Portugal se ha convertido en los últimos años en el país por excelencia para los extranjeros. Encuentran en él un modo de vida tranquilo, con ciudadanos amables y educados. Además, cuenta con mucho arte y artesanía que, en gran parte, está aún por descubrir. Por tanto, tras unas cortas vacaciones para experimentar, muchos de estos extranjeros deciden venir a vivir a este gran país.
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La mayoría compra un apartamento, casa, hacienda, etc., pues aún es más barato que muchos otros países europeos. Luego, en general, adaptan, transforman la vivienda a su gusto. Un número importante de estos nuevos residentes acuden a una de las grandes arquitectas de interiores del país, Cristina Jorge de Carvalho. Es, según sus clientes, la que mejor entiende sus gustos, sus sueños y los transforma en realidad. “La mayoría de mis clientes extranjeros —reflexiona Cristina en el salón de su casa, en una de las mejores zonas de Lisboa— se parecen. Son personas que tienen un estilo de vida cosmopolita y muchos, residencias en otros países. No hay distinción de nacionalidad, se parecen bastante en cuanto a lo que quieren y cómo lo quieren”. Por supuesto, acuden a Cristina porque ya son conscientes de su fama internacional y porque saben que les va a dar lo que ellos esperan. “El diseño de interiores es una disciplina colaborativa, un dialogo constante con los clientes. Es una labor de equipo. Uno ha de saber lo que les gusta, sumergirse en sus sueños transformándolos en una realidad que los sorprenda y añada valor a su proyecto y a sus vidas”.
A Cristina le gusta sorprenderlos, por supuesto, añadiendo un elemento sorpresa en el que ellos no habían pensado. También y, sobre todo, es muy consciente del presupuesto, en no gastar innecesariamente. “Soy muy consciente en no gastar en cosas “innecesarias”. Me explico: hay que invertir en elementos que son fundamentales y que “se ven” y, luego, economizar en otros que no lo son tanto. El cliente lo agradece sobremanera”. Esta es la consecuencia del “pasado” de Cristina. Estudió Business y Administración y, cuando tenía ya su formación, se dio cuenta de que, realmente, no la llenaba del todo. Cambió y se fue a estudiar Diseño a Londres. Y desde el año 2000 tiene su propia empresa. “Habría sido menos feliz si me hubiera dedicado a los negocios como profesión. Pero ha sido muy productivo para mí haber tenido esta primera formación económica porque me hace ser muy consciente de los presupuestos y de cómo saber utilizar la parte económica que tiene mi actual profesión”.
“Me encantan los años 70 y sí, procuré influirle a este lugar un poco de brutalismo. Compré la casa en 2016 y, como bastantes construcciones de la época, tenía muchos cuartos pequeños”
Cristina no volvió de Londres y se dedicó rápidamente a la decoración de interiores. Decidió tener sus dos hijos, Francisca y Salvador, y, luego, poco a poco, siempre con su propia empresa, comenzar su andadura.
A pesar de su juventud, los proyectos particulares, oficinas, tiendas y hoteles llegaron muy pronto. “Sí. Para mí, ha sido fácil. Por lo que he contado a propósito de los presupuestos. Además, es que me encantan los hoteles. En ocasiones, viajo solamente para quedarme en un uno de ellos y “sentirlo”. Me ha ocurrido estar en tres hoteles diferentes en un solo viaje para vivir la experiencia”.
“Tengo la gran suerte de poder trabajar en lo que me gusta. Mis hijos, cuando regreso agotada, no dicen: “Pobre mamá, ¡qué cansada está”, sino: “¡Qué cansada viene mamá de divertirse!””, bromea
Uno de los elementos que aporta Cristina —y que no es tan común en otros arquitectos de interiores— es que da un servicio completo: jardinería, moda, papelería… Es un total concepto del proyecto. “Por ejemplo, si es un hotel, les proporcionamos los paisajistas, jardineros, hacemos diseñar los uniformes del personal e, incluso, proporcionamos todo lo relacionado con la papelería. Es decir, creamos su imagen completa. Nos gusta contar la historia y la experiencia total que se va a vivir en ese espacio en concreto. Y, curiosamente —o no tanto—, algunos clientes particulares quieren exactamente lo mismo, aunque, obviamente, en menor escala”.
