La biodiversidad en nuestro jardín es beneficiosa para el medio ambiente. Cada vez somos más conscientes de la importancia de generar espacios sostenibles y hacerlo en el largo plazo. En este paradigma entra en acción la biodiversidad, que es animal, y vegetal, y consiste en mantener un equilibrio natural en el espacio en el que cada elemento contribuye al sostenimiento y buen funcionamiento del ecosistema. Para saber cómo atraer animales polinizadores a nuestro jardín hemos hablado con el paisajista Fernando Nájera (fernandonajera.es), quien nos asesora en la materia.
Comienza exponiendo que “unas plantas sirven de sostén a ciertos animales, estos ayudan a la reproducción de las primeras, y entre todos generan un espacio vivo y con futuro. Atrás quedaron los tiempos en que se aceptaban y primaban los espacios naturales monoespecíficos y poco atractivos para la biodiversidad”.
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El jardín, un espacio dinámico y muy vivo
Hay quien teme por estos animales a los que vamos a crear un hábitat favorable y, sin embargo, en muchas ocasiones contribuyen a evitar plagas.
Respecto a esto el paisajista considera que “si somos capaces de entender que un jardín y un paisaje boscoso tienen mucho en común (mucho más que el jardín con la cocina de casa), podremos entender y aceptar que la fauna es imprescindible para ambos, y que la decoración no es lo mismo que el paisajismo, y de ahí que debamos abrir la mente a este respecto”.
Los espacios naturales están vivos, tienen elementos estáticos, como piedras, macetas o pérgolas, pero su esencia es cambiante pues los vegetales están vivos y tienen necesidades. Algunas de ellas son muy parecidas a las nuestras: reproducción, nutrición, higiene, luz… pero tienen poco margen de acción. Por ello se sirven de pájaros que esparcen sus semillas o de aquellos que se alimentan de insectos que constituyen plagas, también hay insectos que se alimentan de especies parásitas para las plantas, lombrices que enriquecen el suelo… y muchos de ellos son el alimento de vertebrados que apreciamos por su canto o colorido.
Un ejemplo muy visible de esto son las mariquitas, que son grandes consumidoras de pulgones, plaga de muchos frutales.
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Es necesario replantear los diseños de ciertos jardines
Los jardines han ido oscilando de modelos más limpios, depurados y monoespecíficos a planteamientos más diversos, pretendidamente naturalizados (ejemplo de ello es este, diseño de Ábaton), y esto es así desde hace siglos, y puede verse en Versalles o en Hyde Park, en el Retiro o en el Generalife, modelos antagónicos de entender la naturaleza domada. Así y todo, estos parques y jardines clásicos con sus grandes diferencias son espacios relativamente biodiversos. Y sus hermanos pequeños en casas particulares también.
En opinión de Fernando el problema se ha intensificado últimamente, cuando sucedáneos de plantas, praderas y setos han ocupado el imaginario colectivo. “En un intento de minimizar el mantenimiento de los jardines, muchos han dejado de ser tales. Cerramientos de obra, césped artificial y pocas, muy pocas plantas extremadamente fáciles de mantener han desembocado en espacios exteriores 'muertos'. Además de proporcionarles plantas para refugiarse, debemos proveer de otras que les sirvan de alimento, otras de las que puedan sacar ramitas para un nido, y en general que el espacio no sea tan aséptico”.
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Atraer a las aves y los insectos polinizadores
Las aves, como casi todos los seres vivos necesitan de alimento, agua y resguardo. Por ello las plantas con floraciones vistosas, ricas en polen y cargadas de frutos serán el mejor reclamo para estas especies. El agua de beber y baño podemos proporcionarla mediante bebederos, estanques (sin cloro) y charquitas que se llenen con lluvia o con el sobrante del riego. Si el agua es clara y limpia les servirá. El resguardo puede ser una opción, dado que ellos se buscan refugios entre ramas, setos… pero siempre podremos ayudar con casetas u hoteles de insectos.
Las aves contribuyen a la reproducción de las plantas de otro modo muy efectivo, que es la dispersión de las semillas contenidas en los frutos que ingieren.
Entre las especies de pájaros no hay colibríes en Europa, y de hecho la polinización con aves es mucho menos frecuente en nuestro entorno continental. "No así en latitudes más tropicales o en archipiélagos como las Canarias, donde herrerillos, currucas y mosquiteros sí tienen un papel más protagonista", especifica Fernando.
