La limpieza del hogar requiere de distintos productos, ya sean químicos o naturales. Y muchas veces, el uso que hacemos de ellos o la manera en la que los aplicamos, no es la más adecuada. Ya sea por falta de conocimiento o por no haber leído bien las instrucciones de uso, puedes llevarte alguna que otra sorpresa. Y no se trata solo de que el producto en cuestión no limpie como debería, sino que un mal uso puede ocasionar que las superficies se estropeen. Chequea esta lista y mira a ver si cometes algún error.
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La lejía no se mezcla con agua caliente
Si crees que echando un chorrito de lejía en agua caliente, será mucho más efectiva, estás equivocado. Lo cierto es que al mezclarla con agua caliente, la lejía se evapora y deja de ser eficiente. Esto sucede porque el hipoclorito de sodio se evapora con el calor dando lugar al cloro gas, un compuesto tóxico, corrosivo e irritante que puede ser peligroso. Así que siempre que la utilices, para lo que sea, mézclala con agua fría.
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El vinagre no desinfecta
En contra de la creencia popular, el vinagre de limpieza, aunque es muy eficiente para dejar los cristales relucientes, eliminar la cal o quitar los malos olores, no desinfecta. Por eso, no se recomienda para limpiar ciertas zonas de tu casa que merecen productos que sí que lo hagan. Por ejemplo, de poco valdrá que lo uses para limpiar el inodoro. Tampoco es recomendable emplearlo para los aparatos electrónicos ni para los suelos de madera, que podría decolorar.
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Los trapos inadecuados
¿Cuántas veces te ha pasado al limpiar los cristales se quedan pelusas? Eso es porque no has elegido el trapo adecuado. Y lo mismo te puede pasar al limpiar los muebles o cualquier otra superficie brillante, como los electrodomésticos o la plata. ¿Los mejores paños para limpiar? Las bayetas de microfibra, que no dejan pelusas y son muy eficientes. En su defecto, trata de utilizar trapos que no dejen pelusas.
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No apliques ciertos productos directamente
De hecho, lo más adecuado es aplicarlo sobre el paño y a continuación pasarlo este por los cristales. Evitarás que caigan churretes que pueden secarse y que después serán más difíciles de limpiar. Y lo mismo sucede con el producto para limpiar los muebles de madera, que pueden dejar manchas. Lo mejor es pulverizar estos productos sobre el paño y pasar este por la superficie que quieras limpiar. Así de sencillo. Y mucho más efectivo.
No mezcles el amoniaco
Ni con lejía ni con otros productos de limpieza, menos si son químicos. Cuando se mezcla el amoniaco con lejía se produce un gas llamado cloramina (NH2Cl) que es muy tóxico. Cuando este gas entra en contacto con las mucosas, se descompone produciendo ácido clorhídrico, un compuesto altamente corrosivo y también tóxico. Tampoco se recomienda que pases con lejía una superficie que has limpiado previamente con amoniaco. Si usas ambos productos, mejor que sea por separado.
Los multiusos no valen para todo
Aunque en la etiqueta ponga bien grande que puedes utilizarlos en todas las superficies, lo cierto es que lo habitual es que sirvan para superficies de acero, vidrio y laminados, pero en otras como la madera sin tratar pueden provocar manchas que luego no podrás quitar. Cuando emplees este tipo de productos consulta bien las instrucciones del fabricante, así como cuáles son las superficies en las que puede aplicarse. Si tienes dudas, empléalo en una zona no visible para asegurarte de que no estropea la superficie.
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No deberías limpiar así el acero inoxidable
Para evitar que se raye o le salgan manchas que después no podrás quitar, hay que tener especial cuidado al limpiar las superficies de acero inoxidable. Para evitar que se estropee evita utilizar lejía u otros productos que contengan cloro (revisa siempre las instrucciones de uso). Evita también el uso de estropajos que puedan dañar el acero inoxidable, así como cepillos de cerdas.
Otras recomendaciones para no liarla al limpiar
Hay varias cosas que debes hacer cuando compres un nuevo producto de limpieza. Lo primero es leer siempre las instrucciones de uso, así como los compuestos que contenga. Asimismo, aplica un poco del producto en una zona no visible antes de hacerlo en toda la superficie. ¿Otro consejo? No cambies el producto de envase y, si lo haces, conserva la etiqueta original. Así no habrá equivocaciones cuando los vuelvas a utilizar.
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