En el reciente pasado, Cristina viajaba mucho a Inglaterra, Mozambique, Brasil, Francia, Angola, Estados Unidos, Italia… Pero, con tantos clientes extranjeros en Portugal, lo hace menos. Ahora, lo que hace es ir a visitar a sus hijos, que, en los últimos años, han decidido ellos también lanzarse al mundo. “Yo tuve la gran oportunidad de poder estudiar en el extranjero y he querido dársela a mi vez a mis hijos. Creo que viajar, conocer otras culturas, otras lenguas… es fundamental para la realización personal. Francisca hace ya cinco años que esta fuera de casa. Estudió en el Instituto Universitario de Madrid. En aquel entonces, estaba muy interesada en todo lo relacionado con las Naciones Unidas y fue una formación muy valiosa para ella. Ahora, vive en Londres, donde hace un máster en Design Management”.
“Yo tuve la gran oportunidad de poder estudiar en el extranjero y he querido dársela, a mi vez, a mis hijos. Vienen con frecuencia”
A Francisca le preocupa el cambio climático y, consecuentemente, reciclar la ropa y no comprar lo que no necesita, lo que pone un poco nerviosa a su madre, sobre todo, cuando le quiere regalar un jersey de cachemira —por poner un ejemplo-— y ella dice que no lo necesita y que, si se lo regala, lo venderá para viajar, que eso sí que es una experiencia. Y luego está Salvador, que lleva ya dos años estudiando fuera, en Holanda, en inglés. Hizo Matemáticas Aplicadas y está ahora con Ingeniería y Negocios. “Vienen con frecuencia, por supuesto, y, aunque les echo mucho de menos, estoy contenta de que tengan esa formación internacional. Mientras tanto, yo vivo en esta casa “de soltera””.
Es una casa que Cristina descubrió y que fue construida en los años sesenta. Se encuentra en una gran avenida a menos de diez minutos andando de su oficina, en la prestigiosa Avenida Liberdade. Su interior tenía un cierto aire brutalista (corriente arquitectónica minimalista que nació tras la Segunda Guerra Mundial, en Inglaterra) que ella se encargó de potenciar.
“No sabría decir de dónde saco las ideas. Llevo un lápiz y un cuaderno siempre encima y, cuando se me ocurre algo, lo dibujo. Guardo todos los cuadernos y los consulto por si, algún día, necesito una nueva inspiración”, nos cuenta
“Me encantan los años 70 y sí, procuré influirle a este lugar un poco de brutalismo. Compré la casa en 2016 y, como bastantes construcciones de la época, tenía muchos cuartos pequeños. Cambié la distribución para ampliarlos y convertirlos en otros más grandes y hacerlos en suite. Además, esta casa tiene grandes ventanales alrededor —lo que no es muy usual en Lisboa— y está llena de luz”. Algunos de los muebles son diseño de Cristina. Hechos en Portugal, por artesanos especializados y utilizando sus materiales preferidos: la madera, la piedra, la piel… También hay unos cuantos objetos, piezas de arte, que busca cuidadosamente alrededor del mundo. Su acierto al escoger este tipo de piezas, que “iluminan” con su presencia el lugar donde se encuentran, es una de sus señas de identidad.
“Soy muy visual, por supuesto. Para mis proyectos, mi propia casa e, incluso, en mi forma de vestir. Pero si me preguntaran: ¿de dónde sacas las ideas?, no sabría qué contestar. Diría que es una mezcla de vivencias y de experiencias. Llevo siempre conmigo un lápiz y un cuadernito y, cuando me viene una idea, la anoto y la dibujo. Al guna la llevo a la práctica. Otras, no, pero, cuando tengo dudas con lo que estoy trabajando, recurro a uno de esos cuadernitos y, de ahí, puede venir la ayuda que me hace falta en ese momento preciso”.
Se puede observar clarísimamente que a Cristina le gusta mucho su trabajo. Su forma de vida y su existencia podrían estar en la línea de la famosa frase del pensador chino Confucio: “Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida”. “Soy totalmente consciente de ser una privilegiada y que tengo la grandísima suerte de poder trabajar en lo que me gusta. Cuando llego tarde en la noche, porque he tenido una reunión con un cliente que se ha alargado o un proyecto que lleva más tiempo del que estaba previsto, mis hijos nunca piensan: “Pobre mamá, ¡qué cansada viene de trabajar!”. Nooo. Suelen decir: “¡Qué cansada viene mamá de divertirse!””, se ríe.