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Una selección botánica acertada
Existen muchas plantas de exterior que conjugan facilidad de cultivo y son beneficiosas a la hora de atraer insectos polinizadores tales como abejas, abejorros, mariposas, mariquitas, sírfidos… y además, son muy sencillas de encontrar. Algunas de ellas son las lavandas, los romeros, la albahaca, las margaritas, las malvas o los tagetes (o claveles del moro).
“En la variedad está el gusto, y algunas aportan ventajas sobre el suelo, y no solo por la floración, como los tagetes. Otras como el romero florecen dos veces, con lo que son útiles más tiempo. Las mariposas, por ejemplo, son muy aficionadas a las verbenas, las ecináceas y a las buddlejas… todas ellas con floraciones muy vistosas”, detalla el experto.
Las abejas, por su parte, son muy todoterreno, y con los madroños, jaras o lavandas abren mucho el abanico. Al fin y al cabo, la coloración de las flores es un reclamo como pocos para los miles de insectos que forman parte del curioso método reproductivo de estas plantas.
En este jardín mediterráneo diseñado por el paisajista Fernando Nájera, se combinan lavandas con orejas de conejo, salvias, gauras y azucenas antorcha. Destaca también la incorporación de una etérea gramínea, la hierba pluma. La caseta para aves es el toque final que demuestra que en estos exteriores se quiere atraer la biodiversidad.
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Privilegia las especies autóctonas
Aquí, hay que apelar al sentido común, y por ello siempre es preferible apostar por especies adaptadas al clima y circunstancias de nuestro jardín. “El repertorio de plantas es tan amplio que no debemos tener problema en lograr las texturas y colores que más nos gustan de entre la vegetación autóctona del ámbito mediterráneo. Las hay con grandes pétalos, otras son pequeñas inflorescencias y en algunas la flor es casi imperceptible, pero todas juntas contribuyen a la salud del jardín”, apunta el paisajista.
En la imagen Monique Briones, de La paisajista, mezcla césped natural con flores vistosas, gramíneas y árboles, además de cultivos en jardineras y macetas.
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Incorporar las consideradas ‘malas hierbas’
“Hay corrientes que apelan a dejar de señalar malas y buenas hierbas, otra manera de verlo es que hay sitios para algunas plantas más apropiados que otros”, revela Fernando, quien nos pone varios ejemplos de plantas que contribuyen a la biodiversidad llamadas ‘malas hierbas’.
Los cardos son plantas muy bonitas (vemos uno en la imagen), con floraciones espectaculares y texturas extraordinarias, pero pinchan, por lo que no conviene ponerlas en el borde de un parterre con niños corriendo. No obstante, en medio de zonas sin riesgo, o en algunos jardines sí que tienen cabida. Y como esta especie, otras como las amapolas, la hierba cana, los coloridos jaramagos, la achicoria, las ortigas o la borraja, que son verdaderos supervivientes climáticos que tienen múltiples valores, entre ellos, los nutricionales, muy desconocidos.
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El diseño más idóneo
¿Combinar por especie las plantas? El experto ve más útil “generar grupitos de la misma especie repartido por el jardín, es decir, no concentrarlas todas juntas y favorecer de ese modo que los insectos vayan de un sitio a otro. En este diseño hay que tener en cuenta nuestros hábitos, y por ejemplo, no poner la piscina en medio de la ruta de las lavandas o del romero. Los seres humanos somos muy sensibles a estos insectos y es preferible dejarnos un cierto espacio vital a ambos”.
Además, jugar con la altura y el volumen va a traer ventajas como lo son las estéticas, por el juego de colores o las relacionadas con el olfato, gracias a la difusión de aromas con el viento.
El responsable del diseño de este jardín es el paisajista Pablo Vidal, quien crea un sendero de césped y cultiva una buena variedad de plantas y flores junto a él.
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Otra alternativa eco-amigable: los hoteles de insectos
Junto con las casetas para pájaros y los bebederos, los hoteles de insectos son la más inequívoca manifestación de la voluntad de tener un jardín vivo. Estos últimos "son grandes opciones, potenciadores de la microfauna y suplen con cierto éxito la falta de muros, tapias y establos agrietados del mundo rural. Estos sitios eran verdaderos oasis para la microfauna, y la sociedad aséptica en la que vivimos los ha desterrado de nuestro entorno”, considera Fernando.
Por último, el paisajista recomienda leer la novela de Gerald Durrell, Mi familia y otros animales, donde en un punto señala respecto al muro que rodeaba su casa: “los habitantes de este muro formaban un conjunto variopinto, dividido en trabajadores diurnos y nocturnos, cazadores y cazados…” y así durante las siguientes páginas nos describe la tremenda biodiversidad de un pedazo de muro desgastado por los años.
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