has aportado información muy relevante al respecto con un documental.
—En 1998, después de muchos años de preparación, conseguí rodar una serie para TVE que se llamó Tierra herida, eran trece capítulos donde advertíamos del cambio climático, porque éramos testigos directos de cómo habían cambiado muchas zonas donde trabajamos con todo tipo de fauna. Áreas que se desertificaban, lagos que desaparecían, animales en extinción como los gorilas y elefantes, y no solo en África, también los orangutanes en Indonesia, tigres en India, etc. Cambios de clima por la tala descontrolada de árboles, incendios provocados en selvas para cultivar el aceite de palma, emisiones de gases tóxicos, contaminación de ríos y mares. Nueve años más tarde, el vicepresidente de Estados Unidos Al Gore se hizo con el mismo discurso del cambio climático y hoy, 25 años más tarde, no se habla de otra cosa.
“Casualmente, mi primera casa en la zona de Langata, en Nairobi, lindaba con la casa de Karen Blixen, que hizo una labor muy importante en Kenia. Esto fue cinco años antes de la película Memorias de África”
—¿Cómo fue tu experiencia con la tribu de los nuba?
—Fue una apasionante aventura entre 1979 y 1984. Sudán era y sigue siendo el país más pobre y peligroso de África junto a Congo y, por la misma razón, el más interesante. El tiempo que conviví en la tribu de los nuba era una comunidad totalmente aislada, con una estética y una elegancia fascinante. Los hombres decoran sus cuerpos desnudos con pinturas corporales sacadas de pigmentos de tierra y ceniza para sus rituales de lucha y para conquistar a sus mujeres, que a la vez se adornan con aceites y abalorios para sus bailes, mostrando su feminidad. El arte y el gusto en el uso de esos abalorios, collares, pulseras, brazaletes, cuchillos, herramientas, las decoraciones de sus cabañas, etc., hoy en día son recuerdos que me siguen aportando mucho en mis trabajos de decoración.
—Y, para finalizar, Lorenzo, ¿qué te hace feliz?
—Mi mujer, mis perros, ver a mis amigos, cocinar, comer, pasar temporadas en Marrakech, tener tiempo para escribir, estar en el campo, el mar, leer, una buena conversación, una buena serie de televisión o una película antes de dormir.